

Nadie está exento. No puede ser evitado. Si tienes pulso, vas a sufrir. Dios nos orienta, a través de su Palabra, a cómo podemos llegar a tener una comunión más profunda con Él por medio del sufrimiento. También nos enseña qué debemos pedir en la aflicción y cómo podemos ser felices a pesar de las circunstancias.


Tanto el castigo de nuestros pecados, como nuestra justificación para la vida eterna, son una manifestación del amor de Dios. Cristo en la cruz nos muestra toda la ira de Dios, al mismo tiempo que nos manifiesta todo su amor.


Las dos naturalezas de Cristo es el profundo misterio del infinito Hijo de Dios entrando en el tiempo y en el espacio, asumiendo la naturaleza humana.


Jesús nació. Jesús no fue ni un espectro, ni un ángel, ni un extraterrestre. El creador hecho criatura. Lo eterno debió nacer, lo infinito se hizo finito, el sustentador se dejó ser sustentado. Es el bendito misterio de la encarnación.


Dios vino a buscarnos. Él decidió adoptarnos. Y lo hizo pagando el precio por nuestra adopción en Jesucristo, su hijo. Dios nos recuperó, sin merecerlo.


La Biblia dice que fuimos escogidos antes del mundo haber sido creado. Si nos escogió antes, no hay ninguna posibilidad de mérito nuestro en esa elección. Su elección fue llena de gracia, libre, soberana e incondicional. Él no dejaría de ser Dios si no nos hubiese escogido, pero nos amó con amor eterno y nos atrajo a sí mismo con cuerdas de amor.


El pecado original rompió la relación con la fuente de la vida. De ahí que estamos muertos. Pero la propia fuente de la vida, el mismo Señor Dios al que habían traicionado, rompe el silencio con una frase de esperanza: ¿Dónde estás?


Fuimos creados para vivir en una relación con Dios. Por eso, todo tipo de autonomía siempre tendrá consecuencias terribles. A pesar de que pueda parecer una buena opción, la desobediencia siempre nos separará de Dios y de la vida que Él tiene para darnos.


¿Cómo podríamos mantenernos firmes en la fe, confiando en el cuidado del Señor frente a una tragedia, o a una pérdida, o a una injusticia si Él no controlara todas las cosas? La única forma posible es tener la certeza de que nada toma por sorpresa a Dios.


El relato de la creación fue escrito para que el pueblo de Israel conozca quién es ese Dios que los libertó de la esclavitud y los redimió. De la misma manera nosotros llegamos a conocer a Dios por medio de la obra salvadora de su Hijo Jesús. Lo primero que conocemos de Él es que es nuestro Salvador y Redentor. Sin embargo ese descubrimiento no opaca el hecho de que Dios es el Creador de todo lo que existe; el único Señor Dios, Yahweh Elohim.


No hay duda de que bíblicamente tenemos todos los argumentos para demostrar la deidad del Espíritu. Todas las bendiciones trinitarias así también lo demuestran.


El cristianismo clásico afirma que el Dios que creó el vasto universo entró en su propia creación como el hijo de un carpintero en una pequeña ciudad de la periferia del Imperio Romano, hace unos dos mil años atrás.


Las Escrituras distinguen claramente al Padre del Hijo. El Padre envió al Hijo. El Hijo es nuestro abogado delante del Padre. Ninguna de estas afirmaciones bíblicas tendría sentido, a menos que el Padre se diferencie del Hijo. Pero las Escrituras también distinguen claramente al Hijo del Espíritu Santo. Es el Espíritu el que desciende sobre el Hijo en su bautismo. El Hijo envía al Espíritu. Finalmente las Escrituras distinguen al Padre del Espíritu Santo. El Padre envía al Espíritu. El Espíritu intercede ante al Padre.


La Trinidad es un misterio. Ciertamente podremos conocer más o menos profundamente la doctrina, pero jamás dominarla ni menos domesticarla.


Los protestantes creemos que todo lo que es esencial para que el ser humano conozca a Dios, crezca en su santificación, restaure su relación con su prójimo y así Dios sea alabado de vuelta a través del pacto redentor, está claramente escrito, limpia y transparentemente en la Biblia.


Los libros apócrifos no son inspirados por Dios y, por lo tanto, impropios para la lectura devocional. No desconocemos la riqueza histórica de la literatura apócrifa, pero ellos no tienen ninguna autoridad para el Pueblo de Dios.


Cuando reconocemos la autoridad de la Escritura, el Espíritu Santo nos transforma para adaptarnos a lo que Dios ha establecido. Por eso ella endereza nuestros torcidos caminos.


A pesar de que la Confesión de fe Belga (1561) asigna la autoría de Hebreos al Apóstol Pablo, lo cual no puede ser considerado un error por las herramientas exegéticas que tenían en ese entonces, la defensa de la canonicidad de estos libros y no de otros, coloca a esta Confesión dentro de la tradición cristiana reformada.


De no ser porque Dios se dio a conocer progresivamente en la Palabra escrita, las verdades necesarias para la salvación serían inaccesibles al ser humano.


La Biblia ES LA PALABRA DE DIOS. Sin ella, no hay posibilidad de conocer al Dios verdadero.


Gracia Cotidiana continuará el 2021 con más contenido. Sin embargo, es tiempo de descansar, estudiar, buscar bibliografía para escribir cada uno de los siguientes episodios que produciremos, si Dios así lo quiere. Muchas gracias por acompañarnos este año.


El énfasis de la historia de la Redención está puesta en Dios, no en los hombres. Por eso los ángeles glorifican a Dios, María se curva ante el glorioso propósito de Dios y los pastores regresan a sus funciones glorificando y adorando a Dios. ¡Cristo nació! Soli Deo Gloria!


Ante la gloria perfecta de Dios, no tenemos otro camino que morir, porque la paga del pecado es la muerte. Pero el Evangelio echa fuera el temor y nos permite abrazar la gloria de Dios.


Cristo es la luz de sabiduría. Él es el único que es, en sí mismo, un mapa de la vida. Seguirlo significa transitar a salvo por la vida y después, entrar en la gloria eterna del Padre.


La estrella de Belén no solamente condujo a los sabios hasta el niño, sino que apuntó a las naciones de la tierra hacia aquel que es la luz del mundo, Jesús.


El éxito de Nehemías estuvo en el hecho que él se mantuvo buscando a Dios. Y es que Dios usaría a Nehemías para que, en medio de los trabajos de reconstrucción, el libro de la ley fuera encontrado y leído ante la congregación. Esto generó profundo arrepentimiento y, ciertamente, trajo salvación.


La rectitud de Daniel no tiene otro origen sino el temor del Señor. Eso es lo que movía a Daniel. Dios lo recompensa otorgándole sabiduría para tomar las decisiones correctas, honrando a su siervo fiel. Y Dios fue exaltado entre las naciones por el testimonio de Daniel.


De Belén saldrá quien gobernará por Jehová. Él servirá a sus propósitos. Buscará la gloria del Señor en lugar de la suya propia. ¿Quién será este gobernante? El gobernante prometido será grande, no solo en Israel, sino en toda la tierra. Ese es Jesús.


El nuevo corazón será el nuevo centro volitivo de la persona. Será su brújula interna la que guiará todas sus acciones, anhelando hacer la voluntad de Dios. Con este cambio definitivo, el Señor hará posible que ellos sean su pueblo, por la eternidad.