El azar hace de las suyas, en la famosa mesa de novedades un libro buscaba de Gilga: La muerte contada por un sapiens a un neandertal, el nuevo libro de Juan José Millás y Juan Luis Arsuaga.
A Gil le gustan algunos de los epítetos que usa el Presidente en las mañaneras, y lo dice en serio, uno de ellos: cínicos. A Gilga se le quedó en el tintero, así se decía antes, ahora se dice enredado en los bytes, un comentario. Usted lo sabe: resulta que Rafael Barajas El Fisgón le llamó por teléfono a Azucena Uresti durante su programa de radio para hablarle del trágico y ominoso caso de Debanhi.
Gil leía la columna de Pedro Salazar, director del Instituto de Jurídicas de la UNAM, investigador de primera y estudioso imparable de las leyes y la vida jurídica mexicana. Publicada en su periódico El Financiero, la contribución de Salazar cuenta que un experimentado columnista de periódicos y buen amigo le dijo un día que evitara contar en sus colaboraciones quincenales asuntos personales pues esos textos no lograrían ser de interés general.
El asunto hierve como el agua: una nota de la agencia AFP reproducida en su periódico El Economista informa que “la operación simultánea de dos aeropuertos en la Ciudad de México ha provocado distintos incidentes relacionados con la seguridad aérea, advirtió la Federación Internacional de Asociaciones de Pilotos de Líneas Aéreas (Ifalpa)”.
Gil traía un libro entre manos, una gran éxito mundial: No-cosas. Quiebras del mundo de hoy de Byung-Chul Han (Traducción de Joaquín Chamorro, Taurus, 2021). Gamés desconfía de los éxitos inmediatos, extraños, pero ¿qué éxito no es así? Gil arroja a esta página del fondo un puñado de las reflexiones de este filósofo coreano nacido en el año de 1959.
El presidente Liópez Obrador ha puesto en la agenda con Estados Unidos la defensa de la dictadura cubana y su inclusión en la Cumbre de las Américas de los Ángeles. Gil apuesta doble contra sencillo a que Liópez se referirá al asunto a su paso por Cuba en la gira, la primera en forma, que realizará el Presidente de México.
Gamés está de plácemes: el litio es nuestro, doblemente nuestro. Ciertamente la Constitución protege todos los bienes del subsuelo como propiedad de la nación, pero nunca está de más darle una vuelta para que amarre la soberanía. En materia de litio, nadie nos va a robar, porque de que los hay, los hay, unos neoliberales vendepatrias.
Gil meditaba en las reacciones que provocó la votación de la iniciativa presidencial de la contrarreforma eléctrica en la Cámara de Diputados. La más conspicua ha sido la de Mario Delgado, quien ha befado con las peores palabras a quienes votaron en el bloque opositor.
A vistas: la Ley Eléctrica de Liópez Obrador fue declarada constitucional por la Suprema Corte de Justicia. Pero si uno ve con calma, hay que irse con pies de plomo: 7 votos a favor de la inconstitucionalidad y 4 a favor de la constitucionalidad, la propuesta de Loretta Ortiz.
Gil vagaba por las páginas del internet cuando encontró esta carta del presidente Macron y no pudo soportar la tentación de elegir algunos párrafos. Lean y verán algo interesante.
Un libro de Margaret MacMillan lo ayudó a recuperar un trozo de claridad: La guerra. Cómo nos han marcado los conflictos. (Traducción de Lucía Martínez, Turner Noema, 2021).
Gil terminaba la semana con un libro entre las manos: La tentación del fracaso del escritor peruano Julio Ramón Ribeyro (1929-1994). Seix Barral republicó en el año 2021 y en un solo volumen el Diario personal (1950-1978) de Ribeyro, ahora con un prólogo de Enrique Vila-Matas.
Gil considera que quienes piensan y dicen que el Presidente habla de forma incesante de las tlayudas, y que evoca la comida mexicana, es solo para evitar una respuesta al pleitazo que trae en los interiores del gabinete y de su círculo más cercano: Scherer Ibarra, Sánchez Cordero, Gertz Manero. No, que las tlayudas y la abuela de tales bocadillos mexicanos.
La mañanera del Presidente fue como una tornaboda. Aún degustando la miel de la inauguración del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, el Presidente se molestó porque los medios conservadores le dieron espacio en sus pantallas a una señora que vendía tlayudas en un pasillo del flamante aeropuerto.
Gil cerraba la semana con un libro entre las manos: Hombres en tiempos de oscuridad de Hannah Arendt (Gedisa, 1990). Algunas veces buscamos libros, otras los libros nos buscan a nosotros. Arendt buscó a Gamés como si hubiera leído los subrayados de la semana pasada en esta página del fondo, pasajes del Diario de Moscú de Walter Benjamin. Su libro incluye el mejor ensayo que se haya escrito acerca de la obra y la vida del gran escritor judío-alemán.
Hay mañanas en que el Presidente de la República se comporta como papá Goriot, el personaje de Balzac, un hombre conmovido con lágrimas en los ojos, pero otras, las más, como el señor Grandet, el padre de Eugénie, también balzaciano, irascible, inexorable, codicioso y ansioso de poder.
Si Gil ha entendido algo, cosa improbable, la estanflación es una inflación a la alza con estancamiento económico. La tía Eduviges lo dice con énfasis realista: ¿ya vieron lo que cuesta la fruta y la verdura? Al paso que vamos, un agua de limón será más cara que un whisky.
Gil cerraba la semana y un azar le entregó un libro: Diario de Moscú, de Walter Benjamin, publicado por ediciones Godot en el año 2015. Los días y las horas registrados en este diario cuentan la necesidad de Benjamin de viajar a Moscú en el año de 1926 para decidir si se integraría o no al Partido Comunista Alemán.
Gil cavilaba: ¿en qué se parecen un padre y un presidente? En nada, se respondió, pero nuestro presidente insiste en comportarse como un padre. Primero regañó a las mujeres como si fueran sus hijas descarriadas un día antes de la marcha del 8M: que si los grupos se preparaban con martillos, sopletes, mazos, bombas molotov, que si estaban contra la transformación, que eran conservadoras.
Gil meditaba en las migraciones, esos movimientos sociales que mejoran a los países y no pocas veces dejan detrás silencio y dolor. Gamés camina por la colonia Condesa como Pedro por su casa, conoce sus calles de memoria, podría llegar con los ojos cerrados a sus más recónditos lugares.
Gil aceptó no sin melancolía que en materia de periodismo muy pocos se muerden la lengua. La petitehistoire es así. Empecemos por el final: Gamés lo leyó en su periódico MILENIO en una nota de Óscar Ríos, Elizabeth Guzmán y Gaspar Vela: “La fiscalía de Michoacán confirmó que existen evidencias de que hubo fusilamiento en la comunidad de San José de Gracia, pero no se sabe el número de víctimas porque cuando llegaron los peritos el piso estaba recién lavado y no había cadáveres”.
Gil cerraba la semana leyendo las noticias de los primeros ataques ordenados por Putin en contra de varias ciudades de Ucrania, el principio de la primera guerra del siglo XXI. El mundo en vilo. Gamés recobró un libro: El camino hacia la no libertad de Timothy Snyder.
Gil se devanaba los sesos: ¿por qué el Presidente tomó el bat y macaneó a los periodistas desde el primer día de su mandato con singular mal humor y fuerza bruta? Gamés comprendió que no había que devanarse los sesos, la respuesta es más o menos simple: porque en los medios de comunicación, unos más, otros menos, se ha ejercido la crítica más seria al gobierno desaforado que encabeza Liópez Obrador.
Gil no ha comentado ni una palabra de Palazuelos, truhán y fanfarrón, no es fácil ser las dos cosas a la vez y a quien echaron a patadas de la candidatura de Movimiento Ciudadano a la gubernatura de Quintana Roo y del partido mismo. Otra cosa hubiera sido que Chabelo fuera candidato, pero eso no era posible.
En lo alto de una torre de papel encontró un libro: Breviario del olvido. Apuntes para dejar atrás el pasado (Siruela, 2019). Lewis Hyde, el autor, nació en 1945, es poeta, ensayista, traductor y crítico cultural. Este libro reúne fragmentos de textos y de obras de distintas épocas, desde la antigüedad hasta la modernidad. También estamos ante un esfuerzo autobiográfico y un viaje al interior de esta estrella de la literatura de no ficción, según decía David Foster Wallace.
Gil cerraba la semana haciendo una pausa consigo mismo. Entre los libros que la pandemia desapareció, Gamés encontró éste: Agua por todas partes de Leonardo Padura (Tusquets Editores, 2019), un volumen de ensayos personales, informes, relatos, crónicas de su vida, de Cuba, de la novela. Entre ellos, Gilga se detuvo en un texto: “Soñar en cubano: crónica en nueve innings”, una memoria de su amor por el beisbol, el juego de pelota. Gil propone algunas cápsulas narrativas.
Gamés no entiende. O algo peor, sí entiende, pero no quiere entender. La cancillería mexicana no terminaba aún de salir, raspada y hecha un desastre, del bochornoso episodio con la canciller de Panamá a quien llamó inquisidora, del bofetón que el presidente panameño le asestó a nuestro Presidente, del beneplácito que le negaron a Pedro Salmerón y la propuesta de Jesusa Rodríguez como embajadora cuando Liópez Obrador incendió la pradera de las relaciones bilaterales con España.
Amaneció y un sol sin calor enfrió las casas. Gil se antologó de nuevo en su abrigote, herencia de una tía viuda. Alguien le preguntó: de qué parte de Tabasco es su familia, señor. Gamés tuvo que improvisar: de Tenosique de Pino Suárez, allá hice toda mi carrera política. Lo que hace un abrigo, pensó Gamés.
Gil terminaba la semana antologado en su abrigote, herencia de una tía viuda, con el cual parece muchísimo un político tabasqueño. Como ocurre en la vida diaria, de pronto, una aparición, frente a Gamés estaba el monje del Santo Oficio. Sí, ese personaje que escribe desde hace años en su periódico MILENIO.
Un amigo que no malquiere a Gamés le ha mandado el principio del libro de Paul Krugman: Vendiendo prosperidad. Sensatez e insensatez económica en una era de expectativas limitadas: “Un economista de origen indio explicó en una ocasión su teoría personal de la reencarnación a sus alumnos de doctorado en economía: ‘Si son buenos y virtuosos’, les dijo, ‘reencarnarán en físicos.