En el monte de la transfiguración, cuando Jesús está radiante ante sus discípulos, Dios nos muestra su gracia y su voluntad de salvarnos. Allí aprendemos que solo el amor de Dios puede salvarnos de nuestros pecados. Porque solo a través de la obediencia de Jesús a la ley perfecta de Dios nuestros pecados son perdonados y nuestra vida es cambiada por la eternidad.