Nehemías 13:6-7 (La Palabra) Por aquel entonces no estaba yo en Jerusalén, porque en el año treinta y dos del reinado de Artajerjes había yo regresado a la corte real. Pasado un tiempo pedí permiso al rey para regresar a Jerusalén… PENSAR: En el último capítulo de Nehemías nos encontramos en un punto crucial del camino. Ya está reconstruida la muralla, Nehemías ya regresó a ocupar su puesto como copero del rey de Persia, y después de un tiempo vuelve a pedirle permiso para visitar Jerusalén. Al llegar, se encuentra con problemas graves, que tienen que ver con la identidad del pueblo de Dios. La pregunta fundamental, que guía las reformas de Nehemías es: “¿Acaso somos como todos los pueblos?” ¿Acaso el pueblo de Dios es totalmente igual que todos los pueblos del mundo? Sabemos que, como humanos, tenemos muchísimas cosas en común con todos los pueblos. Necesitamos nuestro contacto con la tierra, trabajar y alimentarnos. Igual que todos los pueblos vamos envejeciendo con el paso del tiempo. Nos sometemos también a la misma realidad de enfermedades. Igual que todos los pueblos del mundo, también sufrimos las pandemias. (A muchos cristianos también les ha afectado esta enfermedad de COVID-19). En un sentido sí somos igual que todos los pueblos. Pero en otro sentido no. Porque tenemos una misión. Esta misión se desprende de la voluntad de Dios de bendecir al mundo, del amor de Dios al mundo. De tal manera ha amado Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, Cristo Jesús, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna. El pueblo de Dios tiene la misión de dar a conocer esta buena voluntad de bendición de parte de Dios. Por eso, aunque sí somos en un sentido iguales a todos los otros seres humanos, no somos idénticos a todos porque entre nosotros hay una relación especial con Dios. Nuestra identidad que nos hace ser distintos a los demás pueblos es que conocemos, fomentamos y cultivamos la relación con Dios. Como cristianos sabemos que la relación con Dios es a través de Cristo, porque nadie conoce al Padre si no es por Cristo. Nadie puede tener acceso a Dios si no es por Cristo. Entonces, por eso, como pueblo de Dios, encontramos nuestra identidad en la relación que tenemos con Dios gracias a Cristo. Así, al leer este capítulo nos veremos reflejados en el corazón de Nehemías que mira que algo está mal cuando regresa a visitar Jerusalén y se encuentra con varias pesadillas. Sí hay una muralla reconstruida, pero algo pasa que no está bien. ¿Qué es lo que está en juego? Son áreas que Nehemías identifica y hace todo lo que puede por corregirlas (según su entendimiento y según sus recursos). Él hizo todo lo que pudo. Y lo que él hizo no significa que sea lo que nosotros debemos hacer. Él hizo lo que pudo, y con los recursos que tenía a su alcance. Nosotros tenemos otro tipo de recursos, y también debemos hacer lo que podemos para librarnos del peligro de olvidar nuestra identidad y nuestra misión. ORAR: Señor, danos la visión de guardar la identidad y misión de tu pueblo en este mundo. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Nehemías 13:6-7 (La Palabra) Por aquel entonces no estaba yo en Jerusalén, porque en el año treinta y dos del reinado de Artajerjes había yo regresado a la corte real. Pasado un tiempo pedí permiso al rey para regresar a Jerusalén… PENSAR: En el último capítulo de Nehemías nos encontramos en un punto crucial del camino. Ya está reconstruida la muralla, Nehemías ya regresó a ocupar su puesto como copero del rey de Persia, y después de un tiempo vuelve a pedirle permiso para visitar Jerusalén. Al llegar, se encuentra con problemas graves, que tienen que ver con la identidad del pueblo de Dios. La pregunta fundamental, que guía las reformas de Nehemías es: “¿Acaso somos como todos los pueblos?” ¿Acaso el pueblo de Dios es totalmente igual que todos los pueblos del mundo? Sabemos que, como humanos, tenemos muchísimas cosas en común con todos los pueblos. Necesitamos nuestro contacto con la tierra, trabajar y alimentarnos. Igual que todos los pueblos vamos envejeciendo con el paso del tiempo. Nos sometemos también a la misma realidad de enfermedades. Igual que todos los pueblos del mundo, también sufrimos las pandemias. (A muchos cristianos también les ha afectado esta enfermedad de COVID-19). En un sentido sí somos igual que todos los pueblos. Pero en otro sentido no. Porque tenemos una misión. Esta misión se desprende de la voluntad de Dios de bendecir al mundo, del amor de Dios al mundo. De tal manera ha amado Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, Cristo Jesús, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna. El pueblo de Dios tiene la misión de dar a conocer esta buena voluntad de bendición de parte de Dios. Por eso, aunque sí somos en un sentido iguales a todos los otros seres humanos, no somos idénticos a todos porque entre nosotros hay una relación especial con Dios. Nuestra identidad que nos hace ser distintos a los demás pueblos es que conocemos, fomentamos y cultivamos la relación con Dios. Como cristianos sabemos que la relación con Dios es a través de Cristo, porque nadie conoce al Padre si no es por Cristo. Nadie puede tener acceso a Dios si no es por Cristo. Entonces, por eso, como pueblo de Dios, encontramos nuestra identidad en la relación que tenemos con Dios gracias a Cristo. Así, al leer este capítulo nos veremos reflejados en el corazón de Nehemías que mira que algo está mal cuando regresa a visitar Jerusalén y se encuentra con varias pesadillas. Sí hay una muralla reconstruida, pero algo pasa que no está bien. ¿Qué es lo que está en juego? Son áreas que Nehemías identifica y hace todo lo que puede por corregirlas (según su entendimiento y según sus recursos). Él hizo todo lo que pudo. Y lo que él hizo no significa que sea lo que nosotros debemos hacer. Él hizo lo que pudo, y con los recursos que tenía a su alcance. Nosotros tenemos otro tipo de recursos, y también debemos hacer lo que podemos para librarnos del peligro de olvidar nuestra identidad y nuestra misión. ORAR: Señor, danos la visión de guardar la identidad y misión de tu pueblo en este mundo. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Una función esencial ESCUCHAR: Nehemías 12:8 (La Palabra) Los levitas eran: Josué, Binuí, Cadmiel, Serebías, Judá y Matanías que, con sus parientes, se encargaban de los himnos de acción de gracias. PENSAR: Dios quiere que cultivemos la gratitud por todo y en todo. Pero ¿cómo podemos agradecer en todo tiempo? Para muchos de nosotros –especialmente en este terrible momento del mundo, en estos tiempos trágicos de pandemia—no es fácil ni parece algo natural dar gracias. Tenemos voces de lamento, tenemos preguntas, en algunos casos tenemos quejas… tenemos dudas, una voz que no es de alabanza al Señor. No es fácil agradecer a Dios en todo tiempo. Por eso existen los agradecedores designados, los músicos cristianos, los cantantes del coro, porque nos ayudan a dar gracias, aún cuando no podemos hacerlo. En este tiempo tan difícil, los cantantes de los coros han tomado la voz del pueblo de Dios y han ofrecido himnos de acción de gracias. Ellos nos representan. En lugar de negarnos a agradecer, decidimos agradecer con la voz de nuestro hermano o hermana que va a cantar. En su canto estamos representados, porque hay tiempos como este, en los que no es fácil agradecer. De este modo se cumple algo lindísimo, el pastoreo mutuo. Quiere decir que los himnos y cánticos tienen una función pastoral. Cuando la palabra de Cristo mora en abundancia en nuestros cantos, realizamos la función de pastorearnos unos a otros. Si alguien toma el micrófono y canta una alabanza a Dios en el culto público, está pastoreándonos, porque nos dice: “A pesar de todas las adversidades y tragedias, no dejamos de creer que Dios nos ama. A pesar de la destrucción, no soltamos la convicción de que la misericordia del Señor se renueva cada mañana”. Esta actitud nos pastorea, cuando cantamos al Señor a pesar de los tiempos difíciles. Sabemos que hay muchas preguntas y misterios. Le decimos al Señor: No entiendo por qué está pasando esto, estas tragedias terribles, pero la voz de los agradecedores designados nos afirma –‘da gracias al Señor, porque su amor es eterno; para siempre es su misericordia’. Por lo tanto, en este momento, cuando parece que todo se ha derrumbado, lo que nos corresponde hacer es aferrarnos a la única convicción que todavía queda en pie, que Dios renueva su misericordia cada mañana. Así decimos con el profeta Jeremías: “Algo viene a mi mente que me llena de esperanza: que tu amor no se acaba, tu compasión no se agota. Todos los días es nueva por tu gran fidelidad”. Participemos en este ministerio de dar gracias. Hay quienes, entre nuestros familiares, vecinos o amistades, que no agradecen a Dios. Hagámoslo nosotros. Seamos ese pueblo sacerdotal que fue redimido por la sangre del Cordero. Cristo nos hizo sacerdotes y sacerdotisas para representar a nuestro pueblo y a nuestro mundo delante de Dios. Demos la mano, el corazón y la voz para quienes tienen el corazón quebrantado, para quienes sienten que no les sale la voz. Los antiguos israelitas celebraron la reconstrucción de la muralla de Jerusalén. Nosotros tenemos mucho que celebrar. Celebramos lo que Dios ha hecho por el mundo en JesuCristo, y lo hacemos con nuestra vida y con nuestros cánticos. Con nuestras acciones y con todo el corazón. ORAR: Dios, enséñanos la bendición de agradecer en todo tiempo, para nuestro bien. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Una función esencial ESCUCHAR: Nehemías 12:8 (La Palabra) Los levitas eran: Josué, Binuí, Cadmiel, Serebías, Judá y Matanías que, con sus parientes, se encargaban de los himnos de acción de gracias. PENSAR: Dios quiere que cultivemos la gratitud por todo y en todo. Pero ¿cómo podemos agradecer en todo tiempo? Para muchos de nosotros –especialmente en este terrible momento del mundo, en estos tiempos trágicos de pandemia—no es fácil ni parece algo natural dar gracias. Tenemos voces de lamento, tenemos preguntas, en algunos casos tenemos quejas… tenemos dudas, una voz que no es de alabanza al Señor. No es fácil agradecer a Dios en todo tiempo. Por eso existen los agradecedores designados, los músicos cristianos, los cantantes del coro, porque nos ayudan a dar gracias, aún cuando no podemos hacerlo. En este tiempo tan difícil, los cantantes de los coros han tomado la voz del pueblo de Dios y han ofrecido himnos de acción de gracias. Ellos nos representan. En lugar de negarnos a agradecer, decidimos agradecer con la voz de nuestro hermano o hermana que va a cantar. En su canto estamos representados, porque hay tiempos como este, en los que no es fácil agradecer. De este modo se cumple algo lindísimo, el pastoreo mutuo. Quiere decir que los himnos y cánticos tienen una función pastoral. Cuando la palabra de Cristo mora en abundancia en nuestros cantos, realizamos la función de pastorearnos unos a otros. Si alguien toma el micrófono y canta una alabanza a Dios en el culto público, está pastoreándonos, porque nos dice: “A pesar de todas las adversidades y tragedias, no dejamos de creer que Dios nos ama. A pesar de la destrucción, no soltamos la convicción de que la misericordia del Señor se renueva cada mañana”. Esta actitud nos pastorea, cuando cantamos al Señor a pesar de los tiempos difíciles. Sabemos que hay muchas preguntas y misterios. Le decimos al Señor: No entiendo por qué está pasando esto, estas tragedias terribles, pero la voz de los agradecedores designados nos afirma –‘da gracias al Señor, porque su amor es eterno; para siempre es su misericordia’. Por lo tanto, en este momento, cuando parece que todo se ha derrumbado, lo que nos corresponde hacer es aferrarnos a la única convicción que todavía queda en pie, que Dios renueva su misericordia cada mañana. Así decimos con el profeta Jeremías: “Algo viene a mi mente que me llena de esperanza: que tu amor no se acaba, tu compasión no se agota. Todos los días es nueva por tu gran fidelidad”. Participemos en este ministerio de dar gracias. Hay quienes, entre nuestros familiares, vecinos o amistades, que no agradecen a Dios. Hagámoslo nosotros. Seamos ese pueblo sacerdotal que fue redimido por la sangre del Cordero. Cristo nos hizo sacerdotes y sacerdotisas para representar a nuestro pueblo y a nuestro mundo delante de Dios. Demos la mano, el corazón y la voz para quienes tienen el corazón quebrantado, para quienes sienten que no les sale la voz. Los antiguos israelitas celebraron la reconstrucción de la muralla de Jerusalén. Nosotros tenemos mucho que celebrar. Celebramos lo que Dios ha hecho por el mundo en JesuCristo, y lo hacemos con nuestra vida y con nuestros cánticos. Con nuestras acciones y con todo el corazón. ORAR: Dios, enséñanos la bendición de agradecer en todo tiempo, para nuestro bien. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Agradecedores designados ESCUCHAR: Nehemías 12:46 (La Palabra) Pues ya desde antiguo, desde los días de David y Asaf, había responsables tanto de los cantores como de los cánticos de alabanza y de acción de gracias a Dios. PENSAR: La palabra “agradecedores” no existe oficialmente, pero sirve para identificar a quien tiene la tarea de dar gracias. Desde tiempos del rey David y del salmista Asaf se había designado la función de cantores, adoradores, alabadores, personas que se dedicaban a dar gracias a Dios. Se requiere la función de los agradecedores, porque la devoción, la piedad, la oración, la adoración es un asunto comunitario. No es cosa de lo privado solamente, de lo que ocurre en lo secreto de nuestra habitación, sino que se trata del culto público, de una devoción comunitaria. Participamos en una fe que no es exclusiva ni subjetiva. Sí es cierto que nos hemos bautizado de uno en uno, y hemos decidido seguir a Cristo de uno en uno, pero hemos decidido entrar a un cuerpo, hemos sido injertados en un tronco, que es Cristo, y formamos parte de una viña, que es la viña del Señor. Por eso hay agradecedores designados, que nos recuerdan que este asunto de alabar a Dios es comunitario. Estamos uniéndonos con el pueblo que alaba a Dios. También se requiere esta tarea porque es una labor de representación. Los agradecedores profesionales representan a todo el pueblo. Representares el verbo con el que mejor entendemos la función sacerdotal. El sacerdote representa. Representa al pueblo ante Dios, y también, de alguna manera, a Dios ante el pueblo. Por eso en esta función de agradecedores designados, de cantores, los coros que dedicaron la muralla de Jerusalén representaban a todo el pueblo. Estaban expresando lo que está en el corazón de todos: el reconocer la presencia y la agencia de Dios, la buena operación de Dios en la vida. Como iglesia realizamos la función sacerdotal cuando intercedemos por nuestros amigos, parientes, y congéneres que no creen. Como dice el poema “Tú”, de Amado Nervo, damos gracias a nombre de quienes no pueden hacerlo: Señor, Señor, Tú antes, Tú después, Tú en la inmensa hondura del vacío y en la hondura interior: Tú en la aurora que canta y en la noche que piensa; Tú en la flor de los cardos y en los cardos sin flor. Tú en el cenit a un tiempo y en el nadir; Tú en todas las transfiguraciones y en todo el padecer; Tú en la capilla fúnebre y en la noche de bodas; Tú en el beso primero y en el beso postrer. Tú en los ojos azules y en los ojos obscuros; Tú en la frivolidad quinceañera, y también en las graves ternezas de los años maduros; Tú en la más negra sima, Tú en el más alto edén. Si la ciencia engreída no te ve, yo te veo; si sus labios te niegan, yo te proclamaré. Por cada hombre que duda, mi alma grita: «Yo creo». ¡Y con cada fe muerta, se agiganta mi fe! ORAR: Fortalece nuestro corazón, para realizar la función de agradecerte en todo tiempo, Señor. En el nombre de Cristo nuestro único y suficiente salvador. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
ESCUCHAR: Nehemías 12:46 (La Palabra) Pues ya desde antiguo, desde los días de David y Asaf, había responsables tanto de los cantores como de los cánticos de alabanza y de acción de gracias a Dios. PENSAR: La palabra “agradecedores” no existe oficialmente, pero sirve para identificar a quien tiene la tarea de dar gracias. Desde tiempos del rey David y del salmista Asaf se había designado la función de cantores, adoradores, alabadores, personas que se dedicaban a dar gracias a Dios. Se requiere la función de los agradecedores, porque la devoción, la piedad, la oración, la adoración es un asunto comunitario. No es cosa de lo privado solamente, de lo que ocurre en lo secreto de nuestra habitación, sino que se trata del culto público, de una devoción comunitaria. Participamos en una fe que no es exclusiva ni subjetiva. Sí es cierto que nos hemos bautizado de uno en uno, y hemos decidido seguir a Cristo de uno en uno, pero hemos decidido entrar a un cuerpo, hemos sido injertados en un tronco, que es Cristo, y formamos parte de una viña, que es la viña del Señor. Por eso hay agradecedores designados, que nos recuerdan que este asunto de alabar a Dios es comunitario. Estamos uniéndonos con el pueblo que alaba a Dios. También se requiere esta tarea porque es una labor de representación. Los agradecedores profesionales representan a todo el pueblo. Representares el verbo con el que mejor entendemos la función sacerdotal. El sacerdote representa. Representa al pueblo ante Dios, y también, de alguna manera, a Dios ante el pueblo. Por eso en esta función de agradecedores designados, de cantores, los coros que dedicaron la muralla de Jerusalén representaban a todo el pueblo. Estaban expresando lo que está en el corazón de todos: el reconocer la presencia y la agencia de Dios, la buena operación de Dios en la vida. Como iglesia realizamos la función sacerdotal cuando intercedemos por nuestros amigos, parientes, y congéneres que no creen. Como dice el poema “Tú”, de Amado Nervo, damos gracias a nombre de quienes no pueden hacerlo: Señor, Señor, Tú antes, Tú después, Tú en la inmensa hondura del vacío y en la hondura interior: Tú en la aurora que canta y en la noche que piensa; Tú en la flor de los cardos y en los cardos sin flor. Tú en el cenit a un tiempo y en el nadir; Tú en todas las transfiguraciones y en todo el padecer; Tú en la capilla fúnebre y en la noche de bodas; Tú en el beso primero y en el beso postrer. Tú en los ojos azules y en los ojos obscuros; Tú en la frivolidad quinceañera, y también en las graves ternezas de los años maduros; Tú en la más negra sima, Tú en el más alto edén. Si la ciencia engreída no te ve, yo te veo; si sus labios te niegan, yo te proclamaré. Por cada hombre que duda, mi alma grita: «Yo creo». ¡Y con cada fe muerta, se agiganta mi fe! ORAR: Fortalece nuestro corazón, para realizar la función de agradecerte en todo tiempo, Señor. En el nombre de Cristo nuestro único y suficiente salvador. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Dedicar el trabajo ESCUCHAR: Nehemías 12:27, 43 (La Palabra) Para dedicar la muralla de Jerusalén se solicitó la asistencia de todos los levitas desde sus respectivos lugares de residencia, y se los trajo a Jerusalén para celebrar la fiesta de la dedicación con alegría, con acción de gracias y con cánticos, címbalos, salterio y cítaras. … En aquel día se ofrecieron solemnes sacrificios e hicieron fiesta porque Dios los había colmado de gozo. También se alegraron las mujeres y los niños, y el júbilo de Jerusalén se percibía a gran distancia. PENSAR: En el capítulo 12 de Nehemías vemos los nombres de quienes formaron dos coros para dedicar la muralla. Iban cantando, agradeciendo y alabando a Dios, marchando alrededor de la muralla en direcciones opuestas para encontrarse justo ante el templo del Señor. La celebración era tal desborde de alegría que se percibía a gran distancia. ¡Qué tremenda alegría poder dedicar el trabajo de reconstrucción de la muralla a Dios! Nos hace pensar en la importancia de dedicarle a Dios el trabajo que hacemos. Sea que nuestra ocupación sea estudiar o trabajar, siempre que nuestro trabajo sea honesto, debemos dedicárselo al Señor. En aquel tiempo, el pueblo terminó la reconstrucción de la muralla, pero faltaba hacer la ceremonia de dedicación. Ellos querían entregarle a Dios su trabajo. Así debemos hacer nosotros también. Si estamos estudiando, el día que nos entreguen el certificado de nuestro estudio, hay que ofrecerlo a Dios en oración. “Esto es tuyo, Señor. Te lo dedico y consagro a ti. ¿Qué puertas me abrirá este certificado de estudios? Que sean de acuerdo con tu voluntad, y que todo sea según lo que tú mandas, según tu buena voluntad de bendición”. Nuestro trabajo más importante no es nuestro oficio o empleo terrenal, sino conocer, servir y amar a Dios. A través del empleo, de la ocupación y del trabajo que hacemos debemos conocer, servir y amar más a Dios. Si el oficio o empleo que tenemos nos permite conocer, servir y amar al Señor, entonces ese trabajo está bien. ¿Puedes dedicar tu trabajo al Señor? Dedicar el trabajo a Dios es reconocer su presencia en nuestra vida. Es reconocer la realidad de Dios, su cercanía, su providencia y su autoridad. La vida de quien se conduce ignorando a Dios, desoyendo su palabra, sin tomar en cuenta la buena voluntad de Dios, va por un camino que no produce fruto, va por un callejón sin salida, que no conduce a nada, que no tiene sentido. Es como el tamo que arrebata el viento… En cambio, en el camino del dichoso, del bienaventurado, se da fruto a su tiempo y su hoja no cae. La persona feliz reconoce a Dios en todos sus caminos. Medita en lo que Dios ha dicho, y que lo ha dicho en JesuCristo. La historia de Jesús llena su vida por la mañana, tarde y noche. Y cuando sueña, pide a Dios poder soñar con el reino y la voluntad de bendición de Dios para el mundo. Es importante no ignorar a Dios, sino reconocer su palabra, vivir de frente a Dios. Por eso dedicamos nuestro trabajo al Señor, porque reconocemos la realidad y la importancia de su presencia. ORAR: Queremos vivir felices y dedicarte nuestro trabajo para conocerte, servirte y amarte. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Dedicar el trabajo ESCUCHAR: Nehemías 12:27, 43 (La Palabra) Para dedicar la muralla de Jerusalén se solicitó la asistencia de todos los levitas desde sus respectivos lugares de residencia, y se los trajo a Jerusalén para celebrar la fiesta de la dedicación con alegría, con acción de gracias y con cánticos, címbalos, salterio y cítaras. … En aquel día se ofrecieron solemnes sacrificios e hicieron fiesta porque Dios los había colmado de gozo. También se alegraron las mujeres y los niños, y el júbilo de Jerusalén se percibía a gran distancia. PENSAR: En el capítulo 12 de Nehemías vemos los nombres de quienes formaron dos coros para dedicar la muralla. Iban cantando, agradeciendo y alabando a Dios, marchando alrededor de la muralla en direcciones opuestas para encontrarse justo ante el templo del Señor. La celebración era tal desborde de alegría que se percibía a gran distancia. ¡Qué tremenda alegría poder dedicar el trabajo de reconstrucción de la muralla a Dios! Nos hace pensar en la importancia de dedicarle a Dios el trabajo que hacemos. Sea que nuestra ocupación sea estudiar o trabajar, siempre que nuestro trabajo sea honesto, debemos dedicárselo al Señor. En aquel tiempo, el pueblo terminó la reconstrucción de la muralla, pero faltaba hacer la ceremonia de dedicación. Ellos querían entregarle a Dios su trabajo. Así debemos hacer nosotros también. Si estamos estudiando, el día que nos entreguen el certificado de nuestro estudio, hay que ofrecerlo a Dios en oración. “Esto es tuyo, Señor. Te lo dedico y consagro a ti. ¿Qué puertas me abrirá este certificado de estudios? Que sean de acuerdo con tu voluntad, y que todo sea según lo que tú mandas, según tu buena voluntad de bendición”. Nuestro trabajo más importante no es nuestro oficio o empleo terrenal, sino conocer, servir y amar a Dios. A través del empleo, de la ocupación y del trabajo que hacemos debemos conocer, servir y amar más a Dios. Si el oficio o empleo que tenemos nos permite conocer, servir y amar al Señor, entonces ese trabajo está bien. ¿Puedes dedicar tu trabajo al Señor? Dedicar el trabajo a Dios es reconocer su presencia en nuestra vida. Es reconocer la realidad de Dios, su cercanía, su providencia y su autoridad. La vida de quien se conduce ignorando a Dios, desoyendo su palabra, sin tomar en cuenta la buena voluntad de Dios, va por un camino que no produce fruto, va por un callejón sin salida, que no conduce a nada, que no tiene sentido. Es como el tamo que arrebata el viento… En cambio, en el camino del dichoso, del bienaventurado, se da fruto a su tiempo y su hoja no cae. La persona feliz reconoce a Dios en todos sus caminos. Medita en lo que Dios ha dicho, y que lo ha dicho en JesuCristo. La historia de Jesús llena su vida por la mañana, tarde y noche. Y cuando sueña, pide a Dios poder soñar con el reino y la voluntad de bendición de Dios para el mundo. Es importante no ignorar a Dios, sino reconocer su palabra, vivir de frente a Dios. Por eso dedicamos nuestro trabajo al Señor, porque reconocemos la realidad y la importancia de su presencia. ORAR: Queremos vivir felices y dedicarte nuestro trabajo para conocerte, servirte y amarte. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Las responsabilidades ESCUCHAR: Nehemías 11:22-24 (La Palabra) El responsable de los levitas en Jerusalén era Uzí, … pertenecía a la descendencia de Asaf, encargada del canto en el servicio del Templo de Dios. Con relación a ellos existía un mandato del rey que reglamentaba cómo tenían que actuar cada día los cantores. En cuanto a Petaías, hijo de Mesezabel, de la descendencia de Zera, hijo de Judá, era el delegado del rey para todo lo que tuviera que ver con el pueblo. PENSAR: Los repobladores de Jerusalén asumían los riesgos de vivir ahí, y también al menos tres responsabilidades, que encontramos en el capítulo 11 de Nehemías. La primera es la de protección y defensa. Aparecen los nombres de los hombres de guerra de cada familia, y porteros o guardianes de los accesos a la ciudad. Esa es la primera responsabilidad. Proteger y defender a la comunidad. Las amenazas que recibe la comunidad pueden ser ataques enemigos, o calumnias, o desánimo, problemas o divisiones, chismes, o tentaciones. Hay que estar en estado de alerta. Es nuestra responsabilidad ser esos guerreros guardianes de las puertas de la ciudad. Las puertas son el contacto que tenemos entre el adentro y el afuera de la comunidad. Es proteger a la comunidad para que pueda servir mejor al mundo. También está la responsabilidad de relacionarnos con la realidad. Se menciona a Petaías, que tenía el don de las relaciones públicas. Sabía escuchar ambos lados de un asunto y mediar desapasionadamente sin ser arrebatado o impulsivo. Estaba encargado de los asuntos políticos, de la relación entre el pueblo y el rey persa. Sabía negociar y representar ambos lados de un asunto. Como iglesia tenemos que saber relacionarnos con las autoridades del país. Hay que hacer provisión para el largo plazo de la iglesia. Para eso se requiere el compromiso de quienes tienen habilidades para relacionarse con la realidad política. Además, la iglesia local debe vincularse con redes, asociaciones y denominaciones más allá del plano local, para ayudar a la supervivencia del ministerio de la iglesia. Hay quienes tienen este don para relacionarse con la realidad del mundo, para atender los asuntos prácticos del lugar de culto, el pago de la renta, de la luz, del agua, etc. La tercera responsabilidad es la de mantener el culto. En el texto se habla de cantores profesionales. No tienen esa tarea por sus grandes dotes musicales, sino como una responsabilidad esencial de todo el pueblo de Dios. Son los encargados de mantener la gratitud constante a Dios. Su responsabilidad oficial es ser los “agradecedores” profesionales. La iglesia evangélica tiene esa función. Debemos ser adoradores en representación de todo el pueblo (creyentes y no creyentes) y también de todo ser vivo en el planeta. Como dice Amado Nervo en su poesía: “Por cada hombre que duda, mi alma grita: ‘Yo creo’ ¡Y con cada fe muerta, se agiganta mi fe!” “Nosotros, los que tenemos una fe bien formada, debemos…cargar con las debilidades de quienes no la tienen todavía” (Ro 15:1). Esa es nuestra labor sacerdotal. Adoremos a Dios, hagamos oración, porque es nuestra responsabilidad como representantes de nuestro pueblo y de todo nuestro mundo. ORAR: Señor, ayúdanos a cumplir la tarea de proteger a tu pueblo, de relacionarnos con el mundo, y de adorarte en Espíritu y verdad. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Las responsabilidades ESCUCHAR: Nehemías 11:22-24 (La Palabra) El responsable de los levitas en Jerusalén era Uzí, … pertenecía a la descendencia de Asaf, encargada del canto en el servicio del Templo de Dios. Con relación a ellos existía un mandato del rey que reglamentaba cómo tenían que actuar cada día los cantores. En cuanto a Petaías, hijo de Mesezabel, de la descendencia de Zera, hijo de Judá, era el delegado del rey para todo lo que tuviera que ver con el pueblo. PENSAR: Los repobladores de Jerusalén asumían los riesgos de vivir ahí, y también al menos tres responsabilidades, que encontramos en el capítulo 11 de Nehemías. La primera es la de protección y defensa. Aparecen los nombres de los hombres de guerra de cada familia, y porteros o guardianes de los accesos a la ciudad. Esa es la primera responsabilidad. Proteger y defender a la comunidad. Las amenazas que recibe la comunidad pueden ser ataques enemigos, o calumnias, o desánimo, problemas o divisiones, chismes, o tentaciones. Hay que estar en estado de alerta. Es nuestra responsabilidad ser esos guerreros guardianes de las puertas de la ciudad. Las puertas son el contacto que tenemos entre el adentro y el afuera de la comunidad. Es proteger a la comunidad para que pueda servir mejor al mundo. También está la responsabilidad de relacionarnos con la realidad. Se menciona a Petaías, que tenía el don de las relaciones públicas. Sabía escuchar ambos lados de un asunto y mediar desapasionadamente sin ser arrebatado o impulsivo. Estaba encargado de los asuntos políticos, de la relación entre el pueblo y el rey persa. Sabía negociar y representar ambos lados de un asunto. Como iglesia tenemos que saber relacionarnos con las autoridades del país. Hay que hacer provisión para el largo plazo de la iglesia. Para eso se requiere el compromiso de quienes tienen habilidades para relacionarse con la realidad política. Además, la iglesia local debe vincularse con redes, asociaciones y denominaciones más allá del plano local, para ayudar a la supervivencia del ministerio de la iglesia. Hay quienes tienen este don para relacionarse con la realidad del mundo, para atender los asuntos prácticos del lugar de culto, el pago de la renta, de la luz, del agua, etc. La tercera responsabilidad es la de mantener el culto. En el texto se habla de cantores profesionales. No tienen esa tarea por sus grandes dotes musicales, sino como una responsabilidad esencial de todo el pueblo de Dios. Son los encargados de mantener la gratitud constante a Dios. Su responsabilidad oficial es ser los “agradecedores” profesionales. La iglesia evangélica tiene esa función. Debemos ser adoradores en representación de todo el pueblo (creyentes y no creyentes) y también de todo ser vivo en el planeta. Como dice Amado Nervo en su poesía: “Por cada hombre que duda, mi alma grita: ‘Yo creo’ ¡Y con cada fe muerta, se agiganta mi fe!” “Nosotros, los que tenemos una fe bien formada, debemos…cargar con las debilidades de quienes no la tienen todavía” (Ro 15:1). Esa es nuestra labor sacerdotal. Adoremos a Dios, hagamos oración, porque es nuestra responsabilidad como representantes de nuestro pueblo y de todo nuestro mundo. ORAR: Señor, ayúdanos a cumplir la tarea de proteger a tu pueblo, de relacionarnos con el mundo, y de adorarte en Espíritu y verdad. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Los riesgos ESCUCHAR: Nehemías 11:2 (La Palabra) Bendijo el pueblo a todos aquellos que se ofrecieron voluntariamente para residir en Jerusalén. PENSAR: Las familias sorteadas (una de cada diez) y quienes decidieron repoblar la ciudad de Jerusalén en tiempos de Nehemías, sabían que debían mantener un orden y disciplina para que la ciudad funcionara. Las calles y plazas públicas debían estar limpias, la gente tenía que organizarse para los asuntos de la polis, de la realidad política de la ciudad. El pueblo los bendijo, porque debían ser gente dispuesta a vivir en orden y disciplina, gente valiente, arrojada y decidida. La ciudad habría de ser blanco de ataques. Así, aquellos pobladores tomaban valientemente el riesgo de ser pueblo de Dios. Hoy en día también, toda persona que decide formar parte del pueblo de Dios por la fe en Cristo, se somete a un orden y disciplina, y también es blanco de ataques. Quienes formamos parte de una iglesia evangélica en América Latina sabemos qué significa dar la cara y asumir la identidad de ir en contra de la corriente de la sociedad. La gente que pertenece al pueblo de Dios por la fe tiene que someterse al orden y disciplina de vivir gobernados por la palabra de Dios, y también sabe que puede recibir ataques por su decisión de vivir como pueblo de Dios. Por eso hay que tener puesta toda la armadura de Dios. El corazón debe estar guardado con la coraza de justicia, la retaguardia asegurada con el cinto de la verdad, la cabeza (nuestro entendimiento) guardado con el casco de la salvación, calzados los pies con el evangelio de la paz, listos para caminar en la misión, protegidos con el escudo de la fe, y tomando la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios. Sólo así podemos enfrentar los riesgos que implica vivir en esta Jerusalén de Dios. Recordemos que cada vez que en el Antiguo Testamento se habla de Jerusalén, pensamos en la iglesia, que es el pueblo de Dios por la fe en Cristo. La Jerusalén que en tiempos de Nehemías está siendo reconstruida representa hoy a la iglesia, que necesita nuestro compromiso para la reconstrucción. En esta reconstrucción hay riesgos que hay que asumir con compromiso. Reafirmamos nuestro pacto de vivir como iglesia una vez más. Puestos los ojos en Jesús, y vestidos con toda la armadura de Dios, para resistir los ataques del enemigo de nuestras almas. ORAR: Señor, que hoy podamos asumir valientemente los riesgos de ser pueblo tuyo en medio de una sociedad hostil. Danos toda tu armadura, para resistir este tiempo tan desafiante. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Los riesgos ESCUCHAR: Nehemías 11:2 (La Palabra) Bendijo el pueblo a todos aquellos que se ofrecieron voluntariamente para residir en Jerusalén. PENSAR: Las familias sorteadas (una de cada diez) y quienes decidieron repoblar la ciudad de Jerusalén en tiempos de Nehemías, sabían que debían mantener un orden y disciplina para que la ciudad funcionara. Las calles y plazas públicas debían estar limpias, la gente tenía que organizarse para los asuntos de la polis, de la realidad política de la ciudad. El pueblo los bendijo, porque debían ser gente dispuesta a vivir en orden y disciplina, gente valiente, arrojada y decidida. La ciudad habría de ser blanco de ataques. Así, aquellos pobladores tomaban valientemente el riesgo de ser pueblo de Dios. Hoy en día también, toda persona que decide formar parte del pueblo de Dios por la fe en Cristo, se somete a un orden y disciplina, y también es blanco de ataques. Quienes formamos parte de una iglesia evangélica en América Latina sabemos qué significa dar la cara y asumir la identidad de ir en contra de la corriente de la sociedad. La gente que pertenece al pueblo de Dios por la fe tiene que someterse al orden y disciplina de vivir gobernados por la palabra de Dios, y también sabe que puede recibir ataques por su decisión de vivir como pueblo de Dios. Por eso hay que tener puesta toda la armadura de Dios. El corazón debe estar guardado con la coraza de justicia, la retaguardia asegurada con el cinto de la verdad, la cabeza (nuestro entendimiento) guardado con el casco de la salvación, calzados los pies con el evangelio de la paz, listos para caminar en la misión, protegidos con el escudo de la fe, y tomando la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios. Sólo así podemos enfrentar los riesgos que implica vivir en esta Jerusalén de Dios. Recordemos que cada vez que en el Antiguo Testamento se habla de Jerusalén, pensamos en la iglesia, que es el pueblo de Dios por la fe en Cristo. La Jerusalén que en tiempos de Nehemías está siendo reconstruida representa hoy a la iglesia, que necesita nuestro compromiso para la reconstrucción. En esta reconstrucción hay riesgos que hay que asumir con compromiso. Reafirmamos nuestro pacto de vivir como iglesia una vez más. Puestos los ojos en Jesús, y vestidos con toda la armadura de Dios, para resistir los ataques del enemigo de nuestras almas. ORAR: Señor, que hoy podamos asumir valientemente los riesgos de ser pueblo tuyo en medio de una sociedad hostil. Danos toda tu armadura, para resistir este tiempo tan desafiante. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
No aparece un nombre ESCUCHAR: Nehemías 11:1-2 (La Palabra) Los jefes del pueblo decidieron establecerse en Jerusalén, mientras el resto del pueblo lo echó a suertes, de manera que uno de cada diez fijara su residencia en Jerusalén, la ciudad santa, y los otros nueve en sus respectivas ciudades. Bendijo el pueblo a todos aquellos que se ofrecieron voluntariamente para residir en Jerusalén. PENSAR: El capítulo 11 de Nehemías es una lista larga de nombres de los pobladores de Jerusalén y villas aledañas. Pero nos llama mucho la atención que no aparece el nombre de Nehemías, ni de su familia. Él regresó a su trabajo como copero del rey en Persia. No tenía la intención ni el permiso de quedarse a vivir permanentemente en Judea. Como líder, hizo su trabajo de manera que él no fuera indispensable para la supervivencia del pueblo. El liderazgo cristiano no debe concentrar su atención sólo en sí mismo ni en su familia. Es muy común en el pueblo evangélico ver a la persona que pastorea y a su familia como el núcleo de la iglesia. Permanecen ahí generación tras generación concentrando la vida y ministerio de la iglesia. Demuestran mucho compromiso, sí, pero hacen que familia pastoral e iglesia sean sinónimos. Pero en este capítulo, donde están los nombres de los repobladores de Jerusalén, no aparece el nombre de Nehemías ni de sus familiares. El buen liderazgo procura mayor participación del pueblo en la vida y ministerio de la iglesia. Nehemías pensaba tanto en el corto como en el largo plazo. No se trata sólo de organizar un evento aislado, un congreso grande, una fiesta de tabernáculos en Jerusalén, ni de ocupar la región temporalmente, como un campamento de verano. Se están estableciendo pensando en el largo plazo. Hay que tomar en cuenta el largo plazo en nuestra visión. Las iglesias deben pensar en cómo mantenerse mucho más allá de la duración de la vida de la persona que pastorea. El pastor no debe ser indispensable. El día de mañana, los nombres del liderazgo y la membresía de la iglesia deberán ser otros. Por eso es importante que las iglesias locales se vinculen con redes, asociaciones y organizaciones denominacionales, para dar estabilidad a la obra en el largo plazo, porque las personas que hacen la labor pastoral no duran para siempre. Hermano, hermana, ¿estamos haciéndonos indispensables para el funcionamiento de la iglesia? ¿O estamos preparando a la iglesia para sobrevivir nuestra inminente partida? ORAR: Señor, bendice a tu pueblo para que permanezca a través de tiempos cambiantes y nuevos desafíos. Levanta más líderes, siervos y siervas de tu reino para tu gloria. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
No aparece un nombre ESCUCHAR: Nehemías 11:1-2 (La Palabra) Los jefes del pueblo decidieron establecerse en Jerusalén, mientras el resto del pueblo lo echó a suertes, de manera que uno de cada diez fijara su residencia en Jerusalén, la ciudad santa, y los otros nueve en sus respectivas ciudades. Bendijo el pueblo a todos aquellos que se ofrecieron voluntariamente para residir en Jerusalén. PENSAR: El capítulo 11 de Nehemías es una lista larga de nombres de los pobladores de Jerusalén y villas aledañas. Pero nos llama mucho la atención que no aparece el nombre de Nehemías, ni de su familia. Él regresó a su trabajo como copero del rey en Persia. No tenía la intención ni el permiso de quedarse a vivir permanentemente en Judea. Como líder, hizo su trabajo de manera que él no fuera indispensable para la supervivencia del pueblo. El liderazgo cristiano no debe concentrar su atención sólo en sí mismo ni en su familia. Es muy común en el pueblo evangélico ver a la persona que pastorea y a su familia como el núcleo de la iglesia. Permanecen ahí generación tras generación concentrando la vida y ministerio de la iglesia. Demuestran mucho compromiso, sí, pero hacen que familia pastoral e iglesia sean sinónimos. Pero en este capítulo, donde están los nombres de los repobladores de Jerusalén, no aparece el nombre de Nehemías ni de sus familiares. El buen liderazgo procura mayor participación del pueblo en la vida y ministerio de la iglesia. Nehemías pensaba tanto en el corto como en el largo plazo. No se trata sólo de organizar un evento aislado, un congreso grande, una fiesta de tabernáculos en Jerusalén, ni de ocupar la región temporalmente, como un campamento de verano. Se están estableciendo pensando en el largo plazo. Hay que tomar en cuenta el largo plazo en nuestra visión. Las iglesias deben pensar en cómo mantenerse mucho más allá de la duración de la vida de la persona que pastorea. El pastor no debe ser indispensable. El día de mañana, los nombres del liderazgo y la membresía de la iglesia deberán ser otros. Por eso es importante que las iglesias locales se vinculen con redes, asociaciones y organizaciones denominacionales, para dar estabilidad a la obra en el largo plazo, porque las personas que hacen la labor pastoral no duran para siempre. Hermano, hermana, ¿estamos haciéndonos indispensables para el funcionamiento de la iglesia? ¿O estamos preparando a la iglesia para sobrevivir nuestra inminente partida? ORAR: Señor, bendice a tu pueblo para que permanezca a través de tiempos cambiantes y nuevos desafíos. Levanta más líderes, siervos y siervas de tu reino para tu gloria. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Nehemías 10:30, 32 (La Palabra) …se adhirieron a sus parientes y a sus jefes comprometiéndose con solemne juramento a caminar en la ley de Dios que fue dada a través de Moisés, siervo de Dios, y que mandaba guardar y cumplir todos los mandamientos del Señor, nuestro Dios, sus ordenanzas y estatutos…. así como de no comprarles nada, ni cereales ni otras mercancías, si lo traían a vender en sábado o en otro día sagrado. PENSAR: En tiempos de Nehemías y la reconstrucción de la muralla de Jerusalén, en la vida del pueblo judío pasó a primer plano el día de reposo. Esto tiene mucha relevancia para nosotros hoy, porque la práctica de guardar un día de culto significa que con Dios no sólo hay lugares santos, sino también hay tiempos santos. Para los israelitas, el templo de Jerusalén era un lugar santo, un pedacito del cielo en la tierra. Era una presencia divina en el mundo: la casa de Dios. Pero la práctica de guardar el día de reposo afirma que, con Dios, más que procurar acudir a un lugar santo, hay que respetar un tiempo santo. En nuestra relación con Dios, observar el tiempo santo se convierte en algo más importante que tener un lugar santo. El Señor Jesús dijo que los verdaderos adoradores no se distinguen por el lugar en donde adoran, sino porque lo hacen en espíritu y en verdad (Jn 4:23). Esto nos presenta la posibilidad real de vivir una vida de adoración aun sin tener un lugar santo. Aunque nuestro lugar de reunión esté con sus puertas cerradas por el momento, como muchas iglesias durante el confinamiento. Eso no significa que no hay tiempo santo, y que no podemos adorar a Dios. En nuestra disciplina semanal, reconocemos que llega el día del Señor, inclinamos el corazón y hacemos oración en reconocimiento de la bondad y la maravilla de Dios. Vivimos el tiempo santo, a pesar de no estar físicamente en un lugar santo, como muchas personas que hoy en día no pueden salir de su casa para ir a la iglesia. Eso es lo valioso de guardar un día para el Señor. Debe formar parte de nuestra disciplina espiritual el reconocer, honrar y vivir el día del Señor. Para los cristianos es el primer día de la semana, como indicador de prioridad, porque dedicamos a Dios las primeras horas de cada semana, y así afirmamos que Dios tiene el primer lugar en la vida. El domingo decimos “El Señor resucitó”, y como es el primer día de la semana, renovamos nuestra fe en el Señor. Alineamos de nuevo nuestra vida según los propósitos del reino de Dios. Corregimos lo que se tiene que corregir. Buscamos por la confesión el perdón de nuestros pecados y comenzamos una nueva semana recargados de la alegría del Señor, que es nuestra fuerza. En este tiempo difícil, cuando muchas personas todavía tienen que guardar confinamiento, y quedarse sin reuniones presenciales, tal vez no podemos acudir a un lugar santo, pero efectivamente sí entramos en un tiempo santo. ORAR: Señor, queremos adorarte en espíritu y en verdad, no sólo en los templos y lugares santos, sino reconociendo tu presencia aún en nuestros lugares de confinamiento. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Nehemías 10:36-38 (La Palabra) Nos comprometimos asimismo a presentar cada año en el Templo de nuestro Dios los primeros frutos de la tierra y de cualquier clase de árbol, así como los primogénitos de nuestros hijos y de nuestro ganado, tal como está escrito en la ley. Los primogénitos de nuestras vacas y ovejas los traeríamos al Templo de nuestro Dios para los sacerdotes que ofician en el mismo. También nos comprometimos a traer a los almacenes del Templo de nuestro Dios, y con destino a los sacerdotes, lo mejor de nuestra harina, de nuestras contribuciones, de los frutos de cualquier clase de árbol, del vino y del aceite. A los levitas les entregaremos el diezmo del fruto que produzca nuestra tierra; ellos mismos lo recogerán en todas las poblaciones donde trabajamos. PENSAR: La ética mínima a la que se comprometieron Nehemías y el resto del pueblo incluía definir claramente la identidad familiar que corresponde a los hijos de Israel, presentar diezmos y primicias del fruto de su trabajo, para sostener el culto, respetar el día de reposo, y observar las prescripciones del año sabático. Ellos consideraron que eso era lo más importante de toda la ley. En el intento de afirmar su identidad como pueblo, observamos que no incluyeron en su ética mínima los dos grandes mandamientos de la ley, según el Señor Jesús: Amar a Dios con todo el ser y al prójimo como a uno mismo. Nos preguntamos por qué pusieron énfasis en estos puntos. Para explicar el énfasis de este compromiso, hay que pensar que hay acciones y significados. Una cosa es el gesto, el acto de presentar primicias y diezmos, y otra cosa es lo que significa esa acción. Las primicias son los primeros frutos de las cosechas. Es el primer canasto de naranjas o de manzanas. El diezmo es la décima parte de toda la ganancia. Separar el diezmo y ofrendar las primicias son acciones cargadas de significado. Preocuparse por el asunto de con quién se van a casar nuestros hijos e hijas también es un gesto que tiene significado. Todos estos actos son indicadores de prioridad. Todas estas acciones tienen significado. Señalan hacia algo que es importante. Es algo que tiene prioridad. Son acciones que indican que queremos poner a Dios en primer lugar en nuestra vida. El problema sería que es posible que el pueblo se quede en la acción solamente y que no conozca el significado. Puede ser que el pueblo piense que agradar a Dios es simplemente cumplir con la ética mínima, sin entender cuál es el significado que sustenta esa conducta. De hecho, eso es lo que el Señor Jesús criticó a los escribas y fariseos. Se concentraban tanto en el diezmo que hasta asfixiaban a las viudas extrayéndoles a la fuerza el diezmo (hasta del comino), pero por dentro tenían el corazón descompuesto. Eran como sepulcros pintados de blanco. Por dentro, todo podrido, aunque por fuera, observan el diezmo. Una cosa es necesaria sin dejar de hacer la otra. Es decir: hay que realizar la acción, pero sin perder de vista su significado. ¿Dónde queda la prioridad? Dice el proverbio: Por sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón, porque de él mana la vida. La prioridad según la Palabra no son los aspectos externos, porque éstos se pueden fingir y convertirse en rituales fríos y sin sentido. Pero si la acción sale del corazón, según la cosmovisión de la Palabra, lo más importante está ahí, e indica quién es la persona más importante de nuestra vida. ORAR: Señor, ayúdanos a mirar hacia adentro, para ver las prioridades que indican nuestras acciones. Que podamos dar sentido a todos nuestros actos de adoración. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Nehemías 10:36-38 (La Palabra) Nos comprometimos asimismo a presentar cada año en el Templo de nuestro Dios los primeros frutos de la tierra y de cualquier clase de árbol, así como los primogénitos de nuestros hijos y de nuestro ganado, tal como está escrito en la ley. Los primogénitos de nuestras vacas y ovejas los traeríamos al Templo de nuestro Dios para los sacerdotes que ofician en el mismo. También nos comprometimos a traer a los almacenes del Templo de nuestro Dios, y con destino a los sacerdotes, lo mejor de nuestra harina, de nuestras contribuciones, de los frutos de cualquier clase de árbol, del vino y del aceite. A los levitas les entregaremos el diezmo del fruto que produzca nuestra tierra; ellos mismos lo recogerán en todas las poblaciones donde trabajamos. PENSAR: La ética mínima a la que se comprometieron Nehemías y el resto del pueblo incluía definir claramente la identidad familiar que corresponde a los hijos de Israel, presentar diezmos y primicias del fruto de su trabajo, para sostener el culto, respetar el día de reposo, y observar las prescripciones del año sabático. Ellos consideraron que eso era lo más importante de toda la ley. En el intento de afirmar su identidad como pueblo, observamos que no incluyeron en su ética mínima los dos grandes mandamientos de la ley, según el Señor Jesús: Amar a Dios con todo el ser y al prójimo como a uno mismo. Nos preguntamos por qué pusieron énfasis en estos puntos. Para explicar el énfasis de este compromiso, hay que pensar que hay acciones y significados. Una cosa es el gesto, el acto de presentar primicias y diezmos, y otra cosa es lo que significa esa acción. Las primicias son los primeros frutos de las cosechas. Es el primer canasto de naranjas o de manzanas. El diezmo es la décima parte de toda la ganancia. Separar el diezmo y ofrendar las primicias son acciones cargadas de significado. Preocuparse por el asunto de con quién se van a casar nuestros hijos e hijas también es un gesto que tiene significado. Todos estos actos son indicadores de prioridad. Todas estas acciones tienen significado. Señalan hacia algo que es importante. Es algo que tiene prioridad. Son acciones que indican que queremos poner a Dios en primer lugar en nuestra vida. El problema sería que es posible que el pueblo se quede en la acción solamente y que no conozca el significado. Puede ser que el pueblo piense que agradar a Dios es simplemente cumplir con la ética mínima, sin entender cuál es el significado que sustenta esa conducta. De hecho, eso es lo que el Señor Jesús criticó a los escribas y fariseos. Se concentraban tanto en el diezmo que hasta asfixiaban a las viudas extrayéndoles a la fuerza el diezmo (hasta del comino), pero por dentro tenían el corazón descompuesto. Eran como sepulcros pintados de blanco. Por dentro, todo podrido, aunque por fuera, observan el diezmo. Una cosa es necesaria sin dejar de hacer la otra. Es decir: hay que realizar la acción, pero sin perder de vista su significado. ¿Dónde queda la prioridad? Dice el proverbio: Por sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón, porque de él mana la vida. La prioridad según la Palabra no son los aspectos externos, porque éstos se pueden fingir y convertirse en rituales fríos y sin sentido. Pero si la acción sale del corazón, según la cosmovisión de la Palabra, lo más importante está ahí, e indica quién es la persona más importante de nuestra vida. ORAR: Señor, ayúdanos a mirar hacia adentro, para ver las prioridades que indican nuestras acciones. Que podamos dar sentido a todos nuestros actos de adoración. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Nehemías 10:31-34 (La Palabra) Un compromiso de no casar nuestras hijas con gentes paganas, ni casar nuestros hijos con sus hijas, así como de no comprarles nada, ni cereales ni otras mercancías, si lo traían a vender en sábado o en otro día sagrado; un compromiso de no cultivar la tierra y de perdonar todas las deudas el séptimo año. Nos impusimos, además como norma, dar cada año la tercera parte de un siclo para el servicio del Templo de nuestro Dios, con destino a los panes presentados, a la ofrenda y al holocausto perpetuos, a los sacrificios de los sábados, de los novilunios y de otras festividades; y también para otras ofrendas sagradas, para los sacrificios de expiación de todo el pueblo y para cualquier obra del Templo de nuestro Dios. PENSAR: Observamos en el capítulo 10 de Nehemías que se define una especie de “ética mínima”. En este compromiso firmado se mencionan unos cuantos mandamientos selectos. No aparecen los 614 mandamientos de la ley. Se hace una especie de selección lo más compacta posible de la ética mínima para poner en evidencia (según ellos) que están obedeciendo los mandamientos de Dios. Esta lista breve está compuesta de la decisión de no realizar matrimonios con personas extranjeras, es decir, mantener una separación para definir su identidad de pueblo; además, presentar sus primicias y diezmos para la provisión de los sacrificios en el templo y para sostener todo el sistema sacerdotal. Que no falte la leña, el incienso, los panes de la proposición, y los animales del sacrificio. Además, respetar el día de reposo. Es decir, no hacer trabajos ni negocios en el día sábado, y finalmente, respetar también el año sabático. Se trataba de un año en el que no se cultivaba la tierra y se perdonaban las deudas. Se liberaba a la gente que había tenido que venderse como esclava, para que no fuera esclava de por vida. Esta es su ética mínima. Aquí ellos expresaron lo que consideraban lo más importante de toda la ley: Guardar el día de reposo, sostener económicamente el sistema del templo, mantener la separación étnica y familiar sin mezclarse con los extranjeros, y recordar los años sabáticos. Para ellos, el compromiso de andar con Dios se reducía a estos puntos. En el tiempo de Nehemías se estaban sentando los fundamentos de lo que llegaría a ser el judaísmo del segundo templo, con el cual chocó de frente el Señor Jesús con sus enseñanzas y su ejemplo. El Señor Jesús también expresó un resumen de toda la ley, pero para él tenía como lo más importante la justicia, la misericordia y la fe. Toda la ley depende de un par de mandamientos que el Señor Jesús identificó así: Amar a Dios con todo el ser y amar al prójimo como a uno mismo. ORAR: Señor, enséñanos a identificar y a cumplir fielmente los mandamientos más importantes de tu ley. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Nehemías 10:31-34 (La Palabra) Un compromiso de no casar nuestras hijas con gentes paganas, ni casar nuestros hijos con sus hijas, así como de no comprarles nada, ni cereales ni otras mercancías, si lo traían a vender en sábado o en otro día sagrado; un compromiso de no cultivar la tierra y de perdonar todas las deudas el séptimo año. Nos impusimos, además como norma, dar cada año la tercera parte de un siclo para el servicio del Templo de nuestro Dios, con destino a los panes presentados, a la ofrenda y al holocausto perpetuos, a los sacrificios de los sábados, de los novilunios y de otras festividades; y también para otras ofrendas sagradas, para los sacrificios de expiación de todo el pueblo y para cualquier obra del Templo de nuestro Dios. PENSAR: Observamos en el capítulo 10 de Nehemías que se define una especie de “ética mínima”. En este compromiso firmado se mencionan unos cuantos mandamientos selectos. No aparecen los 614 mandamientos de la ley. Se hace una especie de selección lo más compacta posible de la ética mínima para poner en evidencia (según ellos) que están obedeciendo los mandamientos de Dios. Esta lista breve está compuesta de la decisión de no realizar matrimonios con personas extranjeras, es decir, mantener una separación para definir su identidad de pueblo; además, presentar sus primicias y diezmos para la provisión de los sacrificios en el templo y para sostener todo el sistema sacerdotal. Que no falte la leña, el incienso, los panes de la proposición, y los animales del sacrificio. Además, respetar el día de reposo. Es decir, no hacer trabajos ni negocios en el día sábado, y finalmente, respetar también el año sabático. Se trataba de un año en el que no se cultivaba la tierra y se perdonaban las deudas. Se liberaba a la gente que había tenido que venderse como esclava, para que no fuera esclava de por vida. Esta es su ética mínima. Aquí ellos expresaron lo que consideraban lo más importante de toda la ley: Guardar el día de reposo, sostener económicamente el sistema del templo, mantener la separación étnica y familiar sin mezclarse con los extranjeros, y recordar los años sabáticos. Para ellos, el compromiso de andar con Dios se reducía a estos puntos. En el tiempo de Nehemías se estaban sentando los fundamentos de lo que llegaría a ser el judaísmo del segundo templo, con el cual chocó de frente el Señor Jesús con sus enseñanzas y su ejemplo. El Señor Jesús también expresó un resumen de toda la ley, pero para él tenía como lo más importante la justicia, la misericordia y la fe. Toda la ley depende de un par de mandamientos que el Señor Jesús identificó así: Amar a Dios con todo el ser y amar al prójimo como a uno mismo. ORAR: Señor, enséñanos a identificar y a cumplir fielmente los mandamientos más importantes de tu ley. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Nehemías 10:1;29-30 (La Palabra) En consecuencia, hicimos un firme compromiso que pusimos por escrito y que fue sellado por nuestros jefes, levitas y sacerdotes. … El resto del pueblo, los sacerdotes, levitas, porteros, cantores, donados, y todos los que se separaron de las gentes del lugar para seguir la ley de Dios, junto con sus mujeres, hijos, hijas y todos los capacitados para entender, se adhirieron a sus parientes y a sus jefes comprometiéndose con solemne juramento a caminar en la ley de Dios que fue dada a través de Moisés, siervo de Dios, y que mandaba guardar y cumplir todos los mandamientos del Señor, nuestro Dios, sus ordenanzas y estatutos. PENSAR: Ya hemos visto que el pueblo redescubrió la ley de Dios. Hubo asambleas en las que se leyó y explicó la Palabra de Dios. También hubo una respuesta del pueblo. Hubo confesión y arrepentimiento, y efectuaron la fiesta de los tabernáculos. Se dieron cuenta que había todo un estilo de vida que ellos no conocían, como el perdón de las deudas y el no cobrar usura en los préstamos. Este redescubrir las Escrituras no sirve para nada si no hay un compromiso. Hoy vemos que la gente hizo un compromiso firmado, un documento donde se dice que prometían seguir los mandamientos de Dios. Es un gesto importante. No hay que quedarse sólo admirando la belleza de la Palabra, sólo considerando su sabiduría y nada más. No es suficiente ser admiradores de la Palabra. El pueblo dio un paso más, y firmaron un compromiso. En el texto bíblico aparecen 84 nombres de quienes firmaron este compromiso. Este acto fue considerado por el filósofo político del siglo XVIII, Rousseau, como las raíces que explican la existencia de un “contrato social”. Los judíos hicieron el compromiso de vivir gobernados por la ley de Dios. Hoy en día, también nosotros practicamos el acto de hacer compromiso. Procuramos que cada año, en el mes de enero, recordemos el pacto de la iglesia. Hacemos el acto de firmarlo como un gesto de compromiso de caminar juntos en la fe cristiana y cuidarnos unos a otros en un pastoreo mutuo. Así entendemos la iglesia, como el grupo de creyentes que hace pacto. Nos comprometemos a caminar juntos y cuidarnos unos a otros en nuestra relación con Cristo. Comprometerse es la respuesta apropiada ante la iniciativa de Dios de venir a buscarnos para rescatarnos en JesuCristo. No quedemos sólo como espectadores, sólo como admiradores de la palabra de Dios. Tomemos hoy la decisión de formar parte de esta gran obra de Dios para bendecir al mundo. ORAR: Señor, queremos responder hoy con nuestro compromiso agradecido por tu amor. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Nehemías 10:1;29-30 (La Palabra) En consecuencia, hicimos un firme compromiso que pusimos por escrito y que fue sellado por nuestros jefes, levitas y sacerdotes. … El resto del pueblo, los sacerdotes, levitas, porteros, cantores, donados, y todos los que se separaron de las gentes del lugar para seguir la ley de Dios, junto con sus mujeres, hijos, hijas y todos los capacitados para entender, se adhirieron a sus parientes y a sus jefes comprometiéndose con solemne juramento a caminar en la ley de Dios que fue dada a través de Moisés, siervo de Dios, y que mandaba guardar y cumplir todos los mandamientos del Señor, nuestro Dios, sus ordenanzas y estatutos. PENSAR: Ya hemos visto que el pueblo redescubrió la ley de Dios. Hubo asambleas en las que se leyó y explicó la Palabra de Dios. También hubo una respuesta del pueblo. Hubo confesión y arrepentimiento, y efectuaron la fiesta de los tabernáculos. Se dieron cuenta que había todo un estilo de vida que ellos no conocían, como el perdón de las deudas y el no cobrar usura en los préstamos. Este redescubrir las Escrituras no sirve para nada si no hay un compromiso. Hoy vemos que la gente hizo un compromiso firmado, un documento donde se dice que prometían seguir los mandamientos de Dios. Es un gesto importante. No hay que quedarse sólo admirando la belleza de la Palabra, sólo considerando su sabiduría y nada más. No es suficiente ser admiradores de la Palabra. El pueblo dio un paso más, y firmaron un compromiso. En el texto bíblico aparecen 84 nombres de quienes firmaron este compromiso. Este acto fue considerado por el filósofo político del siglo XVIII, Rousseau, como las raíces que explican la existencia de un “contrato social”. Los judíos hicieron el compromiso de vivir gobernados por la ley de Dios. Hoy en día, también nosotros practicamos el acto de hacer compromiso. Procuramos que cada año, en el mes de enero, recordemos el pacto de la iglesia. Hacemos el acto de firmarlo como un gesto de compromiso de caminar juntos en la fe cristiana y cuidarnos unos a otros en un pastoreo mutuo. Así entendemos la iglesia, como el grupo de creyentes que hace pacto. Nos comprometemos a caminar juntos y cuidarnos unos a otros en nuestra relación con Cristo. Comprometerse es la respuesta apropiada ante la iniciativa de Dios de venir a buscarnos para rescatarnos en JesuCristo. No quedemos sólo como espectadores, sólo como admiradores de la palabra de Dios. Tomemos hoy la decisión de formar parte de esta gran obra de Dios para bendecir al mundo. ORAR: Señor, queremos responder hoy con nuestro compromiso agradecido por tu amor. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Nehemías 9:34-37 (La Palabra) Nuestros reyes y nuestros jefes, nuestros sacerdotes y antepasados incumplieron tu ley: no atendieron tus mandamientos ni las advertencias que les hiciste. Les habías concedido un reino y una gran prosperidad en una tierra fértil y espaciosa; pero no te sirvieron ni se apartaron del mal. Pues bien, hoy vivimos como esclavos en la tierra que diste a nuestros antepasados para que comieran sus frutos y gozaran de sus bienes. ¡Hoy vivimos en ella como esclavos! Produce frutos abundantes, pero son para los soberanos que has puesto sobre nosotros a causa de nuestros pecados. Disponen a su capricho tanto de personas como de ganados, mientras una tremenda angustia se apodera de nosotros. PENSAR: Aunque el capítulo 9 de Nehemías termina con un paisaje sombrío y lleno de angustia, la historia del pueblo de Dios no termina así. Al leer este pasaje sentimos el anhelo por la venida de la salvación de Dios. Dios habría de traer una liberación integral y plena. No sólo para sacar a Israel de la esclavitud de los imperios del mundo, sino para sacar al corazón humano de su opresión y esclavitud al pecado y la culpa. Esa salvación ya vino al mundo, y es el Señor Jesús. En su ministerio, Jesús interpretó correctamente la historia de Israel y cumplió cabalmente lo que significa la elección para cumplir una misión. Elección con misión. Es la misión de ser bendición a todas las familias de la tierra. Dios nos repara para bendecir. En la sinagoga de Nazaret, el Señor Jesús dio un par de ejemplos al respecto. En medio de una terrible sequía y hambruna, el profeta Elías fue enviado por Dios, para que aprendiera una lección, a una mujer viuda en Sarepta de Sidón. También de Sidón venía la reina mala Jezabel, devota de Baal. La lección para Elías y para todo israelita, es que no todas las mujeres sidonias son iguales, y que Dios ama y bendice a todas las familias de la tierra. El profeta fue enviado a ayudar a una mujer de la misma región de donde provenía la reina mala, Jezabel, aunque en Israel también había viudas. Así se cumple la misión de Israel, de ser bendición a todas las naciones. El otro ejemplo del Señor Jesús es un capitán del ejército enemigo, Naamán el sirio. Eliseo fue usado por Dios para sanar la lepra del militar enemigo de Israel, aunque en Israel también había leprosos. Así también se cumple la misión de Israel, de ser bendición al mundo de Dios. Cuando el Señor Jesús dio esos dos ejemplos, la gente en aquella sinagoga estuvo a punto de matarlo, porque había ofendido el tipo de judaísmo nacionalista que comenzó a formarse en el tiempo de Nehemías y Esdras. Ofendió la interpretación de la historia de Israel que sólo se queda en la elección, pero no se da cuenta de su misión. Si Dios nos ha reparado, es con el fin de ser bendición a otros. Pensemos cómo podemos ser bendición para alguien el día de hoy. ORAR: Dios, guárdanos de perder de vista nuestra misión de ser bendición para tu mundo. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Nehemías 9:34-37 (La Palabra) Nuestros reyes y nuestros jefes, nuestros sacerdotes y antepasados incumplieron tu ley: no atendieron tus mandamientos ni las advertencias que les hiciste. Les habías concedido un reino y una gran prosperidad en una tierra fértil y espaciosa; pero no te sirvieron ni se apartaron del mal. Pues bien, hoy vivimos como esclavos en la tierra que diste a nuestros antepasados para que comieran sus frutos y gozaran de sus bienes. ¡Hoy vivimos en ella como esclavos! Produce frutos abundantes, pero son para los soberanos que has puesto sobre nosotros a causa de nuestros pecados. Disponen a su capricho tanto de personas como de ganados, mientras una tremenda angustia se apodera de nosotros. PENSAR: Aunque el capítulo 9 de Nehemías termina con un paisaje sombrío y lleno de angustia, la historia del pueblo de Dios no termina así. Al leer este pasaje sentimos el anhelo por la venida de la salvación de Dios. Dios habría de traer una liberación integral y plena. No sólo para sacar a Israel de la esclavitud de los imperios del mundo, sino para sacar al corazón humano de su opresión y esclavitud al pecado y la culpa. Esa salvación ya vino al mundo, y es el Señor Jesús. En su ministerio, Jesús interpretó correctamente la historia de Israel y cumplió cabalmente lo que significa la elección para cumplir una misión. Elección con misión. Es la misión de ser bendición a todas las familias de la tierra. Dios nos repara para bendecir. En la sinagoga de Nazaret, el Señor Jesús dio un par de ejemplos al respecto. En medio de una terrible sequía y hambruna, el profeta Elías fue enviado por Dios, para que aprendiera una lección, a una mujer viuda en Sarepta de Sidón. También de Sidón venía la reina mala Jezabel, devota de Baal. La lección para Elías y para todo israelita, es que no todas las mujeres sidonias son iguales, y que Dios ama y bendice a todas las familias de la tierra. El profeta fue enviado a ayudar a una mujer de la misma región de donde provenía la reina mala, Jezabel, aunque en Israel también había viudas. Así se cumple la misión de Israel, de ser bendición a todas las naciones. El otro ejemplo del Señor Jesús es un capitán del ejército enemigo, Naamán el sirio. Eliseo fue usado por Dios para sanar la lepra del militar enemigo de Israel, aunque en Israel también había leprosos. Así también se cumple la misión de Israel, de ser bendición al mundo de Dios. Cuando el Señor Jesús dio esos dos ejemplos, la gente en aquella sinagoga estuvo a punto de matarlo, porque había ofendido el tipo de judaísmo nacionalista que comenzó a formarse en el tiempo de Nehemías y Esdras. Ofendió la interpretación de la historia de Israel que sólo se queda en la elección, pero no se da cuenta de su misión. Si Dios nos ha reparado, es con el fin de ser bendición a otros. Pensemos cómo podemos ser bendición para alguien el día de hoy. ORAR: Dios, guárdanos de perder de vista nuestra misión de ser bendición para tu mundo. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Nehemías 9:5-8 (La Palabra) Esto es lo que dijeron los levitas Josué, Cadmiel, Baní, Jasabnías, Serebías, Hodías, Sebanías y Petaías: — Decídanse a bendecir al Señor su Dios: Desde siempre y para siempre sea bendito tu nombre glorioso, que sobrepasa toda bendición y alabanza. Tú eres el Señor, sólo tú. Tú hiciste los cielos, lo más alto de los cielos y todos sus ejércitos; la tierra y cuanto hay en ella, los mares y todo cuanto hay en ellos. A todas las cosas das vida y te adoran los ejércitos del cielo. Tú eres el Señor, el Dios que escogió a Abrán, a quien sacaste de Ur de los Caldeos y pusiste por nombre Abrahán. Viste que te era fiel e hiciste alianza con él, para darle a él y a su linaje la tierra del cananeo, del hitita, del amorreo, del ferezeo, del jebuseo y del guirgaseo. Y siendo como eres leal, has cumplido tu palabra. PENSAR: En su repaso de la historia, los levitas mencionados en este texto expresan un rasgo del judaísmo que se estaba formando en ese tiempo, y que llegaría a chocar con las enseñanzas y orientaciones del Señor Jesús. Se hace referencia a la elección de Abraham, pero sin decir qué propósito tenía esa elección. No se dice para qué fue elegido Abraham y su descendencia. Ahí se encuentra la principal debilidad de esta perspectiva de la historia. Se habla de una elección, pero no se habla de misión. La elección debe ir de la mano con la misión. En el repaso de estos levitas, no aparece la misión de Israel. Esta es una falla grave. Es interpretar la historia sin la función. Elegidos sin misión. Ahí está la gran enfermedad que no sólo amenazó al judaísmo en la antigüedad, sino que también nos amenaza hoy a nosotros. Es pensar que Dios nos perdona, nos ama y nos bendice, sin pensar en el “para qué” de esa bendición. Es pensar en la elección sin la misión. En los últimos capítulos de Nehemías y Esdras comenzó a perfilarse este tipo de judaísmo nacionalista y anti-misionero, que el Señor Jesús confrontó. Abraham fue elegido para ser canal de la bendición de Dios a todas las familias de la tierra. Esto es muy importante, porque quiere decir que no es Abraham mismo quien es elegido por sus propios méritos para ser bendecido, sino que el objeto final de la intención de toda elección es el mundo. Dios elige a Abraham para bendecir al mundo. Del mismo modo, Dios nos perdona si nos arrepentimos y nos acercamos al Señor, para que así nos convirtamos en una bendición al mundo de Dios. El repaso de la historia que hacen estos levitas termina con un acorde en tono menor. Es una pintura en tonalidades oscuras, negras y grises. El horizonte es trágico. Los israelitas viven en la tierra prometida, pero en esclavitud. Están a la espera de la llegada de la salvación de Dios, que vendrá en el Señor Jesús. ORAR: Señor, perdona si hemos olvidado tu propósito de bendición para tu mundo. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Nehemías 9:5-8 (La Palabra) Esto es lo que dijeron los levitas Josué, Cadmiel, Baní, Jasabnías, Serebías, Hodías, Sebanías y Petaías: — Decídanse a bendecir al Señor su Dios: Desde siempre y para siempre sea bendito tu nombre glorioso, que sobrepasa toda bendición y alabanza. Tú eres el Señor, sólo tú. Tú hiciste los cielos, lo más alto de los cielos y todos sus ejércitos; la tierra y cuanto hay en ella, los mares y todo cuanto hay en ellos. A todas las cosas das vida y te adoran los ejércitos del cielo. Tú eres el Señor, el Dios que escogió a Abrán, a quien sacaste de Ur de los Caldeos y pusiste por nombre Abrahán. Viste que te era fiel e hiciste alianza con él, para darle a él y a su linaje la tierra del cananeo, del hitita, del amorreo, del ferezeo, del jebuseo y del guirgaseo. Y siendo como eres leal, has cumplido tu palabra. PENSAR: En su repaso de la historia, los levitas mencionados en este texto expresan un rasgo del judaísmo que se estaba formando en ese tiempo, y que llegaría a chocar con las enseñanzas y orientaciones del Señor Jesús. Se hace referencia a la elección de Abraham, pero sin decir qué propósito tenía esa elección. No se dice para qué fue elegido Abraham y su descendencia. Ahí se encuentra la principal debilidad de esta perspectiva de la historia. Se habla de una elección, pero no se habla de misión. La elección debe ir de la mano con la misión. En el repaso de estos levitas, no aparece la misión de Israel. Esta es una falla grave. Es interpretar la historia sin la función. Elegidos sin misión. Ahí está la gran enfermedad que no sólo amenazó al judaísmo en la antigüedad, sino que también nos amenaza hoy a nosotros. Es pensar que Dios nos perdona, nos ama y nos bendice, sin pensar en el “para qué” de esa bendición. Es pensar en la elección sin la misión. En los últimos capítulos de Nehemías y Esdras comenzó a perfilarse este tipo de judaísmo nacionalista y anti-misionero, que el Señor Jesús confrontó. Abraham fue elegido para ser canal de la bendición de Dios a todas las familias de la tierra. Esto es muy importante, porque quiere decir que no es Abraham mismo quien es elegido por sus propios méritos para ser bendecido, sino que el objeto final de la intención de toda elección es el mundo. Dios elige a Abraham para bendecir al mundo. Del mismo modo, Dios nos perdona si nos arrepentimos y nos acercamos al Señor, para que así nos convirtamos en una bendición al mundo de Dios. El repaso de la historia que hacen estos levitas termina con un acorde en tono menor. Es una pintura en tonalidades oscuras, negras y grises. El horizonte es trágico. Los israelitas viven en la tierra prometida, pero en esclavitud. Están a la espera de la llegada de la salvación de Dios, que vendrá en el Señor Jesús. ORAR: Señor, perdona si hemos olvidado tu propósito de bendición para tu mundo. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Nehemías 9:1-4 (La Palabra) El vigésimo cuarto día de ese mes se reunieron los israelitas y ayunaron vestidos de sayal y cubiertos de polvo. Se separaron los del linaje de Israel de todos los extranjeros y, en pie, confesaron sus pecados y las culpas de sus antepasados. Durante una cuarta parte del día, estando de pie en su sitio, leyeron el Libro de la Ley del Señor, su Dios; durante otra cuarta parte del día reconocieron sus pecados y adoraron al Señor, su Dios. Luego subieron al estrado los levitas Josué, Baní, Cadmiel, Sebanías, Bunní, Serebías, Baní y Quenaní e invocaron en alta voz al Señor, su Dios. PENSAR: En nuestro repaso del libro de Nehemías llegamos a la sección final, en la cual veremos elementos de lo que llegó a ser el judaísmo del tiempo del Señor Jesús. Veremos que comenzaron a sentarse las bases de una religión que el Señor Jesús criticó con sus enseñanzas y su ejemplo. Hay que tener presente que, si Dios nos ha mostrado misericordia, es para que, a su vez, nosotros también vivamos en misericordia. Nos enfrentamos en este capítulo con una especie de rendición de cuentas, de enmendar, de acercarse y reconciliarse. Como en toda relación, es necesario reconocer errores, tener la humildad de decir: “Me equivoqué. Perdóname. No lo voy a volver a hacer. Reconozco que estuvo mal”. Esos ingredientes aparecen en todo el capítulo nueve. El pueblo de Israel reconoció que había fallado en su relación con Dios, y prometió corregir su camino. En toda confesión de errores se hace un repaso de los sucesos. Es el repaso de la historia. En el capítulo nueve tenemos una versión de la historia de Israel, la versión de los levitas mencionados. Ellos tomaron la palabra y estuvieron dirigiendo la oración pública durante una cuarta parte del día. Habían celebrado la fiesta de los tabernáculos, un gran campamento en el que salían a vivir en casas de campaña, afuera de sus residencias. Así experimentaban un poco de las incomodidades del pueblo durante su peregrinaje por el desierto, y la confianza plena en Dios. Ayunaron por su arrepentimiento, por los errores de generaciones anteriores que condujeron hacia la situación en la que se encuentran: Están en la tierra prometida, pero son esclavos del imperio persa. Dios les había dado esa tierra para que fuera un espacio para vivir la libertad, pero ahora no pueden ser libres. En el repaso de la historia reconocen que han fallado y piden perdón. Le cuentan a Dios la historia, como si Dios no la conociera. Como si no supiera los detalles y como si Dios no tuviera una interpretación distinta a la que ellos están dando. Al menos hay un par de detalles en este recuento de la historia, que saltan a la vista. Son manifestación de la bondad de Dios que permanece por generaciones, lento para la ira y grande en misericordia y compasión. Uno es que el pueblo cae, y el otro es que Dios se encarga de liberarlo. Así es en nuestra relación con Dios. Dios nos levanta cada vez que caemos. ORAR: Señor, quisiéramos contarte la historia que ya conoces bien. Te necesitamos hoy. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Nehemías 9:1-4 (La Palabra) El vigésimo cuarto día de ese mes se reunieron los israelitas y ayunaron vestidos de sayal y cubiertos de polvo. Se separaron los del linaje de Israel de todos los extranjeros y, en pie, confesaron sus pecados y las culpas de sus antepasados. Durante una cuarta parte del día, estando de pie en su sitio, leyeron el Libro de la Ley del Señor, su Dios; durante otra cuarta parte del día reconocieron sus pecados y adoraron al Señor, su Dios. Luego subieron al estrado los levitas Josué, Baní, Cadmiel, Sebanías, Bunní, Serebías, Baní y Quenaní e invocaron en alta voz al Señor, su Dios. PENSAR: En nuestro repaso del libro de Nehemías llegamos a la sección final, en la cual veremos elementos de lo que llegó a ser el judaísmo del tiempo del Señor Jesús. Veremos que comenzaron a sentarse las bases de una religión que el Señor Jesús criticó con sus enseñanzas y su ejemplo. Hay que tener presente que, si Dios nos ha mostrado misericordia, es para que, a su vez, nosotros también vivamos en misericordia. Nos enfrentamos en este capítulo con una especie de rendición de cuentas, de enmendar, de acercarse y reconciliarse. Como en toda relación, es necesario reconocer errores, tener la humildad de decir: “Me equivoqué. Perdóname. No lo voy a volver a hacer. Reconozco que estuvo mal”. Esos ingredientes aparecen en todo el capítulo nueve. El pueblo de Israel reconoció que había fallado en su relación con Dios, y prometió corregir su camino. En toda confesión de errores se hace un repaso de los sucesos. Es el repaso de la historia. En el capítulo nueve tenemos una versión de la historia de Israel, la versión de los levitas mencionados. Ellos tomaron la palabra y estuvieron dirigiendo la oración pública durante una cuarta parte del día. Habían celebrado la fiesta de los tabernáculos, un gran campamento en el que salían a vivir en casas de campaña, afuera de sus residencias. Así experimentaban un poco de las incomodidades del pueblo durante su peregrinaje por el desierto, y la confianza plena en Dios. Ayunaron por su arrepentimiento, por los errores de generaciones anteriores que condujeron hacia la situación en la que se encuentran: Están en la tierra prometida, pero son esclavos del imperio persa. Dios les había dado esa tierra para que fuera un espacio para vivir la libertad, pero ahora no pueden ser libres. En el repaso de la historia reconocen que han fallado y piden perdón. Le cuentan a Dios la historia, como si Dios no la conociera. Como si no supiera los detalles y como si Dios no tuviera una interpretación distinta a la que ellos están dando. Al menos hay un par de detalles en este recuento de la historia, que saltan a la vista. Son manifestación de la bondad de Dios que permanece por generaciones, lento para la ira y grande en misericordia y compasión. Uno es que el pueblo cae, y el otro es que Dios se encarga de liberarlo. Así es en nuestra relación con Dios. Dios nos levanta cada vez que caemos. ORAR: Señor, quisiéramos contarte la historia que ya conoces bien. Te necesitamos hoy. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Nehemías 8:10 (La Palabra) Les dijo además: — Vayan a comer manjares escogidos, beban vinos generosos e inviten al que no disponga de nada para sí. Hoy es un día consagrado a nuestro Señor; no se entristezcan porque la alegría del Señor es la fuerza de ustedes. PENSAR: ¿Cómo vamos a salir adelante para vencer la crisis de esta terrible pandemia? Se requieren grandes cantidades de energía para el trabajo de reconstrucción. Hay que reconstruir la vida que está en pedazos, hay que reconstruir la sociedad y sus relaciones económicas, su pulso vital. Hay que reconstruir las amistades que se han visto afectadas por el aislamiento, hay que reconstruir las perspectivas de vida de jóvenes y señoritas que han de encontrar en el evangelio el sentido de su vida. Hay que reconstruir la iglesia, que ha recibido golpes fuertes en su vida comunitaria y su convivencia como congregación. ¿Cómo levantarnos, cómo reanimarnos? La única fuente de energía capaz de proveer todo el combustible que se requiere para la reconstrucción es la alegría del Señor. Es lo único que nos puede hacer mirar un mejor futuro, ahora que todo está nublado en el horizonte. De manera que la alegría se convierte en un asunto muy serio. Hay quienes piensan que la alegría es un detalle decorativo en la vida, que no es esencial. Pero no se trata de un tema accesorio, o secundario, sino que es un tema central. Sin la alegría del Señor no puede haber reconstrucción. ¿Qué es la alegría del Señor? Fundamentalmente se refiere a las ganas de vivir, como producto de la presencia de Dios en nuestra vida. Son las ganas de salir de la cama, las ganas de trabajar, de hacer algo con nuestra vida, de movernos, de pensar que se puede vivir de una mejor manera… todo eso es alegría. Pero cuando se trata de “la alegría del Señor” estamos refiriéndonos a que toda esa fuerza proviene de conocer, servir y amar al Dios que es bueno y misericordioso, al Dios que puede transformar en milagros los peores desastres. La alegría del Señor es nuestra fuerza porque nos llena de alegría saber que el enorme poder de Dios está a disposición de su inmenso amor. Nos provoca una enorme alegría esa acción de Dios, de poner su poder al servicio de su misericordia, su fuerza al servicio de su amor. Por eso nos da alegría el Señor. Cuando vemos que, con su poder levanta al caído, transforma a quien se acerca al Señor para ser tocado, para tener la evidencia de su salvación. Eso es una gran fuente de alegría. ¿Y por qué tenemos alegría en el Señor? Porque Dios es bueno y para siempre es su misericordia. Porque se especializa en entrometerse en nuestros asuntos para bendecirnos. Porque protege a la viuda, es padre y madre de huérfanos, es quien cuida los pasos de los inmigrantes en cualquier parte del mundo; por eso nos inunda la alegría del Señor y nos llena de esperanza. ORAR: Dios, abre nuestros ojos para ver por qué podemos alegrarnos en ti. Que hoy podamos vivir la alegría de la esperanza fundada en tu inmenso amor por el mundo. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Nehemías 8:10 (La Palabra) Les dijo además: — Vayan a comer manjares escogidos, beban vinos generosos e inviten al que no disponga de nada para sí. Hoy es un día consagrado a nuestro Señor; no se entristezcan porque la alegría del Señor es la fuerza de ustedes. PENSAR: ¿Cómo vamos a salir adelante para vencer la crisis de esta terrible pandemia? Se requieren grandes cantidades de energía para el trabajo de reconstrucción. Hay que reconstruir la vida que está en pedazos, hay que reconstruir la sociedad y sus relaciones económicas, su pulso vital. Hay que reconstruir las amistades que se han visto afectadas por el aislamiento, hay que reconstruir las perspectivas de vida de jóvenes y señoritas que han de encontrar en el evangelio el sentido de su vida. Hay que reconstruir la iglesia, que ha recibido golpes fuertes en su vida comunitaria y su convivencia como congregación. ¿Cómo levantarnos, cómo reanimarnos? La única fuente de energía capaz de proveer todo el combustible que se requiere para la reconstrucción es la alegría del Señor. Es lo único que nos puede hacer mirar un mejor futuro, ahora que todo está nublado en el horizonte. De manera que la alegría se convierte en un asunto muy serio. Hay quienes piensan que la alegría es un detalle decorativo en la vida, que no es esencial. Pero no se trata de un tema accesorio, o secundario, sino que es un tema central. Sin la alegría del Señor no puede haber reconstrucción. ¿Qué es la alegría del Señor? Fundamentalmente se refiere a las ganas de vivir, como producto de la presencia de Dios en nuestra vida. Son las ganas de salir de la cama, las ganas de trabajar, de hacer algo con nuestra vida, de movernos, de pensar que se puede vivir de una mejor manera… todo eso es alegría. Pero cuando se trata de “la alegría del Señor” estamos refiriéndonos a que toda esa fuerza proviene de conocer, servir y amar al Dios que es bueno y misericordioso, al Dios que puede transformar en milagros los peores desastres. La alegría del Señor es nuestra fuerza porque nos llena de alegría saber que el enorme poder de Dios está a disposición de su inmenso amor. Nos provoca una enorme alegría esa acción de Dios, de poner su poder al servicio de su misericordia, su fuerza al servicio de su amor. Por eso nos da alegría el Señor. Cuando vemos que, con su poder levanta al caído, transforma a quien se acerca al Señor para ser tocado, para tener la evidencia de su salvación. Eso es una gran fuente de alegría. ¿Y por qué tenemos alegría en el Señor? Porque Dios es bueno y para siempre es su misericordia. Porque se especializa en entrometerse en nuestros asuntos para bendecirnos. Porque protege a la viuda, es padre y madre de huérfanos, es quien cuida los pasos de los inmigrantes en cualquier parte del mundo; por eso nos inunda la alegría del Señor y nos llena de esperanza. ORAR: Dios, abre nuestros ojos para ver por qué podemos alegrarnos en ti. Que hoy podamos vivir la alegría de la esperanza fundada en tu inmenso amor por el mundo. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.