

En lo profundo de nuestro ser sabemos que hay más que podemos conseguir en la vida. Quizá no sabemos de qué cosa queremos más, pero el deseo profundo está ahí. Seguimos intentando conseguirlo, aunque no sabemos qué es lo que queremos alcanzar. Lo único que sabemos es que aún no hemos llegado allí.


¿Qué es trazar un círculo de oración? Es la decisión de orar tanto tiempo como sea necesario, y cuando hablo de tiempo no hablo de cantidad sino de perseverancia y persistencia.


Sin importar cuan productivas sean nuestras vidas, siempre hay algo más alto que alcanzar. Nos beneficiamos al relacionarnos con quienes tienen visión para sus vidas y la persiguen.


Cuando Jesús les dijo a sus discípulos “pasemos al otro lado”, él les estaba asegurando que llegarían a salvo al otro lado. Aunque Jesús nunca les dijo que enfrentarían una tempestad, pero él si estaría con ellos.


Como líderes en la iglesia lo que realmente queremos ver es más gente que crea y crezca en las verdades del evangelio. Por ejemplo, que su su esperanza esté puesta en Cristo, que estén viviendo una vida donde confiesen su pecado y que estén viviendo vidas transformadas luego de haber creído en el evangelio.


Nada podemos lograr sin su presencia en nuestras vidas. Él está en todo lugar pero no en todo lugar él se manifiesta.


El evangelio es un mensaje que transforma vidas con la semilla incorruptible de la Palabra de Dios.


Si la persona y la obra de Cristo es proclamada como el centro de la predicación, entonces las personas recibirán el único mensaje que puede transformar sus vidas.


La meta del cristianismo no es practicar una religión sino conocer realmente a Dios y experimentar el poder de la vida incomparable de su Hijo en nosotros.


Es hora que la Iglesia lleve el reino a los rincones más oscuros de la sociedad. Es en las situaciones más oscuras de la gente que Dios revela su gracia. Hay almas enredadas en los pecados de la vida y cubiertas con lodo de vergüenza y culpa que esperan ser rescatadas.


Toda iglesia local puede ser o un estanque o un río. Con esto en mente, consideremos el contraste entre el estanque de Betesda y el río de Ezequiel.


¿Qué se necesita para ver a la gente venir a Cristo? Esencialmente se necesitan tres cosas. Descubramos en este episodio, cuáles son estas tres cosas.


Las iglesias con un enfoque hacia afuera están llenas de personas que desean alcanzar a los perdidos. No dejan que ninguna excusa los detenga.


Quizás por años nos hemos distraído y consumido por nuestros propios problemas. Necesitamos volver a conectar con Jesús y que él reavive nuestra llama evangelizadora.


La iglesia existe para… llevar a otros a Dios, edificar a los que ya son hijos de Dios y desarrollar vida de comunidad para continuar extendiendo el reino de Dios.


¿Cuál debería ser nuestra meta como padres? Según las Escrituras, el objetivo, o la meta de Dios es tener descendientes piadosos que reflejen Su gloria y representen su señorío en la tierra como su imagen.


Al ver a Jesús en la cruz, muriendo, parecía que el diablo por fin había ganado. Sin embargo, en la cruz, Jesús reveló un gran misterio porque en ella escondió tres cosas.


Necesitamos nuestra zarza ardiente, en donde percibimos que Dios nos invita a asociarnos con él de forma personal e intencional para cambiar al mundo.


Estamos en la tierra para aportar algo. No fuimos creados solo para consumir sus recursos y ocupar un lugar. Dios nos diseñó para hacer una diferencia con nuestra vida.


Después de Pentecostés, ya no eran unos pocos sacerdotes escogidos para actuar como itermediarios con Dios, cada seguidor de Jesús se convirtió en sacerdote.


Cristo fue el siervo por excelencia. No podemos dejar de servir porque su Espíritu llenó nuestros corazones. Al servir, estamos siendo lo que por naturaleza somos.


Grandes tareas requieren grandes resultados, pero sobre todo grandes respuestas, es decir, la forma o la actitud cómo respondemos ante las grandes responsabilidades que el Señor nos da.


Todo aquello que tenía la intención de alejarnos y separarnos de Dios, en sus manos se convierte en una herramienta, para acercarnos más a él y transformarnos más como él.


Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres (San Juan 8:31-32).


La pureza viene de Dios, en nosotros no hay capacidad para vivir en pureza. Así como el campo de batalla de los pensamientos es la mente, el campo de batalla de la pureza es el corazón.


En ti confiarán los que conocen tu nombre, por cuanto tú, oh Jehová, no desamparaste a los que te buscaron (Sal. 9:10)


Dios se ha revelado como Dios de generaciones. Cuando él hace un pacto con un hombre, lo hace también con los descendientes o las generaciones del hombre con quien él hizo pacto.


Nos volvemos apasionados por Dios y su reino, teniendo un encuentro con él; exponiéndonos con intención a él. Reconociendo nuestra necesidad de él.


Existe una condición del corazón que si no se examina, apaga la pasión por Dios e impide llevarla a una mayor intensidad. La Biblia llama a ese mal un corazón endurecido.


Laodicea, era autocomplaciente, carecía de pasión, compromiso y santidad. Como muchas iglesias de hoy, era correcta, pero sin conciencia del Señorío de Cristo.