El dolor, la amargura y la rebeldía suelen acompañar las experiencias de humillación. Pero ¿hay algún modo de aprovechar esos momentos duros de modo que traigan un fruto bueno, un fruto de humildad? La respuesta es que sí pero el proceso implica una buena dosis de conocimiento de uno mismo (a través de la pregunta: esto por qué me afecta tanto) y un grado de crecimiento en al certeza de la Providencia de Dios que nos guía.