Nadie está exento. No puede ser evitado. Si tienes pulso, vas a sufrir.
Dios nos orienta, a través de su Palabra, a cómo podemos llegar a tener una comunión más profunda con Él por medio del sufrimiento. También nos enseña qué debemos pedir en la aflicción y cómo podemos ser felices a pesar de las circunstancias.