ESPECIAL DÍA DE LA MUJER “Porque tú formaste mis entrañas; Tú me hiciste en el vientre de mi madre. Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; Estoy maravillado, Y mi alma lo sabe muy bien.” Salmo 139:13-14 Mujer, has sido creada con propósito, y cuando encuentras tu propósito, la vida toma sentido y te permite vivirla al máximo. Lo cierto es que como sociedad estamos muy lejos de entender y aceptar el propósito para el que estamos aquí. ¿El quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? Son las preguntas que se han hecho a través de los años, las que llamamos existenciales. Cuando nos conforman el cerebro para creer que somos seres que estamos aquí por casualidad, que no sabemos muy bien de dónde venimos, o que venimos de seres aún más primitivos que nosotros, y que somos nosotras las que marcamos nuestro destino, un destino incierto e inseguro, por cierto, acabamos viviendo la vida a la defensiva y sin rumbo. Con una existencia así, solo quedaría luchar por tantos derechos como pueda mientras viva, intentando disfrutar el momento. Pero debemos admitir que, con esta filosofía, aún el que más y mejor viva la vida, llega igual al final con una sensación de vacío. Y esta es la existencia que nos han marcado aquellos que rechazando la existencia de Dios, han marcado el ritmo del mundo como nosotras lo conocemos ahora. El sabio Rey Salomón ya lo dijo hace miles de años. La vida es vanidad, viento que se desvanece. Otros la han descrito como un suspiro. Permíteme que hoy te introduzca a la realidad, descrita por Dios a través de Su Palabra. Porque Dios nos dice que nos creó a su imagen y con propósito. En Isaías 43:7 dice Dios: “para gloria mía los he creado, los formé y los hice.” Génesis 1:27 nos dice “creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.” Génesis 2:18-23 nos narra cómo ocurrió en el principio: “dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él. Dios creó al hombre y a la mujer a su imagen, pero nos narra el texto que primeramente creó a Adán ¿Te has preguntado si a Dios le pilló por sorpresa la ausencia de la mujer en la creación? Yo creo firmemente que no. El que tenía que notar la falta de la mujer era Adán. Al Dios omnisciente no se le escaparía esto. Piénsalo. Dios crea las plantas y los animales (macho y hembra), te recuerdo. Y entonces le pide a Adán que nombre a los animales. Esta tarea le haría ver que él era el único ser creado que no tenía pareja. Y entonces Dios creó a la mujer, y solo entonces, consideró la creación completa. Dios JAMÁS ha quitado valor a la mujer. Al contrario; nos ha dado mucho valor. Él demanda que sea tratada como un jarrón preciado. Es parte de la sociedad la que quiere teñir las palabras del Señor para hacernos pensar que la culpa de la opresión que pueda sufrir una mujer proviene de Dios. Vemos en la historia cómo el hombre ha abusado de su liderazgo, oprimiendo a la mujer. Pero una afirmación así es como decir que los ricos oprimen a los pobres, o que los altos oprimen a los bajos. Es una generalización que coloca a todos los hombres en una caja y los etiqueta como opresores. Ha habido muchos tipos de personas que en un momento u otro, en un lugar u otro, se han proclamado superiores y han querido considerar a otros “inferiores”. Pero eso no es el plan de Dios. Podemos observar en la historia de la humanidad opresión por causa de sexo, opresión por color, opresión por etnia, opresión por clase social, opresión por religión; todas estas se ven aún, aunque pensemos que vivimos en un mundo moderno y civilizado. Cualquier opresión y desprecio es resultado directo del pecado, y Dios lo detesta. El pecado de orgullo, el pecado de odio, el pecado de avaricia. Estos son la causa. Que no nos engañen haciéndonos pensar que somos desfavorecidas por ser mujeres, y que eso es un diseño divino. No lo es. Cuando una persona es oprimida de cualquier modo, el opresor o la opresora es considerada culpable por Dios, y Dios es un juez justo. Lo triste es que las mujeres que se sienten dominadas por el hombre son a menudo las mismas que quieren el derecho de dominar, legalizando la opresión por edad, ¿O si no, qué es el aborto? Es la idea de que un bebé en el útero no es una persona tan valiosa como la madre que lo lleva. ¿No es eso opresión en base a la edad? ¿Y qué me dices de la eutanasia, o muerte digna? ¿No es opresión basada en la edad o las capacidades físicas o psíquicas de una persona? ¿Quién decide entonces quien puede ser opresor y quien puede ser oprimido? Nadie . El plan de Dios es uno de amor y respeto mutuo. Pero a estas personas, hombres o mujeres, que luchan por dominar, no les interesa el plan de Dios. Cualquier hombre o mujer que se exalta bajando a otro es considerado por Dios como transgresor de la ley natural, transgresora de la ley moral, transgresor de la ley divina. El plan de Dios para el hombre y la mujer era que se complementaran. Esa es la idea de una ayuda idónea, dos piezas de un mismo set. El plan de Dios era que el hombre amara y protegiera a su mujer, pero la mujer ha rechazado este plan. Muchas no quieren ser cuidadas, ni quieren ser protegidas. Lo triste es que al apartarnos del plan de Dios, el hombre ha pasado de proteger a abusar. Es triste y escandalizador. No tiene sentido natural ni moral. Dice el Señor en Efesios 5:28-30: “Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia, porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos.” El amor de un hombre hacia su esposa debería mostrar el amor de Cristo hacia su iglesia. Un hombre que sigue los preceptos de Dios ama a su esposa como a su propio cuerpo. ¿Quién haría daño a su propio cuerpo? pregunta el Señor. Sería ilógico e inhumano. Pero como siempre, cuando el ser humano rechaza el plan de Dios, no llega a una mejor posición. Al contrario, rebaja el valor del ser humano y muestra la peor cara, sean hombres o mujeres. Vez tras vez en las Escrituras, vemos el aprecio de Dios hacia la mujer. Vemos que Jesús tenía sus discípulos, pero tenía un grupo central de mujeres que fueron esenciales en la propagación del evangelio, siendo ellas pilares de oración y fe. En medio de la sociedad romana, cuando el testimonio de una mujer valía poco legalmente, vemos que Jesús, cuando resucita, aparece primeramente a las mujeres, siendo estas las que irían a relatarlo a los discípulos. El apóstol Pablo recuerda tanto a los cristianos de la época como a nosotros que somos todos iguales ante el Señor, mereciendo la muerte por nuestro pecado, pero salvados por la obra redentora de Cristo en la cruz. Gálatas 3:28 “No hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer, porque todos (somos) uno en Cristo Jesús” Así que, dejando asentada la verdad de que Dios ama al hombre y a la mujer por igual, habiendo enviado a Su Hijo a la tierra para morir en nuestro lugar y darnos salvación, no olvidemos las bendiciones que tenemos como mujeres. Manifiéstate hoy ante Dios, pero primeramente para darle las gracias por crearte, por amarte, por salvarte. Vayamos también ante Su presencia para pedirle hoy y cada día por aquellas mujeres que no pueden disfrutar de la paz que nosotras disfrutamos, pero pidamos también por aquellos hombres, mujeres, niñas y niños, nacidos y por nacer, que por culpa del pecado de alguno o alguna son oprimidos a día de hoy. Dios, que es justo y santo ha dicho: “Tarde o temprano, el malo será castigado; Mas la descendencia de los justos será librada.” Feliz día de la mujer.
“Gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento” Durante años entendía que este versículo enseñaba que debíamos hacer lo correcto con la actitud correta. Sin embargo, al leer el capítulo en 1 Timoteo 6, descubro que Dios está hablando específicamente del tema del dinero. Debemos vivir cada día para la gloria de Dios, contentos con lo que tenemos. El apóstol dijo en Filipenses 4: “Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. (12-13) Pablo, advierte sobre aquellos que utilizaban la piedad como medio para hacer ganancia. El apósto le exhorta a huír de esta práctica. En lugar de buscar el benefício personal, debía seguir “la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre. En contraste, Pablo le había advertido contra el amor al dinero, por el cual muchos se habían extraviado de la fe y habían sufrido muchos dolores. (1 Timoteo 6:10) Las posesiones materiales pueden ser una carga que nos priva de correr la carrera de la fe. Al estudiar sobre el ejercício, queda clarísimo que no debemos llevar cargas innecesarias cuando salimos a correr. Por eso Hebreos 12 nos dice “despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús.” Si vamos a ejercitarnos en la piedad, debemos tener clara nuestra meta. No podemos atarnos a las posesiones materiales. A los que viven con poco, dice el versículo 8 que “teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto.” Y a los ricos dice “que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos.” Y continúa diciéndo “Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos; atesorando para sí buen fundamento para lo por venir, que echen mano de la vida eterna.” Ambos, los que tienen poco y los que tienen mucho deben vivir con los ojos puestos en Cristo, confiando en el Señor para vida eterna. Pablo advierte a Timoteo sobre el que “no se conforma a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad.” El que tal hace “está envanecido, nada sabe, delira.., El tal “usa la piedad como fuente de ganancia”, dice Pablo. No puedo pensar en mayor ofensa a Dios que actuar como cristiano para el propio benefício, seas rico o seas pobre. Por eso es tan importante que examinemos nuestra motivación en todo lo que hacemos. Si confesamos el nombre de Cristo, debemos vivir para Cristo. Si actuamos piadosamente para cualquier beneficio personal, dice la Palabra que estamos envanecidos, no sabemos nada, deliramos. Por el contrario, si tenemos una relación personal con Cristo, debemos considerar cualquier ganancia personal como pérdida, sin importancia, “por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús”. Pablo da testimonio diciendo “por amor de (Cristo) lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo.” (Filipenses 3:8-9) En nuestro andar con Dios no seguimos normas para impresionar a otros, sino que disfrutamos nuestra relación con Dios, por la fe en Cristo. Hermana, amiga, te dejo el reto de vivir la vida cristiana con una única meta -- conocer mejor al Salvador, ejercitando la piedad con contentamiento, contenta con lo que tienes y satisfecha en Dios.
Hemos visto la importancia del ejercício físico y mental en nuestra vida aquí en la Tierra. Estos tienen beneficios que son de provecho durante los años de vida que Dios nos permita vivir en este cuerpo mortal que nos ha regalado. Sin embargo, el ejercício que más aprovecha es el ejercício espiritual. La Palabra de Dios nos instruye a prestar atención a nuestro desarrollo espiritual, porque como dice Pablo a Timoteo , “el ejercicio corporal para poco es provechoso, mas la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera.” (1 Timoteo 4:8) Es por esto que Pablo dijo a Timoteo: “ejercítate para la piedad.” Si damos tiempo y esfuerzo al ejercício de la piedad, llegaremos a ser fuertes en aquello que aprovecha ahora y para la eternidad. Mateo 6 (19-21) dice: No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.” Nuestro corazón está en aquello a lo que le dedicamos tiempo y esfuerzo. Cuando solo trabajamos en nuestros tesoros terrenales, as muy fácil descuidar nuestro tesoro eterno, aquello que no perece. Cuando dedicamos tiempo y esfuerzo al desarrollo físico y mental pero no ejercitamos la piedad, estamos desarrollando nuestro tesoro terrenal y descuidando el celestial. Recueda, el físico y el mental se corrompen, pero el espiritual se preserva para siempre. El ejercício espiritual trabaja nuestra alma, la parte eterna de nuestro ser que nunca morirá, y es provechoso ahora y siempre. ¿Cómo podemos ejercitarnos para la piedad? Así como en el ejercício físico y mental la clave está en la práctica, nos desarrollaremos espiritualmente poniendo en práctica aquello que leemos en la Palabra, y no siendo esos oidores olvidadizos de los que habla Santiago. Recuerda que llegarás a ser experto en aquello que practicas. Leemos en Juan 3:21 que “el que practica la verdad, viene a la luz” y no tiene nada que esconder. Pero leemos en 1 Juan 3:8 que los que practican el pecado, son del diablo.” Si tú eres de Cristo, practica la piedad de Cristo. Si practicamos la piedad, creceremos en piedad, y llegaremos a ser más y más como Cristo. (1 Corintios 15:58, Colosenses 1:10) Mirando cada día en su Palabra “como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.” (2 Corintios 3:18) Si practicamos aquello que Dios nos ha dejado en su Palabra creceremos en piedad, en el conocimiento de Dios santo, hasta el día en que le veamos cara a cara. Hasta ese precioso momento, sigamos ejercitándonos para la piedad, porque la piedad para todo aprovecha.
Si el cuidado físico es importante, mucho más lo es el mental. Suelen decir que lo que no se usa se pierde, y desde luego que en el ámbito del intelecto es muy cierto. Nacemos con una capacidad de aprendizaje que es extremadamente alta en la niñez. Durante esa edad, los niños aprenden idiomas de manera muy fácil, adquieren habilidades casi sin esfuerzo y llegan a la adolescencia con un gran porcentaje de las capacidades cognitivas que adquirirán durante su vida. En cuanto a la capacidad de procesar información, los estudios realizados muestran que alcanza el púnto más alto al final de la adolescencia. Los mismos estudios concluyen que la memoria a corto plazo es mayor a la edad de 25 años, pero a la edad de 40 a 50 años alcanzamos el punto máximo de comprensión de las emociones ajenas. Hacia esa edad nuestro intelecto comienza a estabilizarse y de ahí hacia adelante, solemos perder parte de la información. Si cuidamos nuestra mente, podemos mantener un nivel òptimo durante más tiempo, pero tarde o temprano, nuestro intelecto comienza a sufrir un declive. Pero esto no debe desanimarnos; al contrario. Recordemos que Dios nos ha creado, y en Su diseño, si aprovechamos bien los recursos que Él nos ha dado, podemos traerle gloria en cada época de nuestra vida. Los mismos estudios realizados por la universidad de Harvard y MIT encontraron que en la edad madura alcanzamos el punto máximo para actividades como el vocabulario o la capacidad de definir palabras. Lo bonito de la mente humana es que nunca deja de aprender. Aunque el ritmo de aprendizaje y la cantidad de conocimiento adquirido sea menor, la calidad de lo aprendido en la edad adulta es sumamente significativa. Cuando una persona vive una vida con el propósito de glorificar a Dios, la adquisición de conocimientos se complementa con la experiencia de vida para producir una sensación de plenitud en Cristo con la cual es bendecida y bendice a las personas que la rodean. Si por el contrario una persona utiliza el intelecto que Dios le da para desarrollar su vida personal con el propósito de brillar por sí misma, cuando llega la edad del declive probablemente entrará en un estado de frustración que puede incluso alcanzar la depresión, porque todo para lo que ha luchado comienza a desaparecer. Esto se asemeja al declive del cuerpo físico que todos experimentamos. Lo he visto en personas mayores y me entristece cuando descubren tras la jubilación que el propósito de su vida era su profesión o su posición en la vida. Tan simple como es la enseñanza de Mateo 6:33, sigue siendo la clave para desarrollar y mantener el intelecto que Dios nos ha dado. Jesús dijo: “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia” Y todo lo demás te será dado por añadidura. Mateo 22 y Marcos 12:30 citan Deuteronomio 6 diciendo: “Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento.” El hombre más sabio de la historia, el rey Salomón, desarrolló su intelecto, escribiendo sobre muchos temas. Mas en el libro de Eclesiastés confiesa: “Hablé yo en mi corazón, diciendo: He aquí yo me he engrandecido, y he crecido en sabiduría sobre todos los que fueron antes de mí en Jerusalén; y mi corazón ha percibido mucha sabiduría y ciencia. Y dediqué mi corazón a conocer la sabiduría, y también a entender las locuras y los desvaríos; conocí que aun esto era aflicción de espíritu. Porque en la mucha sabiduría hay mucha molestia; y quien añade ciencia, añade dolor.” Y por la gracias de Dios concluye su tratado diciendo: “El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre.” Salomón descubrió que el principio de la sabiduría es el temor del Señor. Sigamos estudiando a nuestro Dios, manteniendo nuestra mente activa para aquello que cuenta para la eternidad. El salmista dice: “En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti.” Si ponemos nuestra mente al servicio de Dios, descubriremos que todo nuestro intelecto brilla para la gloria de Dios. Para las jóvenes, que están en plena edad de crecimiento intelectual, ama a Dios con toda tu mente, y teme a Jehová, porque comenzando por ahí, adquirirás conocimiento y sabiduría. Y para las que están adentrando o están ya en la edad madura, sigue aprendiendo yenseña a las más jóvenes la bendición de vivir con el propósito de glorificar a Dios. Romanos 12:2 nos exhorta: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, y así comprobaremos cuál es “la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.”
El ejercício físico es importante para vivir una vida saludable. Este, unido a una dieta que alimente el cuerpo de forma eficaz normalmente proporciona salud a nuestro cuerpo y nos permite vivir una vida de mejor calidad. La Biblia menciona el ejercício físico, aunque no da instrucciones sobre cómo llevarlo a cabo. Esto es porque la Palabra de Dios pone el énfasis en el crecimiento espiritual. 1 Timoteo 4:8 dice: “Porque el ejercicio corporal para poco es provechoso, mas la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera.” Este versículo da por entendido que el ejercício corporal tiene beneficios en esta vida, pero estos beneficios no se extienden a la vida eterna que nos aguarda. Es por esto que Pablo le dice a Timoteo que el ejercício corporal aprovecha un poco. Curiosamente Pablo también menciona que Timoteo tenía algunas molestias digestivas. La dieta, como el ejercício, es provechosa para esta vida solamente. Pablo dice en 1 Corintios 6:13: “Los alimentos son para el estómago y el estómago para los alimentos, pero Dios destruirá a los dos”, refiriéndose que estos no son eternos. Este joven pastor debía cuidarse para poder ministrar bien la Palabra, y entendía claramente que la dieta y el ejercicio no debían ser su principal objetivo. Del mismo modo, cada una de nosotras debemos cuidar el cuerpo lo suficiente para que podamos desarrollar la labor que Dios tiene para nosotras aquí en esta vida de la mejor forma, poniendo siempre la vista en las cosas de arriba, las que son eternas. En los tiempos antiguos, el ejercício físico era algo que se llevaba a cabo sin demasiada planificación. La gente caminaba de un lado a otro, y ejercía trabajos que requerían mucho esfuerzo físico. No tenía todos los recursos que nosotros tenemos hoy día, ni las comodidades de las que disfrutamos. Claro que también había gente que se dedicaba a correr y realizar otros ejercicios. Siempre me ha llamado la atención la labor de los mensajeros en tiempos antiguos. Estos debían correr largas distancias o quizás montar a caballo para dar recados a un lado y a otro. Debían estar en forma para realizar su trabajo. Pero sabemos que en el ámbito cotidiano las mujeres solían salir al pozo a las afueras de la ciudad a rellenar sus cántaros, la gente cultivaba sus propios huertos y se realizaba mucho más ejercicio durante sus labores cotidianas. Me llama la atención en el relato de la resurrección de Cristo, que los discípulos se echaron una carrera para llegar a la tumba de su Señor, y unos demostraron estar en mejor forma que otros. Hoy día vivimos una época de la historia en la que vemos la tentación de llegar a extremos. Con el ejercicio corporal y la dieta por ejemplo, tenemos por un lado a los que hacen del ocio su dios y no realizan ningún ejercício. Estos no se cuidan hasta que el médico les advierte de algún peligro de enfermedad. Por otro lado están los que literalmente dan culto a su cuerpo. Estos dedican horas y dinero para darle forma al cuerpo. Se privan de todo lo que haga falta y se dedican totalmente a mejorar su salud y aspecto físico para compararse con otros. Ninguno de los dos extremos es agradable a Dios. En la Biblia podemos ver mención a ambos extremos. Como ejemplo de sedentarismo me viene a la mente el sacerdote Elí. Este tenía una tarea que podía ejercer sin mucho esfuerzo físico, y encontramos en 1 Samuel 4 a un hombre de edad avanzada, obeso, sentado en su silla. Elí había descuidado mucho más que su cuerpo; este había permitido que sus hijos blasfemaran contra el nombre de Dios, y no les había amonestado. Dios denuncia en ocasiones a su pueblo por su dejadez, utilizando la gordura para describirlos. (Deuteronomio 32:15 y Jeremías 5:28) Sin duda el sobrepeso y la inactividad no es algo que Dios alaba. Y como cristianas, deberíamos cuidar el cuerpo que Dios nos ha dado porque este es el templo el Espíritu, como nos dice 1 Corintios 6:19. Dios también habla duramente a los que adoran al cuerpo más que a Dios. (Romanos 1:25) Es triste ver a cristianos que muestran más fidelidad al gimnasio que a la iglesia. Pero recordemos que todo el benefício del ejercício físico es vano. Cuando llegue la edad avanzada, todo lo trabajado comenzará a desaparecer, y después de muertos, no habrá diferencia entre el cuerpo del que ejercita más y el que ejercita menos. Basándonos en lo que hemos visto, entendemos que debemos practicar ejercicio lo suficiente como para mantener el cuerpo sano, pero el ejercício no debe tomar un lugar preferente en nuestras vidas. Disfrutemos el poco provecho del ejercício, y pidamos a Dios que seamos fortalecidas en nuestro espíritu cada día, para la gloria de Su nombre.
¿Habla la Biblia sobre el ejercicio? Aunque la Biblia no es un manual para el bienestar físico y mental, sí que menciona el tema. La Biblia habla del ejercício en múltiples aspectos. Habla del ejercicio físico, el ejercício mental y el ejercício espiritual. Y por supuesto, de este último habla largo y tendido. En las próximas reflexiones vamos a contemplar cómo podemos ejercitar nuestros cuerpos, nuestras mentes y nuestro espíritu de manera que traigamos gloria a Dios incluso en aquellos aspectos que puedan parecer más triviales. Tenemos un Dios Todopoderoso, que ha diseñado el cuerpo humano para hacer trabajo físico. También nos ha hecho con mentes inquietas que pueden seguir aprendiendo durante cada etapa de la vida. Y espiritualmente, Dios ha querido dejarnos aquí en la tierra para que pasemos por el proceso de santificación una vez hemos recibido a Cristo. Nos ha hecho con la capacidad de superarnos en todos estos aspectos, para que nuestra estancia aquí en la Tierra no sea monótona y sin actividad. ¿Y cómo podemos mejorar? Tenemos un refrán que dice que la práctica hace al maestro. Para mejorar debemos practicar. Esto es aplicable a los tres tipos de ejercício. Pero no cualquier práctica vale. Ha de ser una práctica estudiada y probada, que garantice el crecimiento sano sin poner en peligro aquello que importa más. En el ámbito corporal y mental, esto es cierto, y mucho más lo es en el ámbito espiritual. Para ello Dios nos ha dado en su Palabra instrucciones claras de cómo seguir en sus caminos, ejrcitándonos para la piedad. Nos ha dado además entrenadores a los cuales podemos seguir. Hebreos 11 tiene una larga lista de heroes de la fe que son ejemplos a seguir. En Filipenses 4:9 Pablo exhorta: “Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros.” Esto no es fácil, y Pablo sabía que como se sacrifica físicamente el que corre en la carrera, así también en el ámbito espiritual vale la pena hacer sacrificios, para llegar a la meta satisfactoriamente. Dice en 1 Corintios 9:25: “Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura;... golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado.” Siendo mensajero y entrenador de otros, no quería ser él mismo eliminado. Nosotras también llegaremos a ser expertas en aquello que practiquemos. Santiago 1:25 dice “Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace.” Estudiemos cómo podemos ser mejores seguidoras de Dios, atendiendo a nuestros cuerpos, nuestras mentes y nuestro espíritu. Miremos aténtamente a la Ley de Dios y perseveremos en ella, no olvidando fácilmente, sino practicando aquellas cosas que sabemos que son agradables a Dios. Y así seremos bienaventuradas en lo que hagamos.
Habiendo visto cómo Dios nos ha creado mujeres, deberíamos celebrar nuestra feminidad diariamente, no buscando diferencias, ni tampoco resistiéndolas. Deberíamos vivir marcando una diferencia, una diferencia entre pertenecer a Cristo o ser del mundo. Las mujeres y los hombres cristianos tenemos mucho en común. En primer lugar, ambos hemos sido creados para glorificar a Dios, y no podemos ignorar que el ser humano que no vive para glorificar a Dios no llega realmente a disfrutar la vida aquí en la tierra. Si por el contrario vivimos con la meta de reflejar la gloria de Dios en nuestras vidas, lo haremos con alegría, disfrutando los regalos que Dios nos ha dado. En segundo lugar, ambos tenemos acceso al Padre a través de Jesucristo, y somos coherederos de la gracia de Dios. 1 Pedro 3 dice al hombre que trate a su esposa sabiamente, con honor, porque esta es coheredera de la gracia de la vida. Gálatas 3:28 dice que en Cristo no hay hombres y mujeres, sino que somos uno en Cristo. En tercer lugar, el fruto del Espíritu se evidencia en hombres y mujeres igualmente: el amor, el gozo, la paz, la paciencia, la benignidad, la bondad, la fe, y la mansedumbre y la templanza. Estos estarán presentes en la vida del hombre y la mujer que ha sido adoptada en Cristo. En cuarto lugar, Dios da instrucciones y prohibiciones a los hombres y a las mujeres. Podemos centrar nuestra atención en aquellas cosas que Dios ha dicho que no hagamos o las que nos pide hacer, mostrando nuestro descontento, pero eso solo demuestra falta de amor y de sumisión al Dios Todopoderoso. Si aceptamos nuestra condición, pero no la disfrutamos, entonces no estamos obedeciendo a Dios de veras, sino simplemente tolerándolo. Esto entristecerá al Espíritu que mora en nosotros, y Efesios 4:30 advierte: “no contristéis al Espíritu Santo.” Si por el contrario somos capaces de aceptar las condiciones de Dios para nuestra vida y disfrutar los regalos que El nos ha dado, el fruto del Espíritu podrá brotar sin dificultad. Eso es lo que Dios desea para sus hijos. Podemos considerar como normal que la sociedad esté confundida en cuanto a la identidad y los roles del hombre y la mujer, pero no es normal que los cristianos caigamos en esas confusiones. Los cristianos (hombres y mujeres) debemos ser diferentes. Sabemos que lo que Dios establece tiene sentido, y podemos confiar en Él. Tenemos un hogar en el cielo, un Dios que nos ama, y con los ojos puestos en Cristo, podemos caminar el sendero de la vida sin confusión. Si te encuentras peleando contra la identidad que Dios te ha dado, las responsabilidades y las restricciones que Dios te ha marcado, o en definitiva, el propósito de Dios para tí en esta Tierra, toma todo el tiempo que necesites para indagar en la Palabra descubriendo lo que Él tiene para ti. Pídele a Dios que venga su reino, que su voluntad sea hecha, y que te libre de tentación y de todo mal. Entonces serás tú una mujer que marque la diferencia. No caerás en la tentación de conformarte a la filosofía de este mundo, sino que vivirás la feminidad que Dios te ha dado en casa y fuera de casa. En casa serás un ancla que mantiene el barco de tu hogar a flote, porque tu confianza está en Dios y tu familia descansa confiadamente. Fuera de casa, serás esa mujer que no pelea por ser más que otros, porque tu seguridad está en los cielos y tienes un Dios que mira por ti. Recibirás los logros con serenidad y las derrotas con esperanza. Y todo lo que te venga a la mano para hacer podrás hacerlo según tus fuerzas, y Dios estará contigo siempre. Seamos esa mujer que marca la diferencia. Dios te bendiga.
Mucho se ha escrito y bromeado sobre lo diferentes que son los hombres de las mujeres. Los hombres exhageran lo difícil de entender que son las mujeres, y las mujeres critican a los hombres porque no las comprenden, como si cada género viniera de distinto planeta. Las generalizaciones no suelen ser buenas ni acertadas; no todos los hombres son iguales; y tampoco las mujeres. El que seas mujer no significa que seas totalmente diferente al hombre. Como humanos creados a la imagen de Dios, tenemos características similares, pero es cierto que el hombre y la mujer poseen dones y tendencias diferentes en muchos aspectos. Esto es lo que hace que nos complementemos, en el sabio plan de Dios. Sería interesante contemplar algunas características del género femenino, mirando algunos textos bíblicos. Hoy miraremos la fuerza y la fragilidad de la mujer. Dios presenta a la mujer como un ser sumamente fuerte y a la vez frágil. Estas dos características en equilibrio presentan una belleza incalculable. Cuando la mujer quiere mostrar solo fortaleza suele acabar rota, como lo haría una piedra preciosa si se usara para cortar leña. Pero tampoco debemos pensar que somos tan frágiles que no podemos hacer esfuerzos. La mujer de Proverbios 31 se describe como llena de fuerza y honor. En el versículo 13 leemos que “con voluntad trabaja con sus manos” y en el 17 dice que “Ciñe de fuerza sus lomos, Y esfuerza sus brazos.” En el 25 leemos que “Fuerza y honor son su vestidura;” Las mujeres tenemos capacidad de soportar dolor. Después de la caída, dice Génesis que el hombre trabajaría la tierra con esfuerzo, y la mujer daría a luz en dolor. Las mujeres somos capaces de resistir el dolor que conlleva dar a luz a un hijo, y sin embargo, incluso cuando los estudios dicen que nuestro umbral del dolor es realmente menor que el de los hombres. Y es que más allá de la fortaleza, lo que nos ayuda a soportar ese dolor es el amor. Las mujeres experimentamos amor intenso. Aquello que se denomina instinto materno describe la tendencia de una madre a proteger a sus hijos y consolarlos cuando estos sufren. Cuando Dios quiere mostrar a su pueblo su amor y cuidado, utiliza la imagen de una mujer. Isaías 66:13 dice “Como aquel a quien consuela su madre, así os consolaré yo a vosotros.” Y en Isaías 49:15 leemos ¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti.” Por naturaleza, una madre nunca se olvidaría de su hijo, y sin embargo, como seres pecadores, es posible que alguna lo haga. Pero Dios que es perfecto, nunca se olvida de los suyos. Cuando nuestra meta es darle gloria a Dios, podemos usar la fortaleza interior que Dios nos ha dado y combinarla con la fragilidad para reflejar la gloria de nuestro creador. Hemos sido creadas fuertes, pero con necesidad de amor y cuidado. Por eso Dios pide al esposo: “ama a tu esposa como Cristo amó a su iglesia y se entregó a sí mismo por ella.” Y en 1 Pedro 3:7 pide al hombre que la trate con honor, como a un vaso frágil. Querida hermana, no resistamos nuestra feminidad. Seamos fuertes, pero amemos y dejémonos amar. Somos capaces de mucho, pero alejadas de Cristo, nada podemos hacer. Dediquemos nuestros dones a Dios y estemos dispuestas a hacer la voluntad de Dios y no lo que nos dicte este mundo. A Él sea la gloria.
Dios te ha regalado tu feminidad. Al hacerte mujer, Dios te ha hecho con ciertas características específicas al género femenino. Estas, sumadas a las características específicas tuyas y a los dones espirituales que te da en la salvación hacen que tú seas tú, un ser diseñado para la gloria de Dios. El peligro reside en la tentación de despreciar los dones que Dios nos ha dado ya y desear aquellos que no tenemos. Hay una expresión que dice que el pasto siempre se ve más verde al otro lado de la valla. En mi zona del mundo el dicho dice: “la gallina de mi vecina pone más huevos que la mía.” El caso es que en lugar de contar bendiciones, miramos lo que tienen otros. De ahí viene el desánimo y la envidia, no la piedad con contentamiento de la que nos habla Pablo en la carta a Timoteo. Meditemos hoy en los regalos básicos que Dios nos ha dado como mujer mirando un par de detalles de Proverbios 31. Hoy no miraremos la lista de características, sino que nos centraremos en dos conceptos. El versículo 1 introduce la enseñanza de la siguiente manera: “Palabras del rey Lemuel; la profecía con que le enseñó su madre.” Este versículo que podemos descuidar al leer me parece clave para la enseñanza de hoy. Una mujer había dedicado su vida a enseñar a su hijo que sería rey, lo que un hombre digno de liderar al pueblo debía ser y qué tipo de mujer podría acompañarlo en su liderazgo. Si hay un regalo que hemos recibido de Dios que no tienen los hombres es la capacidad de ser madres, y todos en esta vida hemos tenido una madre. La madre es la primera influencia que tiene cualquier persona en este mundo. Es triste que hoy en día el don de Dios que tenemos como mujeres de ser madres se desprecia de tal forma que la voz imponente que escuchamos es que tenemos el derecho, no de ser madres, sino de matar a nuestros hijos antes de tenerlos. Este simple dato deja en evidencia la decadencia moral de nuestra sociedad. Como mujer, tienes el derecho, según esta ideología, de seducir, de tener sexo con quien quieras, y después si lo deseas, deshacerte de un ser creado a la imagen de Dios. Tú como madre serías la preciosa influencia en una vida, pero egoístamente la puedes echar a la basura para proteger tu propia comodidad. Esto es en lo que los políticos de turno están invirtiendo los fondos del pueblo y lo que muchos cristianos aceptamos como normal. Que Dios nos ayude a intervenir sabiamente y a educar a nuestros hijos a valorar la moralidad de Dios y la vida que Él da. En segundo lugar, y en completa conexión con el regalo anterior, Dios nos ha dado el regalo de modelar la esencia de la sociedad. La Biblia muestra a la mujer como pieza clave para la unidad familiar. Y sabemos que la familia es la base de una sociedad fuerte. Es por eso que los que quieren destruir la sociedad tal como la conocemos han comenzado por atacar el diseño divino de la familia. Como mujeres, tenemos el privilegio y la responsabilidad de defender el regalo que Dios nos ha dado. Nos ha asignado la responsabilidad de ser líderes morales y prácticas en el hogar. Esto lo vemos no solo en Proverbios 31, sino en múltiples textos de la Palabra: La tentación es sacrificar esto para ser líderes fuera del hogar. En el momento en que nuestro trabajo fuera de casa interfiere en nuestra responsabilidad dentro del hogar, nuestro compromiso como cristianas ante Dios debe ganar. Proverbios 31:30 dice: “La mujer que teme a Jehová, esa será alabada.” No caigamos en el engaño de Satanás de medir el éxito según la alabanza del mundo. Vuelvo a recordar esta cita de 2 Corintios 11:3 “Temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo.” ¿Dónde está nuestra lealtad? Vamos a aceptar el regalo de Dios, o vamos a resistirlo, mirando al otro lado de la valla, contando los huevos de la gallina de la vecina. Toma la responsabilidad que Dios te ha dado, e indaga en Su Palabra, para formar en tu mente la verdadera imagen de una mujer conforme al corazón de Dios.
Si crees la Biblia, crees que Dios te ha creado. Esta verdad en sí debe producir en ti un sentimiento de valor que jamás podría producir la teoría de la evolución. Al igual que un reloj de lujo no sale de la nada, tú tienes un diseñador que ha puesto gran interés en que seas tal como eres. Eres el resultado perfecto del diseñador divino. Sí, es cierto que tras el pecado de Adán y Eva, mostramos solo un pequeño porcentaje de nuestra capacidad original. Como toda la creación, estamos marcados por el pecado. Gemimos esperando el día de la redención eterna. Pero por la gracia de Dios podemos reflejar a nuestro Creador y Salvador si vivimos conforme a su voluntad. Veamos qué nos enseña la Biblia sobre nosotras, creadas por Dios para Su gloria. Génesis 1:27 dice “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.” Dios no creó la multitud de géneros que la agenda progresista despliega. Varón y hembra los creó. Esto implica una dicotomía. O eres varón, o eres hembra. Y hembra nos ha hecho, para que junto al varón reflejemos la imagen de Dios. Una sociedad en la que los hombres y las mujeres se enfrentan no puede subsistir. Tampoco puede salir adelante una sociedad en la que borramos las lineas que definen a un hombre y a una mujer. Dios hizo a la humanidad, hombre y mujer, y entonces proclamó Dios que “era bueno”. En Génesis 2:18 “dijo Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él.” Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; esta será llamada Varona. Ish e Ishsha, varón y varona. Ese es el bonito plan de Dios para la humanidad. Adán y Eva fueron hechos para complementarse. No fueron creados para ser exactamente iguales, ni para ser completamente opuestos. Vemos que por medio de la genética, con estos dos seres humanos complementarios pero diferentes, Dios ha creado una humanidad variada. Ambos debían poblar y cuidar la Tierra. Dios les dió la potestad sobre el mundo animal. Y uno cuantos miles de años después, nuestro mundo ignora a Dios, y como vemos en Romanos 1, el hombre, varón y hembra, han buscado su propia gloria, y adoran la creación en lugar del Creador. Dicen los versículos 24-25: “deshonraron entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén.” Pero el libro de Romanos no solo presenta la fea realidad en la que se encuentra el ser humano, sino que proclama el regalo de Dios, Cristo mismo, y la salvación eterna. Romanos 5: proclama que “Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.” Hemos recibido la reconciliación. Podemos darle gloria en este cuerpo temporal en el que vivimos. Como mujer, tú puedes reflejar la gloria del Dios de los cielos. No rechacemos los dones que Dios nos ha dado en nuestra feminidad, sino procuremos usarlos para su gloria.
Alguien ha hecho recientemente un documental llamado ¿Qué es una mujer? Durante la producción, se encontró con la inquietante realidad de que muchos jóvenes y mayores no sabían cómo contestar esta aparentemente sencilla pregunta. Y es que, en el clima en el que vivimos, mucha gente está confundida con las diferentes ideologías y no quiere decir nada políticamente incorrecto. Al final, parece que en la sociedad occidental la gente se resiste a definir todo lo que conlleva ser mujer. Quizás tú eres de las que piensan que ser mujer es una desventaja. Puede que hayas creído el relato modernista de que la Biblia es machista y ve a la mujer como inferior al hombre. Puede que pienses que como mujer tienes muchas limitaciones, muchas responsabilidades y pocos privilegios. Quisiera que a través de textos bíblicos puedas ver durante esta pequeña serie que Dios te valora y quiere que veas tú el valor que tienes en Cristo. La voluntad de Dios para ti como mujer es buena, es agradable y es perfecta. Por otro lado, es posible que tu mentalidad en cuanto a lo que una mujer es, esté más definido a través de las lentes progresistas, que piensan que los hombres son unos tiranos y que cualquier mujer es siempre mejor que cualquier hombre. El nuevo feminismo rebaja constantemente al hombre por el mero hecho de ser hombre, y defiende a la mujer por el mero hecho de ser mujer. Es una reacción a pasadas injusticias sufridas por muchas mujeres, pero como es la tentación de toda reacción, ha ido hasta tal extremo de tratar a los hombres tan injustamente como se ha tratado a las mujeres en otras épocas de la historia. Nuestra sociedad no está buscando la voluntad de Dios, y como cristianas, podemos caer en el error de aceptar la ideología del mundo alrededor. Pablo dijo en 2 Corintios 11:3 “Temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo.” ¿Cómo podemos encontrar un equilibrio en este tema para que Dios sea glorificado en nuestras vidas y nuestros sentidos no se aparten de la sincera fidelidad a Cristo? Cómo siempre, la verdad se encuentra en el plan de Dios revelado en las Escrituras. Pablo, al hablar con los corintios les dijo: “Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos por amor de Jesús. Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo. (2 Corintios 4:5-6.) Como Pablo, no pretendo dar mi propia opinión sobre el tema. Las opiniones personales sobre cualquier tema suelen ser diversas, pero debemos recordar que cuando estamos buscando la voluntad de Dios, nuestra opinión no es lo importante. No es lo que tú opinas sobre el tema, ni lo que dice la mayoría. Lo que finalmente tiene todo el peso de la verdad es lo que Dios ha declarado en Su Palabra. Queremos que la luz de Dios resplandezca en nuestros corazones. Queremos ser iluminadas del conocimiento de la gloria de Dios en Cristo Jesús. Con esa meta en mente, te invito a indagar en la Biblia, pidiéndole a Dios que moldee tu pensamiento para traerle gloria, y para poder enseñar a las más jóvenes a ver el mundo como Dios lo ve. Toma un momento para pedirle a Dios en oración que borre de tu mente cualquier predisposición que no sea de Dios y que te muestre la liberadora verdad de lo que Él tiene para ti como mujer en esta Tierra. Que el Señor te bendiga.
“Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces.” Jeremías 33:3 ¿Oras cada día, pero sientes que tu vida de oración no es todo lo que podría ser? Lo cierto es que nuestra sociedad corre y no dejamos tiempo para la meditación verdadera, y la oración íntima. Las oraciones cortas sin cesar son buenas, pero no tienen el mismo efecto en nuestras vidas de un tiempo íntimo con Dios. El Señor nos reta a clamar a Él, a pasar tiempo intencionado con él en la intimidad de la oración. El profeta Jeremías tenía la difícil labor de proclamar el castigo que el pueblo de Israel iba a sufrir por su rebeldía. Habían dejado a Dios, la fuente viva, y habían cavado cisternas rotas que ni siquiera podían guardar el agua. Habías cambiado los manjares de Dios por las migajas de los pueblos de alrededor. Se habían rebelado contra el alfarero que los había hecho y este tendría que hacerlos una bola de barro para poder formarlos a Su voluntad. Jeremías dio el mensaje, y en lugar de arrepentimiento del pueblo, lo que recibió fue encarcelamiento. En el capítulo 32 Jeremías ora a Dios, una oración preciosa que te invito a leer. Jeremías había obedecido a Dios y acababa de comprar un trozo de tierra cuando todo parecía perdido para el pueblo de Israel. Y ahora alababa a Dios en fe y proclamaba: “¡Oh Señor Jehová! he aquí que tú hiciste el cielo y la tierra con tu gran poder, y con tu brazo extendido, ni hay nada que sea difícil para ti;” (32:17) Dios contestó, porque Él siempre contesta. Y le reafirmó que igual que enviaría el castigo por la desobediencia, traería restauración al pueblo cuando se arrepintieran. En Mesías traería salvación a su pueblo. Dios cumpliría su promesa, de eso no había duda. En Jeremías 33:14 dice Dios: “He aquí vienen días, dice Jehová, en que yo confirmaré la buena palabra que he hablado a la casa de Israel y a la casa de Judá. En aquellos días y en aquel tiempo haré brotar a David un Renuevo de justicia, y hará juicio y justicia en la tierra. En aquellos días Judá será salvo, y Jerusalén habitará segura, y se le llamará: Jehová, justicia nuestra.” El Señor tenía un plan perfecto, y Jeremías podía descansar en esto. Cuando sientas que todo está perdido. Cuando creas que no hay esperanza, para y contempla a Dios. Clama a Él, porque todavía tiene cosas grandes y ocultas que mostrarte. No desestimes el poder de la oración en una vida y el efecto que puede tener en un pueblo entero. Te invito a tomar tiempo para leer diferentes oraciones en la Biblia. Examinemos nuestra rutina de oración a la luz de la Palabra y pidamos a Dios que nos enseñe a orar diariamente. ¿Hay algo difícil para Dios? Obedece su Palabra y clama a Él.
Mateo 6: 9-13: “Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.” Al llegar a la conclusión del estudio de la oración modelo, quisiera contemplar el contenido y el motivo de la oración. ¿Por qué orar? Hemos visto por qué cosas podemos orar, pero debemos analizar también el motivo por el que venimos a Dios en oración. Primeramente repaasemos ¿Por qué cosas podemos orar? Hemos visto que por cualquier cosa, por el avance del reino de Dios, por nuestras necesidades espirituales y por las de los demás, por nuestras necesidades físicas y por las de otros, o por protección del mal y del maligno. No siempre vamos a incluir cada uno de los apartados de esta oración, sino más bien Jesús nos presenta los diferentes tipos de oración con que podemos venir al Padre. Tenemos en los evangelios múltiples oraciones de Jesús, y muchas veces eran cortas y específicas. Tenemos también constancia de que Jesús habitualmente se apartaba a orar, y así debemos nosotros también tener momentos dedicados a la oración. Estos momentos son importantes cuando tenemos necesidades que presentar a Dios y cuando no las tenemos también. Ahora puede que te preguntes el motivo de orar en cualquier situación. ¿Por qué debemos orar? Porque dice Jesús en Juan 15: “separados de mí, nada podéis hacer”. En primer lugar, al venir a Dios en oración estamos reconociendo la persona de Dios como nuestra autoridad divina. Cuando oramos, estamos evidenciando que nosotros no tenemos el control, pero Dios sí. Mostramos nuestra dependencia de Dios y voluntariamente nos sometemos a su autoridad, aceptando su voluntad en nuestra vida. En segundo lugar, la oración glorifica a nuestro Padre celestial. Dios ha diseñado el método de la oración para que nos comuniquemos con él. No pide que le traigamos ofrendas, que cumplamos con ritos o que le ofrezcamos sacrificios. Como leemos en 1 Samuel 15, el Señor se complace más bien en nuestra obediencia. Proverbios 15 8 añade: “El sacrificio de los impíos es abominación a Jehová; Mas la oración de los rectos es su gozo.” En tercer lugar, oramos porque así vemos más claramente cómo obra Dios en nuestra vida. Cuando expresamos nuestras necesidades, es más probable que reconozcamos la bendición de la oración contestada. Me encanta ese momento en que veo claramente que Dios ha oído y contestado mi oración. Sabemos que siempre nos oye, pero al recibir contestación sentimos un vínculo especial con nuestro Padre. Así que, ¿Por qué oramos? Oramos porque por medio de la oración vivimos en sumisión a Dios, en adoración a nuestro Padre, y conscientes de Dios y su obra en nuestras vidas. La oración es un privilegio porque por gracia tenemos acceso directo al Padre. “Padre nuestro, vengo a ti porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.”
“Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal.” Una de las bendiciones de la oración es que podemos pedir la protección individualizada de Dios. Esto es un privilegio que tenemos los hijos de Dios. Esta petición de protección tiene dos caras. Por un lado, podemos pedir a Dios que no entremos en tentación. Todos vivimos rodeados de maldad. La Biblia presenta claramente que este mundo que Él creó perfecto está maldecido por el pecado. Hay quien rápidamente echa la culpa a Satanás, o a Adán y a Eva, pero cuidado, porque cada uno de nosotros nos hemos rebelado contra Dios y necesitamos el perdón por nuestros propios pecados, y protección de nuestra propia necedad. Es cierto que como dice Efesios 6:14: “no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.” Pero es mi experiencia que en muchas ocasiones no necesitamos a nadie que nos tiente, sino que como dice Santiago, “cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. ” (1:14) Así que debemos orar y velar, para que no entremos en tentación de pecado. Pero la oración modelo presenta una segunda parte, la otra cara de la moneda. Esto es que Dios me libre de todo mal. A ninguno nos gusta pasar por situaciones difíciles. Cuando contemplo la historia de Job, siempre le pido a Dios que por favor me proteja de la tentación y del maligno. Según la oración que Jesús compartió, es una petición legítima. Que nos libre de las malas influencias, y si hemos de enfrentar la tentación, que nos libre del mal y del maligno. Pablo presenta esta protección completa en 1 Corintios 10:13 “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar.” No importa que nosotros no podamos resistir la tentación solos, porque Él está con nosotros, y si tenemos a Cristo de nuestro lado, somos más que vencedoras (Romanos 8:37). No perdamos de vista las salidas que Dios nos ofrece. Si estamos cogidos de la mano de nuestro Salvador, Él nos librará del mal. ”Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades,” dice Hebreos, “sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.” Jesús, siendo 100% hombre, experimentó como todo ser humano la tentación y el sufrimiento. Más siendo 100% Dios pudo resistir sin pecar. Asidos de Cristo , podemos afirmar con el salmista: “El SEÑOR te guardará de todo mal; él guardará tu vida. El SEÑOR guardará tu salida y tu entrada desde ahora y para siempre.” (Salmo 121:7-8)
Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. El perdón es una parte preciosa de la oración. Nuestra primera oración al Padre es la oración de arrepentimiento del pecador que viene a Dios a través de la obra de Cristo en la cruz. 1 Juan 1: 9 nos promete que “si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.” Todo aquel que viene a Dios arrepentido recibe perdón de pecados. Y cada uno de nosotros que hemos venido a Dios debemos mantener nuestra relación con el Señor al día, porque no podemos ir al Padre confiadamente si tenemos pecados no confesados. Isaías 59:2 dice “vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios” y en Salmo 66:8 dice el salmista: “Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, El Señor no me habría escuchado; Mas ciertamente me escuchó Dios; Atendió a la voz de mi súplica.” El arrepentimiento y el perdón deberían estar presentes en nuestras vidas contínuamente. No tenemos excusa para dejar que nuestro pecado nos separe de Dios, porque Cristo ya pagó por el pecado. Mantengamos abierta la línea directa al Padre. Muchas veces estos pecados que nos distancian están relacionados con nuestra falta de perdón a los que nos rodean. El Señor dice “perdona nuestras deudas así como nosotros perdonamos las deudas a nuestros deudores.” Es importante que al ir a Dios en oración no tengamos deudas de perdón. Santiago 5:16 dice “Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho.” ¿Está siendo eficaz tu oración? Quizás necesites saldar cuentas. Recuerda: El arrepentimiento y el perdón deben formar parte de tu día a día. No acumules deudas. Jesús dijo a sus discípulos en Lucas 17: “Mirad por vosotros mismos. Si tu hermano pecare contra ti, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale. Y si siete veces al día pecare contra ti, y siete veces al día volviere a ti, diciendo: Me arrepiento; perdónale.” Esto refleja esa práctica del perdón continuo. No es nada fácil, y vemos en este pasaje que “Dijeron los apóstoles al Señor: Auméntanos la fe.” Estos no son dos textos separados, y es que necesitamos confiar en Dios para poder perdonar ofensas. Si no, podemos sentir que si perdonamos cada vez que nos piden perdón, puede que se aprovechen de nuestro perdón. Pero si confiamos en que Dios está protegiéndonos, podemos perdonar como él nos perdona. Mantén tu cuenta al día, pide perdón y perdona, y disfruta de una relación contínua con el Señor.
“Vosotros, pues, orareis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.” Hoy estaremos viendo la frase que describe la mayor parte de las oraciones: “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.” Cuando alguien te pide que ores por ellos, suele ser para que Dios les ayude con algo. Solemos ir al Señor a pedir que supla nuestras necesidades. Lo cierto es que a Dios le agrada que sus hijos vayan a él cuando tienen necesidad. El Señor Jesús dice en Lucas 11:9: “yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.” Esto es una bendición de la que podemos disfrutar los hijos de Dios. Quisiera diseccionar la frase para ver lo que el Señor Jesús nos está enseñando aquí. Como hemos visto anteriormente, esta frase no es exhaustiva, y abarca mucho más que la simple petición del pan para el día en el que estamos. En esta frase tenemos representadas todas nuestras necesidades. En primer lugar aprendemos que debemos orar por nuestro pan para el día, aquello que necesitamos nosotros para el sostenimiento diario. La mayoría de nosotras vivimos en un mundo en el que no solo tenemos lo que necesitamos hoy, sino que tenemos nuestras necesidades cubiertas a largo plazo. Eso lo deberíamos ver como un lujo, una bendición de Dios. Es en los momentos en que no tenemos para comprar lo que necesitamos hoy que nos damos cuenta de lo mucho que Dios nos ha dado. Y el versículo 31 de Mateo 6 dice: “No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?” Porque Dios que cuida de las flores del campo y de los pajarillos, también cuidará de nosotros. Pero lo cierto es que eso nos suele parecer poco. 1 Timoteo 6:8 nos exhorta a: “que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto.” El texto de la oración dice “el pan de hoy, dámelo hoy.” Si hoy tenemos suficiente para hoy, debemos agradecer a Dios por haber provisto, y no preocuparnos por lo que comeremos mañana. Por eso debemos venir a Dios agradecidos, y con confianza, presentarle nuestras peticiones, sabiendo que el Señor “sabe de qué cosas tenemos necesidad.” (Mateo 6:8). Continúa el texto diciendo: “buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal.” Ahora bien, quisiera lanzar una advertencia para aquellos que puedan pensar que como Dios ha prometido proveer para sus hijos, no deberíamos preocuparnos por proveer para ti y los tuyos mañana y al siguiente día. Algunos justifican la falta de organización porque al fin y al cabo, Dios nos dará cada día lo que vayamos necesitando. Esto no es fe, sino falta de discernimiento. Antiguamente se cobraba por día de trabajo, pero aún así, Dios enseñó a apartar de esto la décima parte en agradecimiento a Dios y el resto, utilizarlo sabiamente, considerando la idea de guardar para cualquier necesidad inesperada o para ayudar a otros. Hoy en día cobramos mensualmente. Con más motivo debemos organizar el dinero que Dios nos da por medio de nuestro trabajo para poder dar a Dios, para suplir las necesidades diarias de todo el mes y no ser una carga a nadie. Proverbios 31 alaba a la mujer que no tenía que preocuparse porque estaba preparada para cualquier eventualidad. En conclusión, Dios quiere que confiemos en Él para suplir nuestras necesidades, pero también desea que seamos mayordomos responsables de lo que Él nos da, para que podamos ser generosos unos con otros. Gracias a Dios por la oportunidad de trabajar, y por su provisión diaria en cualquier circunstancia.
Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre, venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. Hoy nos centratmos en la frase hágase tu voluntad, para completar la primera parte de la oración modelo que Jesús compartió con sus discípulos cuando estos le pidieron que les enseñara a orar. Hasta ahora hemos visto que en primer lugar, cuando oramos, nos estamos expresando ante el único y sabio Dios, el cual mora en los cielos. Si por fe en Cristo hemos sido adoptadas hijas de Dios, tenemos el privilegio de acercarnos al Dios santo, y debemos venir ante el trono con humildad y confianza, sabiendo que Él nos oye. En segundo lugar, si vamos a Él en oración, debemos desear que su nombre sea santificado, y por lo tanto, debemos nosotras santificar su nombre a través de no solo nuestra alabanza personal, exaltando sus atributos, sino también a través de nuestro andar diario. Como Dios pide de sus hijos, “sed santos, como yo soy santo” (1 Pedro 1:16: Levítico 19-20). En tercer lugar, hemos visto que todo aquel que se acerca a Dios en oración debe anhelar el reino de Dios, promoviendo la extensión de su reino espiritual ahora y esperando activamente su futuro reino definitivo aún por venir. Como nos instruye el Señor en Mateo 6, debemos buscar primeramente el reino de Dios, y Él se encargará de suplir todo lo demás. En cuarto lugar veremos hoy que el deseo de nuestro corazón al acercarnos a Dios en oración debe ser que Su voluntad sea hecha. Es fácil usar la oración como un recurso para que Dios cumpla nuestros deseos, como si de un genio se tratara. Esta es una idea errónea de la oración. Más bien, debemos pensar en la oración como la manera en la que nos conectamos con Dios, para que nuestros pensamientos y deseos se alineen con los de Dios. Al concluir nuestro tiempo de oración con Dios, deberíamos salir renovados, sintiéndonos más cerca a Él, y deseando su voluntad. 1 Juan 5:14 nos alienta con estas palabras: “esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye.” Y sabemos, por Romanos 12:2, que Su voluntad es buena, agradable y perfecta. Hay ocasiones en las que su voluntad no parece la opción más fácil; aún cuando queremos hacer la voluntad de Dios nos es difícil encontrar la fuerza para llevarla a cabo. En esos instantes debemos ir a nuestro Padre celestial clamando, no mi voluntad, sino la tuya, Señor. Jesús mismo nos dejó ejemplo cuando vino al Padre en oración pidiendo que la voluntad del Padre fuera hecha. En Lucas 22:41-44 leemos el pasaje estremecedor que narra la oración de Jesús la noche antes de su crucifixión: “ y puesto de rodillas oró, diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Y se le apareció un ángel del cielo para fortalecerlo. Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.” Esta oración fue difícil para nuestro Señor. Jesús había venido para cumplir la voluntad del Padre, que Él sufriera la muerte de cruz para redimirnos. Pero ¿quién quisiera pasar tal sufrimiento? Jesús oró, no para convencer a Dios para que cambiara el plan, sino para que Dios le diera la fuerza necesaria para hacer su voluntad. Y Dios le envió un ángel para fortalecerlo. Nota la intensidad con la que Cristo oraba; hasta el punto de que su sudor era como gotas de sangre. Y recuerda, no era para que Dios diera su brazo a torcer, sino para aceptar y cumplir Su voluntad. Así como en los cielos la voluntad del Padre prevalece, Jesús nos pide que oremos para que Su voluntad sea hecha aquí el la tierra, en nuestras vidas ahora. Cuando ores, pide que tu voluntad sea hacer Su voluntad. Ruega que te de fuerzas para vivir Su plan en tu vida, y podrás decir con Cristo y con el salmista: El hacer tu voluntad, Dios mío me ha agradado.
“Padre nuestro que estás en los cielos, Santificado sea tu nombre, venga tu reino.” Maranata: ven Señor. El libro de Apocalipsis concluye con estas palabras: “Ciertamente vengo en breve. Amén; sí, ven, Señor Jesús.” Tenemos en la Biblia la promesa de que Cristo volverá para establecer su reino. En Isaías leemos acerca del futuro reino de Mesías y los salmos nos presentan al rey de gloria. Vemos también en 2 Timoteo 4:1 que “el Señor Jesucristo, … juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino.” Y en Daniel 2:44 leemos que "el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido". Sin duda, los hijos de Dios debemos orar con el deseo de que este día llegue, cuando el Rey de reyes establezca su reino. Pero la oración de Jesús “Venga tu reino” significa más que una promesa para el futuro. Como hijas de Dios, debemos desear que el reino espiritual de Dios avance aquí, en la tierra, ahora. Jesús inició su ministerio con estas palabras: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado.” (Mateo 4:17) Mesías había llegado a la Tierra, y todo aquel que arrepentido confiara en Él, podría entrar a formar parte de su reino. En el sermón del monte el Señor Jesús enseñó sobre el reino de los cielos, un reino espiritual al cual pertenecemos por la gracia de Dios. Como leemos en Colosenses 1:13-14 Dios “nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.” Si nos hemos arrepentido y hemos sido salvos por Cristo, hemos entrado al reino del Amado aquí en la Tierra. En Mateo 3, antes de que Jesús comenzara su ministerio encontramos a Juan el Bautista predicando sobre el reino: ”En aquellos días vino Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea, y diciendo: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado. Pues éste es aquel de quien habló el profeta Isaías, cuando dijo: Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, Enderezad sus sendas.” Juan hablaba del texto en Isaías 40:3: Preparad el camino, enderezad sus sendas.” Nosotros hoy día podemos con nuestra oración y con nuestra vida preparar el camino para que el evangelio llegue a los corazones de aquellos que aún no son parte del reino de Dios. Y así “venga tu reino” llega a ser el deseo de su reino aquí y ahora sea extendido hasta ese día futuro en que Cristo establezca su reino definitivo. Bendice al Señor con el rey David en 1 Crónicas 29:11: “Tuyos son, oh SEÑOR, la grandeza, el poder, la gloria, el esplendor y la majestad; porque tuyas son todas las cosas que están en los cielos y en la tierra. Tuyo es el reino, oh SEÑOR, y tú te enalteces como cabeza sobre todo.”
Padre nuestro que estás en los cielos, Santificado sea tu Nombre. Esta parte de la oración del Padre Nuestro parece que sea un deseo de que el nombre de Dios sea santificado, pero en realidad esta frase va mucho más allá. Jesús, para enseñar a sus discípulos cómo orar, comienza con esta frase… Santificado sea tu Nombre. ¿Cómo es santificado el Nombre de Dios? El verbo santificar significa “hacer Santo.” Si la Palabra de Dios nos enseña que Dios es Santo, ¿Podríamos acaso nosotras hacerlo más Santo? La respuesta es que no. Dios no necesita ser más Santo, porque Él es El Santo Dios. Y sin duda, nosotros no podríamos darle a Dios más santidad. ¿Qué es lo Jesús está enseñando sobre la oración con esta frase? Vemos en otras oraciones de Jesús, que cuando él hablaba con Su Padre exaltaba su Nombre. En Mateo 11:25 “Jesús, dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra,...” Y en Juan 12:28 dice: “Padre, glorifica Tu nombre.” Entonces vino una voz del cielo diciendo: “lo he glorificado, y de nuevo lo glorificaré.” De igual modo que Jesús exaltaba el nombre de Dios, nosotros santificamos el nombre de Dios proclamando su santidad y reflejandola en obediencia a la dirección del Espíritu Santo en nuestras vidas. Jesús expresaba su gratitud al Padre en su oración. En Juan 11:41 dice “Padre, te doy gracias porque me has oído. Yo sabía que siempre me oyes;” Nosotros hacemos bien en dar gracias a Dios en nuestra oración, pero debemos también proclamar el carácter Santo de Dios, alabandole por todos sus atributos. Ana oró en 1 Samuel 2:2 “No hay santo como Jehová; Porque no hay ninguno fuera de ti, Y no hay refugio como el Dios nuestro.” En esta oración, Ana estaba santificando el nombre de Dios, proclamando por fe su santidad y mano protectora. Y dice también en el versículo 3 hablando de la Omnisciencia de Dios: “Porque el Dios de todo saber es Jehová, Y a él toca el pesar las acciones.” Los ángeles serafines en Isaías 6 también proclamaban unos a otros, Y en Apocalipsis 4:8 los oiremos decir: «Santo, santo, santo es el Señor Todopoderoso; el que era y que es y que ha de venir, … toda la tierra está llena de su gloria»” Vemos que a través de la Biblia, los hijos de Dios han santificado su Nombre, proclamando su Santidad. ¿Y tú? ¿Proclamas tú el carácter santo y sabio de Dios en tu oración? Jesús te invita a hacer esto como parte de tu conversación diaria con Dios. Verás que al reflexionar en todo lo que Dios es, santificarás a Dios no solo en palabra, sino con tu andar diario. Si no estás segura de cómo comenzar, mira en los Salmos, donde tenemos múltiples ejemplos de oraciones que exaltan el carácter de Dios. Dejo algunos textos en las notas de este devocional para comenzar tu búsqueda. Te invito a santificar Su nombre mientras vivas. Dios es Santo: Salmo 30: 4 Dios es eterno: ” Salmo 102:12, o el 135:13 Dios es Omnipotente: Salmo 89:8 Dios es Omnisciente (todo lo sabe): Salmo 139:1-6 Dios es amor: Salmo 59:17 Salmo 72:18-19: “Bendito Jehová Dios, el Dios de Israel, El único que hace maravillas. Bendito su nombre glorioso para siempre, Y toda la tierra sea llena de su gloria. Amén y Amén.”
Lucas 11:1 “Estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos.” El Señor Jesús oraba. Dado que Jesús es Dios, puede que te preguntes por qué tenía la necesidad de orar. Después de todo, podía convertir el agua en vino, multiplicar panes y peces o sanar a quien Él quisiera. Esto nos lleva a entender que la oración es mucho más que una manera de pedir ayuda para aquello que no podemos hacer solos. La oración es la manera de comunicarnos con el Padre. Ese día Jesús les dió una oración modelo, el Padre Nuestro. Pero como ya hemos visto, no es una oración para repetir, sino un modelo para indicar los diferentes temas posibles para la oración, como estaremos estudiando." “Padre nuestro que estás en los cielos”, dijo Cristo. La oración de Jesús iba dirigida al Padre, y quien va dirigida la nuestra también. Puede parecerte una tontería que enfatice esto, pero es importante que entendamos que la oración que la Biblia enseña va específicamente dirigida al Único Dios Verdadero. Creemos que la Biblia presenta al Dios Trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres personas pero una esencia, Dios. En el Padre nuestro vemos que la oración va dirigida al Padre; el cual mora en los cielos. La Biblia enseña que pedimos al Padre en el nombre del Hijo, Cristo (Juan 14:13) También vemos que el Espíritu mismo nos enseña qué hemos de pedir como conviene (Romanos 8:26). En la oración del cristiano, la Trinidad está presente y activamente incluída. Pero muchos comparan la oración con la meditación, como si estas fueran equivalentes. La meditación de la que muchos hablan hoy en día no cuenta como una oración. Tampoco vale decir un deseo en voz alta, pensando que las buenas vibraciones obrarán un milagro. Si alguien está orando a otra cosa, a otro dios, o meramente verbalizando buenos deseos en voz alta, eso no es la oración bíblica. “La oración eficaz del justo puede mucho” dice Santiago 5:16, dándonos como ejemplo la oración de Elías. Nos dice que Elías, siervo de Dios, con las mismas luchas que tú o yo podamos enfrentar, idió a Dios que controlara el tiempo, y Dios lo hizo. El profeta oró, y recibió contestación conforme al perfecto plan de Dios. Esto es una muestra del poder de la oración que tú y yo podemos experimentar hoy. El justo es todo aquel que ha sido justificado por la obra de Cristo en la cruz. Cuando venimos a Dios por fe, en humildad, confiando en nuestro mediador, Jesucristo, sabemos que nuestra oración es oída por el Padre. Esa oración sincera e íntima de un corazón confiado es una oración con poder. ¿Conoces al Padre? ¿Puedes decir con Cristo “Padre nuestro”? Si no, arrodíllate donde estés, y acércate al trono de la gracia. Confiesa tus pecados y proclama tu fe en Cristo, el Salvador. Él es el que nos hace justos, por su gracia. Si ya has hecho esto, acércate al trono de la gracia confiadamente, y habla con nuestro Padre celestial cuando quieras, desde donde estés, porque él está cercano a los que le invocan de veras.
“Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos. (Lucas 11:1) El Señor les enseñó a orar. Jesús primeramente les advirtió de errores comunes de la oración, y después les dio lo que solemos llamar la oración modelo. Durante las próximas reflexiones miraremos la enseñanza de Jesús sobre la oración en el Padre Nuestro. Pero hoy miraremos un par de peligros de los que el Señor Jesús les advirtió sobre la oración. En el Salmo 145:18 leemos que “Cercano está Jehová a todos los que le invocan. A todos los que le invocan de veras.” ¿Qué quiere decir el salmista con la frase “los que le invocan de veras? El Señor Jesús les enseñó dos ejemplos de oración que Dios no escucha. Vemos en Mateo 6: 7 Jesús les dijo: “Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos.(Mateo 6:7)” Son muchos los que hasta hoy día repiten diariamente la oración modelo que el Señor profirió ese día, casi de manera automática, como si se tratara de recitar un poema. Pero lo cierto es que en ningún sitio en la Biblia vemos que los apóstoles repitieran esta o cualquier otra oración como si de un canto mágico se tratara. Más bien encontramos que a través de la historia, los cristianos han venido ante Dios para abrir sus corazones de manera espontánea, para hablar con Dios desde lo más íntimo de su ser. Y Dios fielmente ha estado atento a las oraciones que vienen de un corazón sincero. Y sabemos que Él nos oye. Además de advertirles de no venir a Dios con fórmulas aprendidas, Jesús les habló del error de orar para impresionar a otros. En Mateo 6:5 les dice ”cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa”. Dios quiere un corazón sincero y una relación íntima con el que le busca. El versículo 6 de Mateo 6 dice: “Mas tú, cuando ores entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.” (Mateo 6:6) “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, dice Hebreos 4:16 para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.” Dios desea que vayamos a él en confianza, sinceramente, y en humildad. Así es la oración que Dios escucha.
Para concluir nuestro estudio del fruto del Espíritu, quisiera que viéramos cómo la ansiedad nos roba la paz que el Espíritu quiere producir en nosotros. Cristo ha hecho posible la paz para el ser humano. Efesios 2:13 y 14 nos dice que “ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz”. La paz interior se hace posible por la obra redentora de Cristo en la cruz. El arrepentimiento personal y la fe resulta en el perdón de pecados y una paz que sobrepasa todo entendimiento humano. Entonces, ¿por qué nos sentimos ansiosas, con dudas o con temor? ¿Puede que sea porque miramos a nuestro alrededor en lugar de mirar a Cristo?Al igual que sucede con la duda y el temor, la solución ante la ansiedad es mirar a Cristo. Hebreos 12:2-3 nos muestra cómo correr la carrera de la fe: “puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe,” Y nos dice “Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar.” Si no queremos desmayar, consideremos a Cristo. Filipenses 4:6 nos dice: “Por nada estéis afanosos,” Puede que pienses, “es fácil decir esto, pero tú no conoces mi situación.” Te recuerdo que Pablo estaba encarcelado en Roma cuando escribió esta carta, y no por ser un malhechor, sino por predicar el evangelio. Pablo continúa dando la solución para la ansiedad. Nos dice que en lugar de afanarnos, vayamos a Dios en oración: “sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.” ¿Tienes ansiedad? Para, ora y alaba. ¿Y cuál es el resultado de esto? Continúa diciendo: “la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.” La paz de Dios es capaz de transformar nuestros pensamientos, si no insistimos en llevar nosotros nuestras cargas. 1 Pedro 5:7 nos dice cómo desprendernos del peso que no nos permite correr, “echando toda nuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de nosotros.” ¿Tienes en tu vida circunstancias que te crean ansiedad? ¿Te preguntas cómo llegarás a fin de mes? Lucas 12- dice: “No os afanéis por vuestra vida, qué comeréis; ni por el cuerpo, qué vestiréis. La vida es más que la comida, y el cuerpo que el vestido. Considerad los cuervos, que ni siembran, ni siegan; que ni tienen despensa, ni granero, y Dios los alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que las aves? En Lucas 12:29 dice Jesús: “Vosotros, pues, no os preocupéis por lo que habéis de comer, ni por lo que habéis de beber, ni estéis en ansiosa inquietud. Antes bien “buscad el reino de Dios, y todas estas cosas os serán añadidas.“ Busca a Dios primeramente, trabaja fielmente, y vé cómo Dios provee. Quizás tienes una situación en tu vida que consideras imposible de cambiar. A esto dice Jesús en Lucas: “¿Y quién de vosotros podrá con afanarse añadir a su estatura un codo? Pues si no podéis ni aun lo que es menos, ¿por qué os afanáis por lo demás? ¿Es tu problema imposible para ti? Déjalo en manos de Dios. Puede que tu problema venga porque tienes personas que te roban la paz? Deja de pelear en tus propias fuerzas; lleva tus batallas al Señor y pídele que lleve Él tus cargas. Te sorprenderá cómo trae paz a tu alma y tiene cuidado de ti. Proverbios 16:7 dice que “Cuando los caminos del hombre son agradables a Dios, Aun a sus enemigos hace estar en paz con él.” ¿Por qué no lo pruebas? Dale a Dios tu situación. Deja a sus pies todo lo que te afana, y comienza a disfrutar el regalo de paz que Él ya te ha dado.
“No temas” Esta frase aparece suficientes veces en las Escrituras para mostrarnos que el temor es típico del ser humano. En situaciones desconocidas, o ante grandes retos es fácil sentir temor y perder la paz. La llamada de Dios a sus siervos a través de la historia siempre ha causado gran temor. Mas Dios les habló diciendo: No temas. A Gedeón, (Jueces 6:23) A Abram, (Génesis) a María (Lucas 1:30) y a José. La misión a la que Dios mandó a muchos de sus siervos era intimidante. Muchos son los que han sufrido defendiendo la Palabra de Dios. Y muchos han temido. Lo sabemos porque en las Escrituras leemos de algunos. A Josué Dios le encomendó la dirección del pueblo diciendo: “Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas.” (Josué 1:9 ) A Jeremías lo anima Dios diciendo: “Tú, pues, ciñe tus lomos, levántate, y háblales todo cuanto te mande; no temas delante de ellos.” A Pablo en Hechos 18:9 le dijo el Señor: “No temas, sino habla y no calles.” (1:17) En Isaías 41 Dios consuela y anima a su pueblo a pesar de sus contínuas caídas : “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia”. Y dice “Yo Jehová soy tu Dios, quien te sostiene de tu mano derecha, y te dice: No temas, yo te ayudo. (Isaías 41:10, 13) Dios siempre ha sido fiel, dando la gracia necesaria para cada situación; no tenían que temer, porque Dios estaba con ellos. Y el día en que temían, en Dios confiaban, como dice el Salmo 56:3. David fue perseguido después de que Dios le prometiera que sería rey, y leemos en el Salmo 55 cómo un íntimo lo había traicionado, y David confiesa su temor diciendo: “Mi corazón está dolorido dentro de mí, Y terrores de muerte sobre mí han caído. Temor y temblor vinieron sobre mí, Y terror me ha cubierto.” Mas vemos que no se amedrentó en tal situación, sino que proclama en el mismo Salmo: “En cuanto a mí, a Dios clamaré; Y Jehová me salvará…Él redimirá en paz mi alma de la guerra contra mí, Aunque contra mí haya muchos.” Y leemos en el Salmo 23: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estás conmigo.” ¿Sientes que estás pasando por una situación difícil? ¿El temor te está robando la paz? No importa la situación; no importa el peligro, si Dios está con nosotros, no tenemos por qué temer. Si estamos en Su voluntad, no hay nada que nos pueda separar de su amor, nos dice Romanos 8. En los momentos de miedo, ve a la Palabra, lee los Salmos. En el 34:4 nos dice el salmista: “Busqué a Dios, y él me oyó, Y me libró de todos mis temores.” Proclama su nombre y deja que Su presencia disipe tu miedo. Dí con el salmista, por fe “ En el día que temo, yo en tí confío.” (Salmo 56:3)
El ser humano lucha con la duda. Nos cuesta tomar decisiones y tendemos a la desconfianza. Después de todo, es fácil elegir mal y no queremos que nos engañen. Pero creo que estaremos de acuerdo en que la duda nos suele robar la paz. En la definición de duda encontramos dos aspectos, la vacilación entre opciones y la incertidumbre ante un enunciado. Sobre el primer aspecto, veamos lo que Elías dijo al pueblo en 1 Reyes 18: 21: “¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él. Y el pueblo no respondió palabra.” Claudicar entre dos pensamientos es la idea de vacilar ante dos opciones. El pueblo debería haberlo tenido muy claro. Debían elegir entre Yahveh, el verdadero Dios, o Baal, un dios falso. Y nos dice la Biblia que el pueblo se quedó callado…. no podían decidirse a seguir a Dios. En Josué 24:15 Josué reta al pueblo de Dios a elegir, mas él no dudó. “Escogeos hoy a quién sirváis…dijo; pero yo y mi casa serviremos a Jehová.” Cuando el pueblo no escogió a Dios sin titubear, estaba practicando la duda. Y vemos en el pueblo de Dios que la duda lo alejó de la paz al mismo tiempo que de Dios. Santiago 1:6 dice que “el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra.” El Señor dice en Deuteronomio 30:19 “A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia;” Dios en este día aún nos da a elegir entre la vida y la muerte. No dudes en escoger a Cristo; Él es la vida. No vaciles sin decir palabra. Escoge sabiamente para que vivas una vida de paz en comunión con Dios. El otro aspecto de la duda es una incertidumbre o podríamos llamarlo incredulidad ante un enunciado. Muchos filósofos han sugerido que la duda es sana, y que todos deberíamos dudar de todo hasta ser convencidos de la verdad. Pero lo cierto es que la duda es un ladrón de la paz. Dios nos ha dejado Su Palabra para que conozcamos la verdad, y Jesús dice en Juan 8:32: “conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.” Jesús es La verdad, y su Palabra es verdad. En los Salmos tenemos constancia de que los estatutos del Señor son verdad, todos justos. Sus promesas son verdad, y su salvación es segura. Muchos son los que dudan de su salvación, pensando que quizá el arrepentimiento y la fe no son suficientes para tener la seguridad de la salvación. Nuestra salvación estaría en peligro si dependiera de nosotros, mas la salvación del cristiano depende de Cristo. Cuando el ladrón en la cruz confesó a Cristo como El Salvador, Jesús le aseguró que disfrutaría vida eterna. “Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.” Lucas 23:43 De cierto te digo, son palabras que disipan la duda y reafirman la certeza del pacto de Dios. Deuteronomio 7:9 “Conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta mil generaciones.” No dudes, porque al dudar, no estarás disfrutando la paz que trae el escoger a Dios, y confiar en Su Palabra. Cuando te venga la tentación de dudar, cita las escrituras. Di con el padre del muchacho de Marcos 9:24 “Creo; ayuda mi incredulidad.”
La vida en el Espíritu produce en el cristiano una paz que sobrepasa todo entendimiento. Cuando el fruto del Espíritu está brotando en nuestro interior, el mal tiempo desde el exterior no puede destruir la paz que Cristo da. Shalom, la palabra hebrea “paz” describe un bienestar interno, un equilibrio perfecto. Los judíos se solían saludar así en los tiempos bíblicos, y todavía hoy día lo hacen. Al comienzo de las epístolas siempre encontramos deseos de paz para los que recibirían la carta. Y es que no hay mejor deseo que podamos tener para otro que Shalom, la paz completa en el Salvador. Como el gozo, la paz interior es el resultado de una vida llena del Espíritu. ¿Deseas experimentar la paz en tu vida? Para ello debes buscar a aquel que es Paz y la produce en cada uno de sus hijos. La Biblia presenta a Dios como el Dios de paz. En Jueces 6:24 Nos cuenta que “edificó Gedeón altar a Jehová, y lo llamó Jehová-salom; es decir, el Dios de paz.” Isaías 9:6, a su vez, presenta al Salvador, Jesucristo como el Príncipe de paz: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.” Pablo, en las cartas a los Romanos, Corintios, Filipenses y Tesalonicenses nos presenta al Señor de Paz, el cual ha vencido sobre el pecado, y está con nosotros siempre. Este Señor de paz, dice Romanos 16:20 aplastará la cabeza de Satanás en breve, cumpliendo su promesa de paz eterna para cada cual que ha puesto su confianza en Él. Esta Paz será completada al fin de los días, cuando Satanás sea destruido para siempre, pero ahora podemos experimentar esta paz si vivimos conectados al Dios de Paz. En 2 Tesalonicenses 3:16 leemos la bendición del apóstol a la conclusión de su carta: “Y el mismo Señor de paz os dé siempre paz en toda circunstancia. El Señor sea con todos vosotros.” Pablo deseó esto para los de Tesalónica, y nosotros podemos beneficiarnos de esta paz a través de su Hijo Jesucristo, el Príncipe de Paz. Pero no podemos olvidar Gálatas 5:17: Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y estos se oponen entre sí.” El pecado en cualquier forma nos robará la paz que Dios tiene para nosotros. Si hay pecado no confesado en nuestras vidas, debemos arrepentirnos para obtener el perdón de Dios y disfrutar del fruto de paz. Pero incluso cuando no estamos viviendo en los pecados de la carne mencionados en Gálatas 5, cuando estamos intentando vivir según la ley de Dios, guardando sus mandamientos, podemos sentir que nos falta la paz. ¿A qué puede deberse? Cuando nuestra fe flaquea, podemos experimentar duda, temor o ansiedad. Estos nos robarán también la paz. Miraremos a cada uno de estos detalladamente para ver lo que la Biblia nos ofrece para combatirlos. Y por la gracia de Dios, podemos disfrutar de su Paz en esta vida, hasta que su paz sea completada el día del Señor. Hebreos 13:20-12 “ Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno, os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo; al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.”
A primera vista estas palabras pueden sonar un tanto extrañas. ¿Qué quiero decir con esto? Hemos hablado de alabar a Dios dándole gracias por lo que ha hecho, está haciendo y hará en nuestra vida. Pero mas allá de esta gratitud verbalizada por aquello que recibimos de Dios, debemos dar gracias por Dios mismo, por lo que Él es. La Biblia está llena de alabanza a Dios. Los Salmos de alabanza o de acción de gracias nos son ejemplo de cómo podemos reconocer y proclamar con nuestra boca las características de Dios que lo hacen Dios sobre todas las cosas. Salmo 71:8 Sea llena mi boca de tu alabanza, De tu gloria todo el día. A continuación quiero compartir una lista de alabanzas en la Biblia que exaltan a Dios con diferentes nombres que describen cómo es Dios, y en los próximos episodios nos enfocaremos en diversas características de Dios para alabarlo específicamente por cada una de ellas. Bendice, alma mía, a Jehová, Y bendiga todo mi ser su santo nombre. Salmo 103:1 Veamos cómo se describe a Dios en la Biblia: Salmo 18:2 Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré; Mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio. Dios es mi roca, mi castillo, mi libertador, mi fortaleza, mi escudo, mi fuerza, mi refugio. (2 Samuel 22:2 “Y dijo: El SEÑOR es mi roca, mi baluarte y mi libertador;”) Por eso Romanos 8 puede afirmar, “si Dios es por nosotros, ¿Quién contra nosotros? Isaías 64:8 “Mas ahora, oh SEÑOR, tú eres nuestro Padre, nosotros el barro, y tú nuestro alfarero; obra de tus manos somos todos nosotros. Él es nuestro hacedor, el alfarero, nuestro Padre y creador. Salmo 23:1 “El SEÑOR es mi pastor, nada me faltará.” Y dice el mismo Jesús en Juan 10:11 Yo soy el buen pastor; el buen pastor da su vida por las ovejas. En Juan 8:12: Jesús les habló otra vez, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. En Juan 6:35 Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás. Él es nuestro Pastor, Él es la luz que nos guía; Él es el pan de vida; el es el Pan y el Agua que nos sustenta. Juan 14:6 Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí. Juan 10:9 Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos. Juan 15:1 Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Dios es la vid y el labrador. Apocalipsis 1:8 Yo soy el Alfa y la Omega --dice el Señor Dios-- el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso. Dios es principio y fin, el Todopoderoso Dios. (1:17) Dios es todo esto y más. Cuando leas la Palabra de Dios, marca todos los nombres que se utilizan para referirse a Dios y para a pensar qué te enseña sobre el carácter de Dios. “Bendice, alma mía, a Jehová, Y bendiga todo mi ser su santo nombre.” (Salmo 103:1) Sea llena mi boca de tu alabanza, de tu gloria todo el día. (Salmo 71:8)
Hemos estado viendo cómo desarrollar una rutina de gratitud y alabanza personal hacia Dios. Ahora podemos dar un paso más para que esta gratitud y alabanza se extienda hacia aquellos que tenemos a nuestro alrededor. Del mismo modo que es fácil fijarse en lo desagradable e ignorar todo lo bueno que tenemos para agradecer, solemos dar por hecho las características positivas de los que nos rodean y sacar a la luz aquellas que nos molestan. Este mal hábito de notar aquello que no nos agrada lo transmitimos a las personas de nuestro entorno. Soy profesora de profesión y he trabajado como editora, y ambos trabajos requieren que note los fallos para poder corregirlos, y creo que este “don” de encontrar fallos me lleva a notar con facilidad aquello que alguien puede mejorar en lugar de lo que ya está bien. Y así suele pasar, que lo correcto pasa desapercibido y sólo se nota aquello que no ha ido tan bien, ¿verdad? Esto lo vemos especialmente con los de casa, donde solemos notar y verbalizar todas las cosas que deben mejorar y no notamos los esfuerzos y los logros. Si eres esposa, pregúntate: ¿Cuándo fué la última vez que le diste las gracias a tu esposo por trabajar ese día, o sacar la basura, o recoger la mesa, o lo que sea que haga? Seguro que puedes encontrar algo por lo que alabarlo. Quizás estés pensado: “pero eso no lo hace por mí”; o “yo también lo hago”, o “es su obligación”. Sí, ¿y qué? ¿No te gustaría a ti que otros notaran que cumples con tus obligaciones en el trabajo, que tomas el tiempo para arreglar la casa, o que ayudas con las tareas de la escuela? Jesús dijo en Mateo 7:12 “todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos”. Si eres madre, practica esta rutina con tus hijos. Dales las gracias cuando te ayuden con algo en casa. Diles que estás orgullosa de ellos cuando realizan su tarea de la escuela. Los psicólogos enfatizan lo bueno y eficaz que es el refuerzo positivo en la vida del niño, y nosotros como cristianos deberíamos ser los primeros en desarrollar el hábito de alabar a nuestros pequeños, verbalizando nuestra gratitud por todo lo que hacen bien. A esto puede que digas: “Si los alabo los voy a malcriar” o “se van a volver orgullosos”. Todo lo contrario. Estarás modelando la gratitud, para que aprendan ellos a tratar a otros así. Filipenses 2 enseña, ”Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros.” La persona que agradece poco y alaba poco da un mensaje de orgullo, como si la otra persona no hiciera nada digno de alabanza Comunica por su falta de alabanza que no valora a otros tanto como se valora a sí mismo. Cristo nos muestra cómo tratar con el prójimo de modo que se sientan valiosos en nuestra presencia, y no usados para nuestra propia gloria. Esto debe comenzar en casa y proyectarse hacia los de afuera. Dios Padre, en Mateo 3:17, alaba a Jesucristo a oídos de los que estaban en el río Jordán ese día: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia.” Y en Lucas 10 y Mateo 11 y 13, vemos a Jesús alabando al Padre. En la misma Trinidad vemos esta práctica. Y 1 Tesalonicenses 5:11 nos exhorta a hacer lo mismo: “animaos unos a otros, y edificaos unos a otros, así como lo hacéis.” “Así como lo hacéis”, los anima Pablo. Cuando lo están haciendo bien, verbalicemos nuestro agrado, y cuando se necesite reprensión, hagámoslo de manera que se sientan amados y valorados, animando y edificándonos unos a otros, para la gloria de Dios.
Prometí que veríamos la práctica de la gratitud y la práctica de la alabanza. ¿Cómo podemos practicar la alabanza en nuestro día a día? La alabanza es la verbalización de la gratitud. El salmista dice en Salmo 28:7 “El SEÑOR es mi fortaleza y mi escudo; en él esperó mi corazón, y fui ayudado; por tanto se gozó mi corazón, y con mi canción le alabaré.” La alabanza comienza con la gratitud de corazón. Primeramente el salmista reconoce que Dios es fuerte y protector y que en su necesidad Dios le ayudó. Esto produjo gozo en su corazón, y alabó al Señor con canción. Si vamos a practicar la alabanza, en primer lugar debemos reconocer las bendiciones de Dios en nuestra vida. Esto es lo que estamos ejercitando cuando practicamos la gratitud. Podemos decir que la alabanza comienza con la gratitud de espíritu. Al hablar con Dios de todas las cosas buenas que vemos a nuestro alrededor, estamos alabando a Dios, ya sea con o sin canción. Algunos piensan que la alabanza tiene lugar cuando nos reunimos en la iglesia a cantar. Sin duda, debemos alabar a Dios en la congregación, pero la alabanza comienza el domingo por la noche, y debe continuar el lunes por la mañana y hasta el siguiente domingo. Dad gracias en todo, orad sin cesar, y estaréis siempre gozosos, ¿recuerdas? Si seguimos esta rutina, el gozo del Señor se mostrará constantemente en nuestras vidas. El libro de los salmos está repleto de alabanza. El salmista, incluso en los salmos de plegaria, cuando echa toda su ansiedad sobre el Señor, siempre acaba dando gracias a Dios por Dios. Esta es la alabanza de corazón por fe. ¿A qué me refiero? Volvamos al salmo 28. David comienza clamando a Dios, rogándole que por favor no lo deje, o desfallecerá como los que descienden al sepulcro. David reconoce su condición y su necesidad. Continúa hablando con Dios de lo dura que es su situación, rogándole que lo libere de aquellos impíos que desean su mal. Y a mitad del salmo reafirma que el Señor sin duda actuará. Por fe, el resto del salmo David se dedica a alabar a Dios por Dios. Hablaré más de esta práctica en otra ocasión, pero en resumen, David enumera incomparables características de Dios. “Bendito sea Jehová, que oyó la voz de mis ruegos” ¿Cómo sabía David que Dios lo había oído? Porque Dios siempre oye. Jeremías 29:12 “me invocaréis, y vendréis a mí, y yo os oiré”; Y David continúa alabando a Dios en su oración: Dios es mi fortaleza. mi escudo, la fortaleza de su pueblo, el refugio salvador de su ungido. ¿Ves cómo David alaba aquello que conoce de Dios? Y cuando acaba el salmo con petición, todavía lo alaba, porque al venir a Dios en oración reconoce que sólo Dios puede hacer lo que le está pidiendo: “Salva a tu pueblo, y bendice a tu heredad; Y pastoréales y susténtales para siempre.” Vemos que David alaba a Dios, reconociéndolo como su Salvador y su Pastor, el que puede bendecirlo y sustentarlo para siempre. ¿Quieres ver el gozo de Dios en tu vida? Practica la alabanza personal. Reconoce a Dios en tu vida y dale gracias por lo que Él es. Exprésale tu gratitud por lo que ha hecho, y por lo que está haciendo ya, y por fe, dale gracias por aquello que le estás pidiendo. Reconoce al Señor en tu vida, porque esa es la mejor alabanza.
Una madre cuyo hijo acababa de tener un accidente de motocicleta muy grave me decía tras una difícil operación y mientras su hijo estaba en cuidados intensivos que estaba muy agradecida a Dios por todo lo que estaba haciendo en su familia. No importaba que su hijo estuviera con los órganos internos dañados, que su esposo enfermo estaba postrado en cama mientras ella iba de un lado para otro atendiendo a su familia. Su gratitud genuina en medio de la prueba me tocó, porque ese mismo día, cuando mi batidora parecía fallarme, mi gozo había desfallecido. Y pensé...mi calabacera… . Si conoces la historia de Jonás, puede que hayas notado que el profeta no era un hombre muy agradecido, al menos en el periodo que nos revela el libro. Lo que vemos a primera vista es su crítica y juicio hacia los ninivitas a los que Dios le había enviado a evangelizar. Jonás había intentado incluso huir para no tener que tratar con ellos. Puede que recuerdes que después de que Dios le tuviera que devolver a la costa por medio del gran pez, Jonás, arrepentido, reconoció la bondad de Dios hacia él y obedeció. Mas después de predicar, se fué a observar el juicio de Dios que él esperaba sobre la gente de Nínive. Nos dice el texto que se preparó un pequeño refugio con las plantas que encontró alrededor, y se echó a reposar. Y Dios hizo que brotara una calabacera que le daba sombra durante el día. Jonás se alegró, pero cuando al día siguiente Dios le quitó la calabacera, este se enojó de tal modo que Dios le tuvo que llamar la atención. No pudo decir como Job: el Señor dió, el Señor quitó, bendito el nombre del Señor.” Job 1:21 He de confesar que a veces yo soy como Jonás. Pongo mi gozo en uno de los regalos de Dios, y cuando esta cosa me falla, mi corazón desfallece. Al meditar en mi vida y mi rutina de gratitud, me doy cuenta de la falta de agradecimiento en mi vida. Si eres como yo, disfrutas de los regalos que Dios te da, pero no das gracias por ello de forma específica, y solo los notas si estos te fallan. Es como si diéramos por hecho lo que Dios nos regala cada día. ¿Qué pasaría si diéramos fin a este hábito de notar lo negativo en nuestra vida y comenzáramos a anotar todo lo bueno del día? Esto es lo que pide Filipenses 4:8: “todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad.” Si te examinas unos días, y ves que lo que es bueno, digno de alabanza pasa desapercibido en tu vida y piensas más en todo lo que es injusto e irritante, quizás debas desarrollar una rutina de gratitud. Podemos comenzar por dar gracias detalladamente por las bondades de Dios, intentando ver todo lo que Dios nos ha dado e intentando no pensar en todo aquello que nos pueda irritar. Cuando hagas esto, puede que descubras que como Jonás, tienes más quejas que agradecimientos. Puede que encuentres que tienes más de una calabacera en tu vida, la cual ni plantaste tú ni la trabajaste, pero te beneficias de ella, y no has dado gracias. Y cuando alguien te toca tu calabacera, lo que brota de tu interior es enojo en lugar de agradecimiento. Pídele a Dios que te muestre tus calabaceras, y una por una, comienza a dar gracias por todo lo que Dios te da. Y cuando estas cosas te fallen, no olvides dar gracias porque te ha permitido disfrutarlas en Su voluntad. En todo dad gracias.
Como he comentado anteriormente, observo que el gozo y la paz parecen ser dependientes del resto del fruto del Espíritu, como si se trataran de frutos que brotan cuando el amor, la bondad, la mansedumbre o la templanza están en flor en nuestra vida. Y es que todo el fruto del Espíritu crece de forma simultánea. Comenté en el episodio anterior que Dios, a través de la historia ha llenado a individuos de gozo, pero veremos también que Dios llena a cada uno de todo lo necesario para realizar la tarea que tiene para nosotros. Ahora quisiera que meditáramos en aquellas prácticas diarias que sirven dos propósitos muy importantes. En primer lugar, nos ayudarán a que el gozo que el Señor nos da se manifieste en nuestras vidas, y en segundo lugar, nos ayudarán también a que el gozo que nos es dado se multiplique. Estas prácticas son la gratitud y la alabanza. Meditemos hoy sobre la gratitud. En 1 Tesalonicenses 5 nos exhorta Pablo no solo a estar gozosos, sino que continúa diciendo, “orad sin cesar, dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús. Pablo presenta tres imperativos: estar gozosos, orad, y dad gracias. Si le das la vuelta a estos tres imperativos, comenzarás dando gracias. Esto te llevará a hablar con Dios, expresando tu gratitud en forma de alabanza, y al hacer esto, descubrirás cómo el gozo del Señor crece en tu vida. Da gracias en todo, ora sin cesar, y estarás siempre gozosa. En medio de lo cotidiano, si miramos nuestra estancia aquí en la Tierra de la manera en que Dios la ha previsto, podemos ver miles de cosas por las que estar agradecidas. ¿Respiras? Da gracias. ¿Puedes ver u oler o escuchar la bella creación de Dios? Da gracias por los sentidos. Algunos no los tienen todos, mas todos tenemos alguno. Gracias a Dios por lo que podemos disfrutar. ¿Quieres saber cuál es la voluntad de Dios para tu vida? 1 Tesalonicenses 5 dice “Da gracias en todo''. Empieza por dar gracias a Dios en todo. Cuando comiences a notar todas las cosas por las que puedes dar gracias en lugar de las cosas que podrían ser distintas, comenzarás el hábito de darle gracias a Dios en oración, por lo que te vas a encontrar orando sin cesar, en cualquier momento del día, conforme vives tu día a día. Y entonces tú misma te sorprenderás del gozo que estarás experimentando, así, como el que no quiere la cosa. Y otros lo verán, y verán el gozo del Señor manifestado en ti y alabarán al Señor. Te invito al reto de la gratitud. Dejemos que el Señor nos llene de gozo y practiquemos la gratitud, para que este abunde en nosotras.