

img Los ictiosaurios aparecieron hace unos 250 millones de años, a principios del Triásico. Habían evolucionado a partir de reptiles terrestres, de forma parecida a como, mucho tiempo después, evolucionaron las ballenas y delfines a partir de mamíferos terrestres. Los ictiosaurios se parecen a los peces modernos y a los delfines. Tenían el hocico largo y puntiagudo y, generalmente, en las mandíbulas tenían un gran número de pequeños dientes cónicos para atrapar presas pequeñas, como peces y cefalópodos. Las partes duras de las presas, como las espinas de los peces y los picos de los calamares, se retenían sin digerir en el estómago y se regurgitaban. Algunas especies, como Thalattoarchon, un ictiosaurio de más de ocho metros de longitud que vivió en el Triásico medio, hace unos 245 millones de años, eran superdepredadores, equipados con grandes dientes con forma de cuchilla para capturar presas de gran tamaño.


img Dos especies se disputan el título de canguro más grande: Procoptodon goliah y Sthenurus stirlingi. El canguro Procoptodon goliah, que vivió durante el Pleistoceno, alcanzaba los 2,7 metros de altura y pesaba entre 200 y 240 kilos. Tenía en las manos dos dedos muy largos equipados con grandes garras, probablemente para agarrar las ramas y acercarlas a la boca. Vivía en regiones semiáridas del sur y el este de Australia, y también se han encontrado huellas fósiles en la isla Canguro, frente a las costas de Australia Meridional. Sthenurus stirlingi alcanzaba una longitud total de 3,5 metros y un peso de 240 kilos. Tenía la cola más corta y gruesa que los canguros actuales, el cuello corto y los brazos largos.


img La historia de las tortugas marinas se remonta a mediados del Cretácico inferior, hace unos 120 millones de años. La tortuga marina más antigua que conocemos es Desmatochelys. El primer ejemplar de Desmatochelys fue descubierto por un trabajador del ferrocarril cerca de Fairbury, en Nebraska, y descrito por el paleontólogo Samuel Wendell Williston, de la Universidad de Kansas, en 1894. Se trata de una tortuga de metro y medio de largo, con un cráneo de unos veinte centímetros, con grandes fosas nasales. Las patas delanteras tenían forma de remo, y el plastrón, la parte ventral del caparazón, apenas estaba unido a la parte superior. Más tarde se han descubierto otros especímenes en Dakota del Sur, Kansas, Arizona, Canadá y México.


img Hace 252 millones de años, la extinción masiva del Pérmico-Triásico hizo desaparecer el 57% de todas las familias biológicas, el 83% de los géneros, el 81% de las especies marinas y el 70% de las de vertebrados terrestres. Se trata de la mayor extinción ocurrida en la historia de la Tierra, y marca el final de la era paleozoica y el comienzo de la mesozoica. Entre los vertebrados que sobrevivieron a la extinción, el más exitoso fue Lystrosaurus, un terápsido dicinodonto herbívoro, pariente lejano de los mamíferos. Su nombre significa “lagarto pala”. Se han descubierto fósiles de Lystrosaurus en la Antártida, la India, China, Mongolia, la Rusia europea y Sudáfrica.


img En el norte de Groenlandia, en la península de Nansen, se encuentra el yacimiento de Sirius Passet. Descubierto en 1984, desde entonces se han recogido más de diez mil fósiles del Cámbrico medio, hace unos 520 millones de años. En aquella época, el lugar se encontraba en la costa de un continente llamado Laurentia, formado por Groenlandia y Norteamérica, en latitudes tropicales al sur del Ecuador. La fauna de Sirius Passet está formada por artrópodos, esponjas, moluscos, gusanos y otros animales que no se pueden asignar con facilidad a los grupos actuales. Entre estos últimos destaca Halkieria. Aunque se han encontrado fósiles de Halkieria, y de otras especies emparentadas, que forman el grupo de los halkiéridos, por todo el mundo, en 1989 se descubrió en Sirius Passet el único espécimen completo de este animal.


img Hasta el siglo XX, habitaba en las zonas costeras del mar Caribe, el golfo de México y el Atlántico, desde la Florida hasta Colombia y Venezuela la foca monje del Caribe (Neomonachus tropicalis), declarada extinta por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza en 1994. La foca monje del Caribe podía alcanzar los 2,4 metros de longitud, y un peso de entre 170 y 270 kilos. Los machos eran más grandes que las hembras. Se reunían en tierra para descansar y para parir, en grupos de entre 20 y 40 ejemplares, aunque a veces llegaban hasta un centenar. Preferían las playas arenosas en islas y atolones recónditos. Las crías, que nacían alrededor del mes de diciembre, medían un metro de largo y pesaban entre 16 y 18 kilos; estaban cubiertas por un lanugo negruzco. Como otras focas, las focas monje del Caribe eran torpes en tierra, lo que unido a su falta de agresividad y a que no tenían miedo de los humanos, las convirtió en presa fácil para los cazadores.


img Hace unos 110 millones de años, a mediados del Cretácico, la cuenca de Araripe, en el nordeste de Brasil, era una región costera árida donde había una albufera rodeada de vegetación tropical y habitada por dinosaurios carnívoros, pterosaurios, cocodrilos, tortugas y peces. Uno de esos dinosaurios era Irritator challengeri, un espinosáurido pariente del espinosaurio, del que hablamos hace unos años en Zoo de fósiles. El nombre de Irritator refleja la frustración de los paleontólogos del Museo Estatal de Historia Natural de Stuttgart cuando recibieron el cráneo de este dinosaurio, que habían comprado a unos traficantes de fósiles. El cráneo estaba aplastado y en parte machacado, y faltaba el extremo del hocico. Aunque el lado derecho estaba bien conservado, el izquierdo había sido dañado durante la recolección.


img Hace unos meses, hablando del gran varano australiano Megalania, citábamos a Quinkana, un cocodrilo de tres metros de longitud, entre los grandes depredadores australianos. A diferencia de los cocodrilos actuales, de vida acuática, Quinkana vivía y cazaba en tierra firme. Este cocodrilo apareció hace unos veintiocho millones de años, a finales del Oligoceno, y se extinguió a finales del Pleistoceno, hace unos diez mil años. Sus restos se han encontrado sobre todo en Queensland, en el nordeste de Australia. Su nombre procede de los quinkans, unos espíritus de la mitología de los aborígenes Kuku Yalanji, representados como figuras humanoides muy estilizadas, o más raramente como cocodrilos, en las pinturas rupestres de la región.


img Hace más de un siglo, en 1899, el geólogo canadiense George Frederick Matthew describió una espina fósil aislada con el nombre de Orthotheca corrugata. Con una simple espina no es mucho lo que se puede hacer, pero Matthew la relacionó con el género Orthotheca, que por entonces se consideraba un gusano anélido, aunque hoy se clasifica en el grupo de los hiolitos, unos pequeños animales de concha cónica que vivieron en el Paleozoico. Corrugata significa “acanalada”, pues así era la espina fósil, que se había encontrado en el monte Stephen, en el sudeste de la Columbia Británica, donde también se encuentra el famoso yacimiento de los esquistos de Burgess. Fue allí donde años más tarde, en 1911, el paleontólogo estadounidense Charles Doolittle Walcott encontró varios fósiles con las mismas espinas, que clasificó como gusanos poliquetos con el nombre de Wiwaxia.


img Hace casi doscientos años, en 1832, el derrumbamiento por la lluvia de una colina en Arkansas dejó al descubierto un alineamiento de huesos más o menos circulares que se extendían dispersos a lo largo de más de cien metros. Algunos de estos huesos se usaron como morillos, para apoyar la leña en los hogares, pero el propietario de las tierras, el juez Henry Bry, pensó que pertenecían a algún tipo de monstruo marino y podían tener interés científico; pudo rescatar unos pocos, que envió a la Sociedad Filosófica Americana de Filadelfia. Así comenzó la historia moderna del Basilosaurus, un superdepredador marino que vivió en los mares tropicales y subtropicales durante el Eoceno superior, hace entre 41 y 34 millones de años. Medía entre 17 y 20 metros y fue uno de los primeros cetáceos conocidos.


img Los dinosaurios acorazados forman el suborden de los tireóforos, que significa “portadores de escudo” en griego. Los tireóforos evolucionaron de pequeños dinosaurios herbívoros bípedos corredores. Aparecieron en el continente septentrional de Laurasia, que más tarde dio origen a Eurasia y Norteamérica. Hoy hablamos de Scutellosaurus, que vivió en Arizona durante el Jurásico inferior, hace alrededor de 196 millones de años. Emausaurus, que vivió en el norte de Alemania quince millones de años más tarde, y representa la transición de la bipedia a la cuadrupedia. Mejor conocido es Scelidosaurus, de cuatro metros de longitud y poco menos de trescientos kilos de peso, que vivió hace 190 millones de años en lo que hoy son las islas Británicas.


img Hace más de 50 000 años, cuando los primeros pobladores humanos llegaron a Australia, tuvieron que enfrentarse a tres grandes depredadores hoy desaparecidos. Uno de ellos era el león marsupial, del que ya hemos hablado. El león marsupial tenía un tamaño intermedio entre un leopardo y un león. Más grande era el segundo depredador extinguido: Quinkana, un cocodrilo terrestre de unos tres metros de longitud. Pero a ambos los superaba el megalania, el lagarto terrestre más grande conocido. No se ha descubierto ningún fósil completo del megalania, así que las estimaciones de su tamaño son poco precisas. El paleontólogo Ralph Molnar, en un estudio comparativo con las especies vivientes más próximas, propone que el megalania podía alcanzar 7,9 metros y un peso de 320 kilos de media, con un máximo de 1940 Kg.


img Hace 505 millones de años, a mediados del Cámbrico, parte de lo que hoy son las montañas del oeste del Canadá se encontraba bajo el mar, cerca de un acantilado submarino vertical. De tanto en tanto, un alud de barro cubría el lecho marino. Los seres vivos que tenían la mala suerte de encontrarse allí morían por la falta de oxígeno y quedaban enterrados. Así surgió la formación geológica de los esquistos de Burgess, donde, en 1966 el paleontólogo británico Harry Blackmore Whittington descubrió un nuevo ejemplar muy bien conservado de Opabinia, un animal tan extraño que en la primera presentación pública del análisis de Whittington, la audiencia estalló en carcajadas. Con una longitud total de unos diez centímetros, su característica principal es la trompa o probóscide hueca y flexible que se proyecta hacia abajo desde la parte inferior de la cabeza.


img Hace tres décadas, en los años noventa, la biología molecular revolucionó la clasificación de los seres vivos. Hasta entonces, las clasificaciones estaban basadas exclusivamente en caracteres anatómicos, lo que en muchos casos indujo a error. Por ejemplo, se creía que los parientes más cercanos de los hipopótamos eran los cerdos y jabalíes hasta que la genética demostró que están más próximos a los rumiantes. Pero lo más sorprendente es que tampoco los rumiantes son los parientes más cercanos de los hipopótamos; los parientes vivos más cercanos de los hipopótamos son… los cetáceos, o sea, las ballenas y delfines. Así que los cetáceos se tienen que clasificar dentro del grupo de los ungulados, con las vacas, los cerdos, los ciervos, los antílopes, los camellos…


img Hace unos 98 millones de años, a mediados del Cretácico, el norte de la Patagonia argentina era una región árida con campos de dunas atravesados por cursos de agua con grandes variaciones estacionales, y con algunos parches de bosques pantanosos. Allí habitaban peces, anfibios, tortugas, serpientes y mamíferos primitivos, pterosaurios y una gran variedad de dinosaurios. Entre los dinosaurios carnívoros, el mayor es Giganotosaurus, uno de los mayores depredadores terrestres de todos los tiempos. Su nombre significa en griego “lagarto gigante del sur”. Los restos más completos de Giganotosaurus corresponden a un individuo de doce a trece metros de largo, con un cráneo de metro y medio a metro ochenta, y un peso de entre cuatro y catorce toneladas. Este esqueleto se expone en el Museo Paleontológico Ernesto Bachmann, en Villa El Chocón, localidad de la provincia argentina del Neuquén, a dieciocho kilómetros del yacimiento donde se descubrió.


img En 1915, el palentólogo Maurice Mehl describió, a partir de unos restos fósiles descubiertos unos años antes en el oeste de Wyoming, “una criatura musculosa y ligera, posiblemente bípeda ocasional, y seguramente veloz”, con el nombre de Poposaurus, por la formación geológica en la que se encontraron los fósiles, Popo Agie [Popo Sha], que en la lengua crow significa “río gorgoteante”. Poposaurus era un depredador bípedo de unos cuatro metros de largo, de los que la mitad corresponden a la cola, y entre sesenta y cien kilos de peso, que vivió hace unos 210 millones de años en el sudoeste de los Estados Unidos. A lo largo de las décadas, Poposaurus se ha catalogado en diferentes grupos de dinosaurios: ornitisquios, sauropodomorfos, estegosaurios, terópodos… Sin embargo, en 1977, el paleontólogo inglés Peter Galton lo reclasificó con los pseudosuquios, arcosaurios más próximos a los cocodrilos que a los dinosaurios.


img En 1630, apareció en la costa este de la isla de Hainan, en el sur de China, un monstruo marino con cabeza de tigre y dos alas, que devoraba a la gente y al ganado. El gobernador ofreció sacrificios de vino y animales para apaciguarlo. Este relato, muy exagerado, se refiere seguramente a un cocodrilo, pero ¿hay cocodrilos en China? Hoy en día, el único cocodrilo que habita en China es el aligátor chino o aligátor del Yangtze (Alligator sinensis), que sobrevive en unos pocos ríos del este del país. Pero es dificil identificar este cocodrilo tímido y dócil, que no pasa de dos metros de longitud, y que se alimenta fundamentalmente de peces y ranas, con el monstruo marino de Hainan. El 9 de marzo de 2022, un grupo de científicos de China y Japón ha publicado la descripción de un nuevo género y especie de gavial, Hanyusuchus sinensis que podría arrojar luz en el estudio de la cultura china antigua.


img Hace seis mil años, cuando los primeros humanos llegaron a Cuba, se encontraron con una fauna mucho más rica y diversa que la actual. Entre los mamíferos, llama la atención la presencia de varios géneros de perezosos terrestres de diversos tamaños. El mayor de los perezosos cubanos es Megalocnus, un cuadrúpedo de un metro de alto, metro y medio de largo y noventa kilos de peso que, según las dataciones por radiocarbono de sus restos, se extinguió hace unos 4700 años. Probablemente, estos grandes perezosos se encontraban entre las presas favoritas del murciélago vampiro, que actualmente está extinto en la isla. También existió el pequeño mono semiarborícola Paralouatta varonai, semejante a un mono aullador, aunque con la cola más larga. Otro grupo de animales endémicos de las Antillas, las jutías, tiene también su representante extinto en Cuba. Un animal extinto más reciente es el el guacamayo cubano (Ara tricolor), desaparecido en el siglo XIX.


img Hace unos quinientos millones de años, a mediados del Cámbrico, habían aparecido ya muchos de los grupos de animales pluricelulares actuales, como los moluscos, los artrópodos, los equinodermos y los cordados. La gran diversificación de formas animales de aquella época produjo también muchos fósiles de difícil clasificación, como los vetulícolas. Tan difícil en este caso, que incluso su nombre, vetulícolas, no compromete a nada; simplemente significa en latín “habitante viejo” o “habitante de la antigüedad”. Los vetulícolas son animales marinos; su cuerpo recuerda vagamente a un renacuajo, está formado por una cabeza voluminosa, con la boca en el extremo anterior y cinco aberturas redondas u ovaladas alineadas a cada lado, que se han identificado con branquias; y una cola larga y generalmente aplanada que termina en el ano y que en los vetulícolas más primitivos está formada por siete segmentos


img Hace más de siglo y medio, en 1857, llegaron a manos del paleontólogo inglés Richard Owen trece vértebras fósiles descubiertas cerca de Tesalónica, en Grecia. Al publicar su descripción en el boletín trimestral de la Sociedad Geológica de Londres, Owen las identificó como pertenecientes a la víbora más grande conocida, a la que bautizó con el nombre de Laophis crotaloides. Las vértebras de Owen se perdieron, y no quedó ninguna prueba tangible de la existencia de esta enorme víbora hasta 2014, cuando se descubrió en la misma región una vértebra perteneciente a la misma especie. Se calcula que esta serpiente, que vivió durante el Plioceno inferior, hace entre cuatro y cinco millones de años, alcanzaba los tres o cuatro metros de longitud.


img El 21 de marzo de 2011, en la mina a cielo abierto Millennium, en la provincia canadiense de Alberta, la pala excavadora de un trabajador llamado Shawn Funk tropezó con unos restos fósiles. La empresa notificó el hallazgo al Real Museo Tyrrell y dos días después se presentaron en la mina el paleontólogo Donald Henderson y el técnico Darren Tanke. Los científicos se sorprendieron al descubrir que los nuevos fósiles correspondían a un dinosaurio acorazado en excelente estado de conservación. La nueva especie fue bautizada con el nombre de Borealopelta markmitchelli. El nombre genérico, Borealopelta, significa “escudo boreal”. Medía en vida cinco metros y medio de largo y metro y medio de alto, y pesaba más de una tonelada. Todo el cuerpo, salvo la cabeza, el vientre y las patas, está protegido por un blindaje casi continuo formado por centenares de placas óseas de entre cinco y treinta centímetros, dispuestos en filas muy juntas.


img Hace 18 millones de años, en el Mioceno, la región que hoy ocupa el noroeste del lago Victoria estaba cubierta de selva, con un clima cálido y húmedo. Por aquella época se había empezado a formar el Rift del África Oriental, y el vulcanismo era intenso. Las colinas Kisingiri, en el oeste de Kenia, son los restos de la chimenea de uno de aquellos volcanes, cuyo cono se extendía por lo que hoy son las colinas Rangwe y las islas de Rusinga y Mfangano, en la costa keniana del lago Victoria. Aunque en el Mioceno el lago Victoria aún no existía. El volcán Kisingiri sufrió una serie de erupciones explosivas que cubrieron de cenizas un área de más de cien kilómetros de diámetro. Los fósiles cubiertos por aquellas cenizas, desde orugas y bayas hasta primates y elefantes, se han conservado en un estado excelente. Entre 1947 y 1948, Louis Leakey y su esposa, la antropóloga Mary Leakey, llevaron a cabo la primera excavación sistemática en la isla de Rusinga. Allí desenterraron unos quince mil fósiles, entre los que se encontraron restos de Proconsul, un mono arborícola sin cola, de brazos largos, que se desplazaba a cuatro patas sobre las ramas.


img Hace unos 125 millones de años, a principios del Cretácico, apareció en Eurasia un grupo de pterosaurios con unas características únicas, que los paleontólogos han agrupado en la familia de los tapejáridos. Estos pterosaurios, de tamaño pequeño o mediano, presentan una cresta ósea sobre el hocico, que en algunas especies sostiene una cresta aún mayor de tejido blando y fibroso, hecha de queratina, que se extiende hacia arriba y hacia atrás sobre el cráneo. Aunque tenían los ojos pequeños, su vista era excelente, mucho mejor que la de otros pterosaurios, y probablemente era el sentido que más utilizaban. En lugar de dientes, tienen un pico grueso de queratina semejante al de los loros. Los hombros son estrechos y bajos, de manera que las alas se unen al cuerpo más cerca del abdomen que de la espalda; su silueta recuerda a la de algunos aviones.


img Yunnan es hoy en día una región montañosa del sur de China que goza de un clima subtropical húmedo, pero hace unos 520 millones de años, en el Cámbrico inferior, se encontraba bajo el mar, cerca de la costa del supercontinente de Gondwana. Allí existía uno de los primeros ecosistemas complejos que conocemos y sus restos se han conservado de forma extraordinaria en los yacimientos de Chengjiang. Los fósiles se extienden por diez mil kilómetros cuadrados y se conservan no solo los esqueletos y tejidos duros, sino también las partes blandas y los rastros de una gran variedad de organismos que constituyen un testimonio de la diversificación de la vida en la Tierra. En uno de los yacimientos se han encontrado cientos de especímenes juveniles, lo que ha permitido además estudiar el desarrollo de muchos de estos animales.


img En 1957 se encontró en las cercanías del faro de Slip Point, en la costa de Washington, al sur de la isla canadiense de Vancouver, una mandíbula y un fragmento de cráneo, restos fósiles de un mamífero carnívoro desconocido. En 1960, el paleontólogo Ruben A. Stirton, del Museo de Paleontología de la Universidad de Berkeley, creó para ellos la nueva especie Kolponomos clallamensis, aunque no sin polémica. Años después, tras la aparición de otros restos se llegó a la conclusión de que Kolponomos fue uno de los primeros intentos de vuelta al medio acuático de la línea evolutiva que, a partir de los osos, o más bien de sus antepasados, condujo a la aparición de los pinnípedos: focas, morsas y leones marinos. Vivía en la costa noroeste de Norteamérica, y ocupaba un nicho semejante al de dos mamiferos marinos actuales: la nutria marina y la morsa.


img Halszkaraptor vivió en Mongolia a finales del Cretácico, hace unos 75 millones de años. Es un dinosaurio bípedo del tamaño de un pato, o seguramente algo más grande: el esqueleto que conocemos corresponde a un joven de un año de edad. La cabeza mide siete centímetros de largo. El hocico, largo y aplanado, con forma de cuchara, está muy vascularizado; probablemente estaba dotado con órganos sensoriales muy sensibles. El cuello es muy largo, constituye la mitad de la longitud total del animal. Los brazos son cortos; las patas traseras, largas y fuertes; y la cola, corta y flexible.


img En 1988, el paleontólogo estadounidense Timothy Rowe definió los mamíferos como un grupo terminal, lo que en términos filogenéticos se refiere al grupo formado por el ancestro común de todos los mamíferos vivientes y todos sus descendientes, extintos o no. Sin embargo, hay algunos grupos de fósiles cuya posición en el árbol evolutivo no está clara, no sabemos si son verdaderos mamíferos, o si se ramificaron antes de la aparición de estos. Uno de estos grupos es el de los gondwanaterios, que toman su nombre del supercontinente de Gondwana, formado por Sudamérica, África, Arabia, Madagascar, la India, Australia y la Antártida, que se empezó a disgregar en el Jurásico. Los gondwanaterios vivieron en estos continentes desde el Cretácico, hace unos setenta millones de años, hasta el Mioceno, hace 17,5 millones de años. Hasta hace muy poco tiempo, solo los conocíamos por dientes y fragmentos de mandíbulas, y por un solo cráneo.


img Hace ya doce años empezamos este programa de Zoo de fósiles hablando de Acanthostega, el pez de ocho dedos. Acanthostega, que vivió hace unos 365 millones de años, está cerca del antepasado de todos los vertebrados terrestres, aunque él mismo era un animal acuático, sus patas eran incapaces de sostenerlo fuera del agua. Esto no quiere decir que no hubiera otros vertebrados terrestres en esa época, o incluso antes; seguramente Acanthostega descendía de un linaje de especies terrestres que volvieron prematuramente al agua. Nuestro protagonista de hoy, Tiktaalik, era capaz de arrastrarse por tierra firme como una foca, y es más antiguo que Acanthostega: Vivió en lo que hoy es la isla de Ellesmere hace unos 375 millones de años, a finales del Devónico.


img Hace 193 millones de años, a principios del Jurásico, el clima del centro-oeste de los Estados Unidos, por entonces en el interior de Pangea, era cálido y seco. En las orillas de los ríos crecían bosquetes de coníferas rodeados de desiertos arenosos. En estos oasis encontramos multitud de animales, en la cúspide de la pirámide ecológica se encuentra Dilophosaurus, un dinosaurio de unos siete metros de longitud, algo menos de dos metros de altura, y cuatrocientos kilos de peso. Era el animal terrestre más grande de Norteamérica en su época. El rasgo más distintivo de esta especie es el par de crestas longitudinales que recorren la parte superior del cráneo. Estas crestas semicirculares, formadas por hueso muy delgado, no se han conservado completas en ningún espécimen, y probablemente estaban recubiertas de queratina, así que no conocemos su aspecto ni su tamaño real. Tampoco sabemos qué función tenían; parecen débiles para usarlas en combates, y posiblemente eran reclamos visuales para el reconocimiento de la especie o para atraer pareja.


img Hace solo dos millones de años, a principios del Pleistoceno, había en el mundo cuatro estirpes de anfibios. Hoy solo tenemos tres: las ranas y sapos, de cuerpo corto y grueso, patas traseras más largas que las delanteras, y generalmente sin cola; las salamandras y tritones, de cuerpo largo y cilíndrico, patas cortas y cola larga; y las cecilias, que no tienen patas. La cuarta estirpe es la de los albanerpetóntidos, de la que conocemos entre diez y veinte especies repartidas en seis géneros, y que vivieron desde mediados del Jurásico hasta el Pleistoceno. Los albanerpetóntidos son animales pequeños, de pocos centímetros de longitud, semejantes a lagartijas o salamandras con la piel cubierta de escamas óseas parecidas a las de los peces.