Todos somos vulnerables. El pecado nos debilita y hasta nos hace cuestionar la buena voluntad de Dios. Pero, aun así, Cristo, la roca eterna, nos sigue. Así como estuvo con los israelitas en el desierto, está con nosotros ahora. Cristo es la roca que nos encuentra y se mantiene firme a nuestro lado. En él nos podemos apoyar y encontrar el terreno firme para la vida.