Tenemos que ser amables porque Dios lo manda.
Podemos ser amables porque el Espíritu nos capacita.
Nos conviene ser amables porque produce resultados concretos.
La amabilidad:
a. Es una clara muestra de respeto y consideración a los demás por lo que son como personas.
b. Es un regalo que le obsequiamos a los demás, no esperamos nada a cambio.
c. Produce resultados en el ánimo, la salud y el pensamiento tanto nuestro como de los demás.